No hace mucho tenía puesto en mi oficina un disco de música New Age, primero porque había cierto sosiego, y porque tenía que elaborar ciertos trabajos en los que convenía algo de inspiración. Entonces el chaval que tenía de prácticas, Ramón (han pasado varios ya por mi vida profesional y este ha sido de los buenos, de los que curraban, otros jugaban solitarios en el ordenador). Me sorprendió que se interesara por lo que se adivinaba en el ambiente (estaba muy bajito) y que me confesara que él también escuchaba música de este tipo, y viniendo de un joven al que no le echo más veintidós o veintitrés años es un ¿signo de esperanza? Pues estaba sonando Karunesh y creo que la circunstancia merece que haga una breve semblanza del personaje que hay detrás de este nombre comercial.
Lo primero que nos evoca Karunesh es música relajante, de esas que acostumbran a ponerte en los spa, para que cuando termines te vayas suavísimo adonde sea. Además tiene esencias hindúes; pero es que el nombre de Karunesh es toda una carta de presentación, puesto que es una palabra que proviene del sánscrito y que podría traducirse como “Compasión”.
Pero no, el compositor que maneja esta marca no es asiático, es alemán, de Colonia para ser exactos y se trata, en realidad, del sobrenombre que utiliza el compositor Bruno Reuter. Nacido en 1956, enfocó su formación en el diseño gráfico, y sus derroteros debían haber ido por ahí, pero cuando estaba orientando su vida, sufrió un grave accidente de motocicleta que le tuvo entre la vida y la muerte. Después de salir del túnel se embarcó en una aventura distinta a la planificada, viajó a la India donde estuvo en contacto con el místico indio Osho, el fundador de Bhagwan Rajneesh, para unos una secta, para otros un grupo espiritual. A la vuelta de su viaje, con veintitrés años, viviría en una comuna de este grupo cerca de Hamburgo durante cinco años, donde llegó a conocer a músicos de distintas partes del mundo. Cuando salió de la misma había nacido Karunesh para el mundo de la música.
En 1984 publicaría “Sounds of the Heart” que se convirtió rápidamente en un éxito en el sector de la música New Age, especialmente en la propia Alemania y en Estados Unidos.
A ese disco le seguirían otros muchos proyectos igualmente exitosos, llegando hasta nuestros días, de hecho, el último disco, “Color of the East”, fue editado este pasado 2012. Cabe destacar, en honor de su primitivo baluarte espiritual, Osho, que le dedicó en 1997 su trabajo “Osho Chakra Sounds Meditation”. Podemos decir que la primera etapa de Karunesh es la de la New Age pura, dedicada a la meditación y donde el uso del tradicional sitar, instrumento musical de cuerda de origen hindú, estaba muy presente, y luego tiene otra etapa más reciente en la que se separa un tanto de las reminiscencias orientales, girando hacia la World Music, fusionando diferentes sabores sonoros de lugares variados de nuestro planeta.
Karunesh se instaló hace ya varios años en Hawai, alentado por el influjo del potente y selecto mercado estadounidense, y desde allí explota su filosofía que, según él, es la de elaborar una música para el cuerpo, el corazón y la mente.
Su música nos quiere transmitir un acercamiento entre culturas, y es que como él bien dice, la música es el único idioma que entiende todo el mundo, con independencia de nuestra extracción social, etnia o procedencia. Además, se da la circunstancia y los expertos musicales coinciden en esto, en que es a la par una música espiritual, pero con posibilidades de ser bailada, incluso algún tema que eventualmente se pudiera versionar para discoteca, aventuro que sería todo un éxito.
Esta especie de prisma cultural, simbiosis melódica o eclecticismo cultural se refleja no sólo en el uso del sitar indio en su primera época, sino en la incorporación de otros muchos instrumentos rescatados de varias partes del mundo y poco conocidos en la sociedad occidental.
Con este deseo de sentir la palpitación del universo de Karunesh en nuestro interior, he querido trasladar la esencia de una música que es poderosa y atrayente. Sus piezas son ideales para relajar nuestra mente, para reflexionar sobre la trascendencia de la vida, para ralentizar nuestro frenético ritmo cotidiano. En definitiva, una música que, en palabras de este creador, quiere ser “una hermosa, sagrada y curativa resonancia para aquellos que la escuchen”. Si puede inspirar a la juventud anónima es porque esta existencia aún sigue teniendo futuro, y si alguna vez tengo el privilegio de que mi becario Ramón Charriel lea esto, mi agradecimiento y mi reconocimiento van también para él.
