Nada sería igual en el mundo de la música electrónica o la New Age si Wendy Carlos no hubiera estado entre nosotros. Wendy es hoy una venerable anciana de 77 años que en su retiro de Nueva York no cesa de asistir con interés a la evolución actual de la música.
Wendy en realidad nació como Walter (comenzó su reasignación de sexo cuando tenía poco más de 30 años), pero ese es el cambio menos relevante que debemos subrayar en una decisión absolutamente respetable y que pertenece a su ámbito privado, puesto que su contribución al desarrollo de la música con sintetizadores fue tal, que aun siendo bastante conocida en el mundo de la música, el desconocimiento por el gran público hace que no sea suficientemente visible y a esta compositora hay que rendirle más homenajes y tributos que los que tiene. Y, puede que no se conozca, pero bandas sonoras de películas míticas salieron de su infinito talento.
Allá por 1953, cuando en España nuestros abuelos intentaban, como mayor avance tecnológico, sintonizar una arcaica radio para escuchar medianamente en condiciones la escasa oferta existente de emisoras, Carlos, que cursaba educación secundaria, gracias a una beca ya trabajaba con computadoras caseras. Ese antecedente y la dedicación musical de sus padres propiciaría que el, en ese momento, joven Walter cursara en su época universitaria paralelamente física y música.
No obstante, tras su graduación, su perfil se decantó por la música sin desaprovechar sus indudables conocimientos científicos y comenzó a interesarse y relacionarse por una balbuciente música electrónica. Corría la década de los 60 del pasado siglo y Vladimir Ussachevsky y Otto Luening, dos de los pioneros de la música de vanguardia fueron sus primeros inspiradores; más tarde, el punto de inflexión llegaría cuando entabló contacto con Richard Moog, uno de los padres del sintetizador y gran valedor del Columbia-Princeton Electronic Music Center, que avalado por dichas universidades neoyorquinas tan prestigiosas suponía el proyecto más ambicioso que había ese momento en todo el mundo en cuanto a investigación en aparatos productores de músicas de vanguardia.
Moog había creado un sintetizador que llevaba su nombre y Carlos se puso a trabajar no solo en perfeccionar su programación sino en implementar un teclado sobre ese ordenador que a la postre construyera música. Ese fue el segundo logro, sacarle el máximo partido al Moog, y con la ayuda de su inventor consiguieron que viera la luz Switched on Bach en 1968, había nacido, por su impacto popular, el primer disco de música realizada con sintetizador de la historia.
La cualidad de ese disco es que sonaba música de Johann Sebastian Bach, varias composiciones entre las que se encontraba el Concierto de Brandenburgo nº 5 en Re mayor, pero con la peculiaridad de que no se había utilizado ni un solo instrumento musical, aunque su sonoridad era tal que así lo parecía. La onda expansiva provocada de este proyecto fue tal que, cuando este humilde escribiente comenzaba dar por saco en este mundo, Switched on Bach vendía en el mundo, fundamentalmente en Estados Unidos, medio millón de copias.
Su segundo disco, en la misma línea, la de reproducir a compositores clásicos, sería The Well-Tempered Synthesizer (1969). Fruto de ese inusitado éxito, el reconocimiento de la crítica y la obtención de prestigiosos premios (Grammy entre otros), continuó unos años con la adaptación de la música clásica a los sintetizadores. No obstante, para que ese reconocimiento se amplificara, llegaría en 1971 su primer trabajo cinematográfico en una película mítica e irrepetible como «La naranja mecánica», una banda sonora que su director Stanley Kubrick quiso que se basara en música clásica, pero con el contrapunto de los sintetizadores. Era una especie de paradoja entre la realidad y la ficción, entre lo clásico y lo moderno; así pues, para los que pueden rememorar esta producción, resulta intrigante ver a los drugos (la pandilla de gamberros ultraviolentos) haciendo de las suyas mientras suena una música clásica de fondo con una sonoridad levemente transformada.
En su tercer trabajo, Sonic Seasonings, comenzó a experimentar en proyectos más propios y originales y se aprecia ya un acercamiento a la música ambiental. De hecho, en la década de los 70 se debate entre seguir versionando a los clásicos, Switched on Bach II llegaría en 1972, o tratar de avanzar en la música New Age, tal y como le reclamaban muchos de sus seguidores.
