Me pregunto qué hubiera sido de mi vida actual y la de media humanidad si Internet no hubiera existido, sin duda, el mundo no sería como el de hoy, muy distinto tal vez no, pero sí que sería otro. De hecho, la sociedad occidental ya no puede vivir sin él; hace diez años no tenías la necesidad de estar conectado, ahora yo he estado unos días de vacaciones en un lugar donde no había cobertura y ha habido momentos en los que increíblemente he sentido que tenía que buscar un sitio para conectarme, para percibir cómo estaba el mundo ahí afuera. No sé si lo he dicho alguna vez y si lo he dicho lo repito, para mí Internet es el invento más importante del último medio siglo.
Partiendo de la base de que sin Internet nada de lo que yo escribo aquí vería la luz, prácticamente cada faceta de la vida que necesite una cierta difusión tiene su correlato en la Red, y salvo las relaciones privadas es todo, aunque las redes sociales terminan por airear lo que alguien anónimo está haciendo en un momento determinado y que no interesa a casi nadie.
En este sentido, hoy la música no funciona sin Internet, parece que se han salvado esos años en los que las discográficas, los grupos y los artistas clamaban al cielo por las descargas ilegales en la Red; hoy día y no sé cómo funciona económica y legalmente, pero puedes estar oyendo de gorra toda la música que quieras, y toda es toda, en plataformas como Spotify, y ya parece que no hay tantos que se rasguen las vestiduras, porque han aceptado que Internet no era el enemigo sino la mejor herramienta de divulgación que hubieran podido imaginar. Hoy alguien anónimo puede publicar sus composiciones o sus canciones en YouTube y mañana puede ser famoso y hacerse rico.
Curiosamente al músico de hoy lo conocí a través de Internet, pero mediante de un cauce poco habitual. Reconozco que soy algo friqui y a Chris Zabriskie llegué mediante un curso de astronomía (otro mundo de posibilidades abierto por Internet como es la realización de cursos online verificados por universidades, todo muy legal y desde donde puedes obtener formación gratis y certificados muy baratos de superación de dicha actividad). En dicho curso se aprendía a nivel básico conceptos muy interesantes que solo conocemos de forma muy soslayada: eclipses, rotación, traslación, estrellas, constelaciones según las épocas del año, orientación a través del sol...
Mientras uno escuchaba las lecciones provenientes de la meliflua y casi adormecedora voz de un profesor de la Universidad de Cartagena, se deslizaba una música no menos relajante que parecía estar especialmente diseñada para el cometido del curso, una especie de sinfonía cósmica, que daba la impresión de que proviniera del cielo, desde luego una magnífica elección para ilustrar una formación tan sumamente atrayente como esta.
El descubrimiento de la música de Zabriskie conecta con dos características que quería resaltar al respecto de este compositor, de un lado, lo que ya he comentado, que se trata de un músico que vive de y con Internet y ahora lo explicaré, y de otro, que acostumbro a publicitar en esta bitácora música New Age que, en la mayor parte de los casos, es de autores veteranos que ya casi no componen, están retirados o en el ocaso de sus carreras y, sin embargo, este un chaval relativamente joven, en la efervescencia de su carrera musical.
Sí, Chris Zabriskie es un compositor moderno y actual, en la cresta de la ola, en el meollo de lo que se cuece en la música New Age de hoy. Considerando esto tampoco se puede decir que se vislumbren grandes evoluciones en este género musical en los últimos treinta años, que es desde que yo escucho y se conoce de una manera algo más extensa las músicas de vanguardia. Realmente los avances en computación tampoco provocan mayores cambios en las composiciones.
La música de Zabriskie no tiene ninguna singularidad que le permita a él ser acreedor de la etiqueta de gran innovador, digamos que mantiene la línea de la música New Age, ambiental y cósmica, que muy bien se podría haber compuesto hace un cuarto de siglo, cuando fue su auténtico boom de la mano de Enya, Yanni, Vollenweider, Spheeris, Mertens o Nyman, entre otros. Y, por tanto, la música de Zabriskie es genial, es suavidad, es ambiente de relajación, es evocación.
Con esa música de fondo del disco «I am a man who will fight for your honor», nombre tan rimbombante (como el de varios de sus temas de este disco) que carece de sentido porque estas músicas no tienen letra y a ti te pueden hacer imaginar cualquier cosa, pues yo aprendí algo más del universo con la motivación musical. Y es que esa música cósmica y estelar era tan agradable que te podías imaginar que el silencio solo podría permitir ser alterado por ella, en un privilegio único.
