"LA GRAN ESTAFA", DE DON SIEGEL

Todo un clásico del cine estadounidense de los 70, que supone una relajada inmersión en la estética de aquella década, con un cierto aire hippy, a través de un trabajo con un guión muy ingenioso y que permite el lucimiento fundamental de su gran protagonista Walter Matthau como Charley Varrick, en un atípico papel para él, de criminal concienzudo y calculador, sin vitola de duro, pero con una fuerza en la pantalla impresionante.

El inicio de la historia no puede ser más atractivo, un grupo de ladrones de medio pelo que se ganan la vida atracando bancos de pueblecitos, para conseguir modestos botines que les mantienen durante unos meses; se encuentran en su última fechoría en la sucursal bancaria de Tres Cruces (Nuevo México) con que logran una cantidad extraordinariamente grande para la entidad del pueblo.

En el suceso son sorprendidos por la policía que consigue matar a dos de los cuatro delincuentes (uno es la mujer del propio Matthau), y a partir de ahí se sucede una trama muy curiosa. Fundamentalmente porque tienen, más allá de eludir a la policía, que luchar contra un enemigo más terrible.

Sí, porque de aspirar a robar una suma de unos 20.000 dólares, se encuentran con casi 750.000 dólares, a todas luces procedentes de la mafia y que se encontraban en ese pequeño banco en tránsito, para evitar sospechas y con el fin de poder ser blanqueado debidamente.

Por tanto, se inicia una singular peripecia paralela de los actores de la trama, la policía por su lado con medios pero sin efectividad, los mafiosos a su manera con un trabajo metódico y limpio y Charley Varrick (Matthau), antiguo piloto de fumigadoras, que tiene que hacer frente a una estrategia para librarse de todos, incluido su compañero de aventuras, obsesionado irresponsablemente con empezar a gastar el botín sin medida y de momento.

A la vista de que Varrick observa que va a ser imposible que pueda estar con el dinero en una nevera durante algunos años hasta que todo se disipe; mueve ficha y la mafia cae en la trampa, llevándose por medio al compañero de fatigas, ahorro para Varrick, y de paso idea un plan para quedarse definitivamente con el dinero, liquidar a los mafiosos, y aparecer como un hombre nuevo, con nueva identidad y con todo una jugosa fortuna para gastar al otro lado de la frontera.

Una frenética última parte de la película, muestra la lucha entre los mafiosos y Varrick, en un cementerio de automóviles, con una singular persecución entre un coche típico norteamericano de esos grandes, y la avioneta pilotada por el protagonista en un inolvidable juego del gato y el ratón.

Un sensacional, entretenido e ingenioso trabajo para su época (1973), dirigido por el gran Don Siegel, que con los medios de hoy se hubiera convertido en un ejercicio cinematográfico sublime, pero que con la ambientación de aquellos años deja un saborcillo muy simpático, pues es un drama que podría calificarse como algo cómico.

No encaja, y eso pasa muchas veces, el título que se le dio en España, “La gran estafa”, porque no hay tal estafa. Tampoco suena bien el título original que era “Charley Varrick”, y quizá hubiera tenido más sentido, “El que roba a un ladrón…”, pero esa ya es otra historia.

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