Desde luego, para entonces las revolución musical que había emprendido ya era todo un éxito y muchos de los músicos que han aparecido en este blog, y otros que hoy día hacen nuevas músicas basadas en la electrónica, bebieron de la fuente de Wendy Carlos.
Sin ser un momento decisivo de su carrera en solitario, Wendy ganaría más adeptos si cabe cuando volvió a colaborar con Kubrick en otra película inolvidable como fue «El resplandor», aunque parece que, en esta ocasión, el director estuvo muy activo en cómo debía ser la música, ante una película con un ambiente tan irrespirable, por lo que el margen de maniobra de esta autora pudo estar bastante mediatizado, amén de que no fue de Carlos la exclusividad de dicha banda sonora.
No menos importante fue la banda sonora de la película de la factoría de Disney «Tron», una composición que sí que fue verdaderamente novedosa, como el desarrollo de tal producción exigía. A mí la película no me gustó en su momento, y confieso que después de muchas veces que la han echado en televisión no he terminado de verla nunca, pero si he de resaltar que si había algo que llamaba la atención sobremanera en la cinta era su música.
El perfeccionamiento de los sintetizadores y la llegada de los sonidos digitales mucho más nítidos y perfectos que lo anterior, supuso una progresión en su carrera en la década de los 80, de hecho, se le aprecia un cierto interés por descubrir la música cósmica, incluso música étnica. Digital moonscapes, Beauty in the beast y Secrets of synthesis fueron sus tres álbumes en esa década.
Desde los 90 a la actualidad siguió haciendo discos experimentales, remasterizaciones de otros antiguos, grabaciones inéditas y nuevas colaboraciones en proyectos cinematográficos, donde se sintió siempre muy cómoda.
Wendy Carlos prácticamente no ha parado nunca de experimentar, su vida ha estado dedicada en cuerpo y alma a traspasar los muros de la música convencional, no solo desde su aspecto artístico sino también científico, contribuyendo a la investigación y el perfeccionamiento de las máquinas que le servían de soporte. En 2005 la Sociedad para la Electroacústica de los Estados Unidos le otorgó su mayor reconocimiento (Lifetime Achievement), por su contribución al arte y la música electroacústica.
Por siempre, Wendy Carlos, gran mujer, para que tu música que ya es todo un legado siga acariciando nuestros sentimientos.
Wendy en realidad nació como Walter (comenzó su reasignación de sexo cuando tenía poco más de 30 años), pero ese es el cambio menos relevante que debemos subrayar en una decisión absolutamente respetable y que pertenece a su ámbito privado, puesto que su contribución al desarrollo de la música con sintetizadores fue tal, que aun siendo bastante conocida en el mundo de la música, el desconocimiento por el gran público hace que no sea suficientemente visible y a esta compositora hay que rendirle más homenajes y tributos que los que tiene. Y, puede que no se conozca, pero bandas sonoras de películas míticas salieron de su infinito talento.
Allá por 1953, cuando en España nuestros abuelos intentaban, como mayor avance tecnológico, sintonizar una arcaica radio para escuchar medianamente en condiciones la escasa oferta existente de emisoras, Carlos, que cursaba educación secundaria, gracias a una beca ya trabajaba con computadoras caseras. Ese antecedente y la dedicación musical de sus padres propiciaría que el, en ese momento, joven Walter cursara en su época universitaria paralelamente física y música.
No obstante, tras su graduación, su perfil se decantó por la música sin desaprovechar sus indudables conocimientos científicos y comenzó a interesarse y relacionarse por una balbuciente música electrónica. Corría la década de los 60 del pasado siglo y Vladimir Ussachevsky y Otto Luening, dos de los pioneros de la música de vanguardia fueron sus primeros inspiradores; más tarde, el punto de inflexión llegaría cuando entabló contacto con Richard Moog, uno de los padres del sintetizador y gran valedor del Columbia-Princeton Electronic Music Center, que avalado por dichas universidades neoyorquinas tan prestigiosas suponía el proyecto más ambicioso que había ese momento en todo el mundo en cuanto a investigación en aparatos productores de músicas de vanguardia.
Moog había creado un sintetizador que llevaba su nombre y Carlos se puso a trabajar no solo en perfeccionar su programación sino en implementar un teclado sobre ese ordenador que a la postre construyera música. Ese fue el segundo logro, sacarle el máximo partido al Moog, y con la ayuda de su inventor consiguieron que viera la luz Switched on Bach en 1968, había nacido, por su impacto popular, el primer disco de música realizada con sintetizador de la historia.