Precisamente esas características de las músicas de vanguardia, que no son propiedad de este compositor y sí del estatus de estas músicas, es lo que permite que se difundan hasta límites insospechados. Hasta esos límites que sin la mediación de Internet jamás se hubieran alcanzado.
E igual que para ese curso de astronomía a su director le resultó idónea esta música buscando y buscando por la Red, un leve paseo por la misma permite descubrir que no pocas personas e instituciones se han valido de la música de Chris Zabriskie para divulgar sus actividades o para ilustrar cualquier temática, así se pueden encontrar en Internet vídeos con la música de fondo de este autor estadounidense, sin ser una lista muy exhaustiva, en los que los usuarios son tan heterogéneos como el Centro Vasco de información de medicamentos, un club de esquí, un cortometraje que se llama «¡Aúpa, Delibes!», la Diócesis de Córdoba, o páginas de yoga, de fútbol y hasta un reportaje sobre Siria. Es decir, un Chris Zabriskie al servicio de las más rabiosa actualidad.
Este estadounidense del estado de Washington (no confundir con Washington D. C.) nació en 1982, es decir, es un absoluto pipiolo en este mundillo. Habiendo hecho sus pinitos en otros proyectos, fue en 2009 cuando comenzó su carrera en solitario, publicó su primer disco con «The dark glow of the mountains», y casi sin descanso y en el mismo año, el celebrado y ya citado «I am a man who will fight for your honor», cuyo tema más sonado es precisamente el que da nombre al disco, y también un tercer elepé denominado «Preludes».
Ha ido publicando en esta década corta de carrera casi un disco por año, es muy prolífico, y lo que le quede. Tan importante y tan bien ha captado la esencia de Internet que Zabriskie aboga desde su página web por el intercambio de archivos, incluso colgando él mismo temas de sus discos en la Red antes de su comercialización, ¿lo hace para perder dinero? Seguramente todo lo contrario, sabe que eso le va a reportar beneficios, porque lo que uno oye tal vez quiera comprarlo si le gusta.
Pero es más los discos una vez publicados se pueden escuchar y descargar en su web, y ¿por qué lo hace? Probablemente porque divulgando de este modo sabe que le va a escuchar más gente, y si lo que transmite es bueno, que lo es, habrá más emisores difundiendo sus excelencias. Esa frase «Hablen de mí, aunque sea mal», que se le atribuye a muchas personas y no sé sabe realmente quién fue su creador le viene al pelo a este compositor, porque su música le ha abierto muchas puertas, el cine y la televisión particularmente, y en esa industria se mueve dinero, de hecho, él está haciendo sus pinitos a este respecto.
Juzguen ustedes mismos y deslícense por el firmamento mientras cabalgan a lomos de una suave y aterciopelada sonata como la de «I am a man who will fight for your honor».
Partiendo de la base de que sin Internet nada de lo que yo escribo aquí vería la luz, prácticamente cada faceta de la vida que necesite una cierta difusión tiene su correlato en la Red, y salvo las relaciones privadas es todo, aunque las redes sociales terminan por airear lo que alguien anónimo está haciendo en un momento determinado y que no interesa a casi nadie.
En este sentido, hoy la música no funciona sin Internet, parece que se han salvado esos años en los que las discográficas, los grupos y los artistas clamaban al cielo por las descargas ilegales en la Red; hoy día y no sé cómo funciona económica y legalmente, pero puedes estar oyendo de gorra toda la música que quieras, y toda es toda, en plataformas como Spotify, y ya parece que no hay tantos que se rasguen las vestiduras, porque han aceptado que Internet no era el enemigo sino la mejor herramienta de divulgación que hubieran podido imaginar. Hoy alguien anónimo puede publicar sus composiciones o sus canciones en YouTube y mañana puede ser famoso y hacerse rico.
Curiosamente al músico de hoy lo conocí a través de Internet, pero mediante de un cauce poco habitual. Reconozco que soy algo friqui y a Chris Zabriskie llegué mediante un curso de astronomía (otro mundo de posibilidades abierto por Internet como es la realización de cursos online verificados por universidades, todo muy legal y desde donde puedes obtener formación gratis y certificados muy baratos de superación de dicha actividad). En dicho curso se aprendía a nivel básico conceptos muy interesantes que solo conocemos de forma muy soslayada: eclipses, rotación, traslación, estrellas, constelaciones según las épocas del año, orientación a través del sol...
Mientras uno escuchaba las lecciones provenientes de la meliflua y casi adormecedora voz de un profesor de la Universidad de Cartagena, se deslizaba una música no menos relajante que parecía estar especialmente diseñada para el cometido del curso, una especie de sinfonía cósmica, que daba la impresión de que proviniera del cielo, desde luego una magnífica elección para ilustrar una formación tan sumamente atrayente como esta.