Lo primero que nos evoca Karunesh es música relajante, de esas que acostumbran a ponerte en los spa, para que cuando termines te vayas suavísimo adonde sea. Además tiene esencias hindúes; pero es que el nombre de Karunesh es toda una carta de presentación, puesto que es una palabra que proviene del sánscrito y que podría traducirse como “Compasión”.
Pero no, el compositor que maneja esta marca no es asiático, es alemán, de Colonia para ser exactos y se trata, en realidad, del sobrenombre que utiliza el compositor Bruno Reuter. Nacido en 1956, enfocó su formación en el diseño gráfico, y sus derroteros debían haber ido por ahí, pero cuando estaba orientando su vida, sufrió un grave accidente de motocicleta que le tuvo entre la vida y la muerte. Después de salir del túnel se embarcó en una aventura distinta a la planificada, viajó a la India donde estuvo en contacto con el místico indio Osho, el fundador de Bhagwan Rajneesh, para unos una secta, para otros un grupo espiritual. A la vuelta de su viaje, con veintitrés años, viviría en una comuna de este grupo cerca de Hamburgo durante cinco años, donde llegó a conocer a músicos de distintas partes del mundo. Cuando salió de la misma había nacido Karunesh para el mundo de la música.
En 1984 publicaría “Sounds of the Heart” que se convirtió rápidamente en un éxito en el sector de la música New Age, especialmente en la propia Alemania y en Estados Unidos.
A ese disco le seguirían otros muchos proyectos igualmente exitosos, llegando hasta nuestros días, de hecho, el último disco, “Color of the East”, fue editado este pasado 2012. Cabe destacar, en honor de su primitivo baluarte espiritual, Osho, que le dedicó en 1997 su trabajo “Osho Chakra Sounds Meditation”. Podemos decir que la primera etapa de Karunesh es la de la New Age pura, dedicada a la meditación y donde el uso del tradicional sitar, instrumento musical de cuerda de origen hindú, estaba muy presente, y luego tiene otra etapa más reciente en la que se separa un tanto de las reminiscencias orientales, girando hacia la World Music, fusionando diferentes sabores sonoros de lugares variados de nuestro planeta.
Karunesh se instaló hace ya varios años en Hawai, alentado por el influjo del potente y selecto mercado estadounidense, y desde allí explota su filosofía que, según él, es la de elaborar una música para el cuerpo, el corazón y la mente.
Su música nos quiere transmitir un acercamiento entre culturas, y es que como él bien dice, la música es el único idioma que entiende todo el mundo, con independencia de nuestra extracción social, etnia o procedencia. Además, se da la circunstancia y los expertos musicales coinciden en esto, en que es a la par una música espiritual, pero con posibilidades de ser bailada, incluso algún tema que eventualmente se pudiera versionar para discoteca, aventuro que sería todo un éxito.
Esta especie de prisma cultural, simbiosis melódica o eclecticismo cultural se refleja no sólo en el uso del sitar indio en su primera época, sino en la incorporación de otros muchos instrumentos rescatados de varias partes del mundo y poco conocidos en la sociedad occidental.
Con este deseo de sentir la palpitación del universo de Karunesh en nuestro interior, he querido trasladar la esencia de una música que es poderosa y atrayente. Sus piezas son ideales para relajar nuestra mente, para reflexionar sobre la trascendencia de la vida, para ralentizar nuestro frenético ritmo cotidiano. En definitiva, una música que, en palabras de este creador, quiere ser “una hermosa, sagrada y curativa resonancia para aquellos que la escuchen”. Si puede inspirar a la juventud anónima es porque esta existencia aún sigue teniendo futuro, y si alguna vez tengo el privilegio de que mi becario Ramón Charriel lea esto, mi agradecimiento y mi reconocimiento van también para él.
Comentarios
la descubri por medio de un hermano que trabajaba en un lugar de maderas exoticas traidas de la india