La cualidad de ese disco es que sonaba música de Johann Sebastian Bach, varias composiciones entre las que se encontraba el Concierto de Brandenburgo nº 5 en Re mayor, pero con la peculiaridad de que no se había utilizado ni un solo instrumento musical, aunque su sonoridad era tal que así lo parecía. La onda expansiva provocada de este proyecto fue tal que, cuando este humilde escribiente comenzaba dar por saco en este mundo, Switched on Bach vendía en el mundo, fundamentalmente en Estados Unidos, medio millón de copias.
Su segundo disco, en la misma línea, la de reproducir a compositores clásicos, sería The Well-Tempered Synthesizer (1969). Fruto de ese inusitado éxito, el reconocimiento de la crítica y la obtención de prestigiosos premios (Grammy entre otros), continuó unos años con la adaptación de la música clásica a los sintetizadores. No obstante, para que ese reconocimiento se amplificara, llegaría en 1971 su primer trabajo cinematográfico en una película mítica e irrepetible como «La naranja mecánica», una banda sonora que su director Stanley Kubrick quiso que se basara en música clásica, pero con el contrapunto de los sintetizadores. Era una especie de paradoja entre la realidad y la ficción, entre lo clásico y lo moderno; así pues, para los que pueden rememorar esta producción, resulta intrigante ver a los drugos (la pandilla de gamberros ultraviolentos) haciendo de las suyas mientras suena una música clásica de fondo con una sonoridad levemente transformada.
En su tercer trabajo, Sonic Seasonings, comenzó a experimentar en proyectos más propios y originales y se aprecia ya un acercamiento a la música ambiental. De hecho, en la década de los 70 se debate entre seguir versionando a los clásicos, Switched on Bach II llegaría en 1972, o tratar de avanzar en la música New Age, tal y como le reclamaban muchos de sus seguidores.
Desde luego, para entonces las revolución musical que había emprendido ya era todo un éxito y muchos de los músicos que han aparecido en este blog, y otros que hoy día hacen nuevas músicas basadas en la electrónica, bebieron de la fuente de Wendy Carlos.
Sin ser un momento decisivo de su carrera en solitario, Wendy ganaría más adeptos si cabe cuando volvió a colaborar con Kubrick en otra película inolvidable como fue «El resplandor», aunque parece que, en esta ocasión, el director estuvo muy activo en cómo debía ser la música, ante una película con un ambiente tan irrespirable, por lo que el margen de maniobra de esta autora pudo estar bastante mediatizado, amén de que no fue de Carlos la exclusividad de dicha banda sonora.
No menos importante fue la banda sonora de la película de la factoría de Disney «Tron», una composición que sí que fue verdaderamente novedosa, como el desarrollo de tal producción exigía. A mí la película no me gustó en su momento, y confieso que después de muchas veces que la han echado en televisión no he terminado de verla nunca, pero si he de resaltar que si había algo que llamaba la atención sobremanera en la cinta era su música.
El perfeccionamiento de los sintetizadores y la llegada de los sonidos digitales mucho más nítidos y perfectos que lo anterior, supuso una progresión en su carrera en la década de los 80, de hecho, se le aprecia un cierto interés por descubrir la música cósmica, incluso música étnica. Digital moonscapes, Beauty in the beast y Secrets of synthesis fueron sus tres álbumes en esa década.
Desde los 90 a la actualidad siguió haciendo discos experimentales, remasterizaciones de otros antiguos, grabaciones inéditas y nuevas colaboraciones en proyectos cinematográficos, donde se sintió siempre muy cómoda.
Wendy Carlos prácticamente no ha parado nunca de experimentar, su vida ha estado dedicada en cuerpo y alma a traspasar los muros de la música convencional, no solo desde su aspecto artístico sino también científico, contribuyendo a la investigación y el perfeccionamiento de las máquinas que le servían de soporte. En 2005 la Sociedad para la Electroacústica de los Estados Unidos le otorgó su mayor reconocimiento (Lifetime Achievement), por su contribución al arte y la música electroacústica.
Por siempre, Wendy Carlos, gran mujer, para que tu música que ya es todo un legado siga acariciando nuestros sentimientos.
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