El descubrimiento de la música de Zabriskie conecta con dos características que quería resaltar al respecto de este compositor, de un lado, lo que ya he comentado, que se trata de un músico que vive de y con Internet y ahora lo explicaré, y de otro, que acostumbro a publicitar en esta bitácora música New Age que, en la mayor parte de los casos, es de autores veteranos que ya casi no componen, están retirados o en el ocaso de sus carreras y, sin embargo, este un chaval relativamente joven, en la efervescencia de su carrera musical.
Sí, Chris Zabriskie es un compositor moderno y actual, en la cresta de la ola, en el meollo de lo que se cuece en la música New Age de hoy. Considerando esto tampoco se puede decir que se vislumbren grandes evoluciones en este género musical en los últimos treinta años, que es desde que yo escucho y se conoce de una manera algo más extensa las músicas de vanguardia. Realmente los avances en computación tampoco provocan mayores cambios en las composiciones.
La música de Zabriskie no tiene ninguna singularidad que le permita a él ser acreedor de la etiqueta de gran innovador, digamos que mantiene la línea de la música New Age, ambiental y cósmica, que muy bien se podría haber compuesto hace un cuarto de siglo, cuando fue su auténtico boom de la mano de Enya, Yanni, Vollenweider, Spheeris, Mertens o Nyman, entre otros. Y, por tanto, la música de Zabriskie es genial, es suavidad, es ambiente de relajación, es evocación.
Con esa música de fondo del disco «I am a man who will fight for your honor», nombre tan rimbombante (como el de varios de sus temas de este disco) que carece de sentido porque estas músicas no tienen letra y a ti te pueden hacer imaginar cualquier cosa, pues yo aprendí algo más del universo con la motivación musical. Y es que esa música cósmica y estelar era tan agradable que te podías imaginar que el silencio solo podría permitir ser alterado por ella, en un privilegio único.
Precisamente esas características de las músicas de vanguardia, que no son propiedad de este compositor y sí del estatus de estas músicas, es lo que permite que se difundan hasta límites insospechados. Hasta esos límites que sin la mediación de Internet jamás se hubieran alcanzado.
E igual que para ese curso de astronomía a su director le resultó idónea esta música buscando y buscando por la Red, un leve paseo por la misma permite descubrir que no pocas personas e instituciones se han valido de la música de Chris Zabriskie para divulgar sus actividades o para ilustrar cualquier temática, así se pueden encontrar en Internet vídeos con la música de fondo de este autor estadounidense, sin ser una lista muy exhaustiva, en los que los usuarios son tan heterogéneos como el Centro Vasco de información de medicamentos, un club de esquí, un cortometraje que se llama «¡Aúpa, Delibes!», la Diócesis de Córdoba, o páginas de yoga, de fútbol y hasta un reportaje sobre Siria. Es decir, un Chris Zabriskie al servicio de las más rabiosa actualidad.
Este estadounidense del estado de Washington (no confundir con Washington D. C.) nació en 1982, es decir, es un absoluto pipiolo en este mundillo. Habiendo hecho sus pinitos en otros proyectos, fue en 2009 cuando comenzó su carrera en solitario, publicó su primer disco con «The dark glow of the mountains», y casi sin descanso y en el mismo año, el celebrado y ya citado «I am a man who will fight for your honor», cuyo tema más sonado es precisamente el que da nombre al disco, y también un tercer elepé denominado «Preludes».
Ha ido publicando en esta década corta de carrera casi un disco por año, es muy prolífico, y lo que le quede. Tan importante y tan bien ha captado la esencia de Internet que Zabriskie aboga desde su página web por el intercambio de archivos, incluso colgando él mismo temas de sus discos en la Red antes de su comercialización, ¿lo hace para perder dinero? Seguramente todo lo contrario, sabe que eso le va a reportar beneficios, porque lo que uno oye tal vez quiera comprarlo si le gusta.
Pero es más los discos una vez publicados se pueden escuchar y descargar en su web, y ¿por qué lo hace? Probablemente porque divulgando de este modo sabe que le va a escuchar más gente, y si lo que transmite es bueno, que lo es, habrá más emisores difundiendo sus excelencias. Esa frase «Hablen de mí, aunque sea mal», que se le atribuye a muchas personas y no sé sabe realmente quién fue su creador le viene al pelo a este compositor, porque su música le ha abierto muchas puertas, el cine y la televisión particularmente, y en esa industria se mueve dinero, de hecho, él está haciendo sus pinitos a este respecto.
Juzguen ustedes mismos y deslícense por el firmamento mientras cabalgan a lomos de una suave y aterciopelada sonata como la de «I am a man who will fight for your honor».
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