QUINO Y EL MARAVILLOSO ESPACIO VITAL DE UNA IMPERECEDERA MAFALDA

Hubo una época en mi vida, que mi hermana recordará bien, en la que apareció por su cuarto un librito con historietas de Mafalda, no sé si fue una compra, un regalo o un préstamo de biblioteca, el caso es que fue durante un tiempo el regalo perfecto para ella y una excusa magnífica para mí, puesto que cada creación de Mafalda que entraba en casa era devorada por mí.

Confieso que me abruma un poco hablar de Mafalda y de Quino en esta bitácora y no repetir o reiterar algo de lo mucho que se ha escrito sobre este personaje y este autor, y tal vez la clave sea hacerlo expresando mi experiencia personal, sin más.

Y es que hace apenas unos días tuve que escribir para una revista filatélica de la que soy colaborador, acerca de una emisión que este año había salido en España dedicada al «Humor gráfico», donde se homenajeaba a Quino y a su personaje más representativo. Al escribir sobre Mafalda lo primero que se me vino a la cabeza fue lo siguiente: «Un cómic protagonizado por niños, no apto para niños».

Tal vez estuve muy contundente al calificar a las historietas de Mafalda como no aptas para niños, en realidad, es como le digo a mi hijo siempre, no veas series que no puedas entender, por mucho que la calificación orientativa de las mismas te permitan verla por tu edad, porque a buen seguro que alguno de los chistes no los pilla, porque le hace falta algo más de vida. En Mafalda ocurre igual, te puedes reír con la sopa, con sus amigos, con sus cuitas en el cole, pero es probable que no llegues a sus dobles sentidos, a su profundidad y a su crítica.

Pero dándole la vuelta a esta reflexión tampoco está mal que los niños se acerquen a un personaje como Mafalda, porque les abre la mente, porque de algún modo, les ayuda a ser críticos con el mundo que les rodea, a prepararse para instalarse en una sociedad que es imperfecta, mediocre si se quiere, y donde sería óptimo por parte de toda la ciudadanía, ser críticos ante ella con el fin último de construir un mejor entorno entre todos.

Porque Mafalda es una niña pequeña, una infante, pero con una mente mucho más grande que su cuerpecito rechoncho, su mente está constantemente preguntándose sobre el mundo, es perspicaz, es aguda, es inteligente, es lúcida, es crítica; ella ya ha captado esa imperfección desde lo cotidiano, lo mundano, hasta los grandes asuntos que mueven a personas muy sesudas que son las que nos dirigen con unos hilos invisibles cual marionetas.

Por otro lado, sus personajes accesorios, esos niños que conviven en el universo de Mafalda son representativos de cualquier sociedad moderna, es una muestra bastante fiel: Manolito, Guille, Felipe, Susanita, Libertad..., están los listos y los simples, los capitalistas y los obreros, los progresistas y los tradicionales. Estos rasgos se conjugan para que Mafalda vaya erigiendo el edificio crítico de una sociedad donde el ser humano se revela como un ser netamente egoísta y ese probablemente sea el mayor defecto que detesta nuestro personaje.

Lo curioso es que la mayor producción de tiras de Mafalda se hizo entre 1964 y 1973 y tenemos la conciencia de que el personaje sigue plenamente vivo; Quino alcanzó en ese punto su madurez artística y, de algún modo, literaria, pero lo que más sorprende, y en eso coinciden la mayoría de los críticos y de los aficionados a esta tira cómica, es que la mayor parte de los mensajes que lanza la niña son perfectamente válidos hoy, también probablemente dentro de cincuenta años, porque muchos son atemporales, incluso cuando no estemos aquí los de mi generación, seguirán estando vigentes. El medio ambiente, las guerras, el machismo, la justicia, la economía..., grandes asuntos que preocupan a muchas personas y nuestra chica se encarga de mandarnos mensajes contundentes que más valdría que alguno leyera y se aplicara de vez en cuando, muchísimo mejor nos iría a todos.

Cuando he referido acerca de la producción literaria, es necesario detenerse un momento, como siempre me gusta, para analizar mínimamente qué revelan sus dibujos. La mayor parte de los historietistas, de los humoristas gráficos, son ante todo contadores de historias que tienen como vehículo para llevarlas a cabo el dibujo; y no es que sacrifiquen el trazo para ensalzar el mensaje, pero bien es cierto que su horizonte es opinar, conciencia, incluso algunos aleccionar también. En el caso de Quino es evidente que, creado el personaje, los personajes, el trazo es sencillo, simple hasta cierto grado, las tiras, que son eso, una sucesión de tres o cuatro viñetas con rápido planteamiento, nudo y desenlace, se centran en las personas y el dibujante no gasta demasiado tiempo en decorar con añadidos, todo lo más imprime de gestualidad a sus niños, porque no dejan de ser niños, que dentro de su natural rebeldía acentúan sus pareceres con imágenes que nos evocan el estado de ánimo de estos. Incluso el color es secundario, la mayor parte de las tiras son en blanco y negro, también es verdad que porque, cuando se publicaban en prensa y revistas el color era un excepción, casi un lujo.

Por una serie de casualidades, cuando tenía pensado tratar sobre Mafalda y Quino, vino la muerte de Chiquito de la Calzada, pérdida que he sentido profundamente, porque a este hombre se le fue la vida en un estado de tristeza y cierta soledad, lo cual es impropio para un personaje que nos ha hecho reír tanto, inolvidable.

La casualidad es que se hablaba de que a Chiquito no se le homenajeó debidamente en vida, y parece que se le negó sucesivamente la Medalla de Oro de Andalucía, tal vez por aquello de que el humor se presupone un arte menor. Curiosamente Quino, algo que desconoce mucha gente, tiene sangre andaluza 100 %; aunque en sus biografías se cuenta que nació en Mendoza en 1932, él mismo ha reconocido que nació en Fuengirola unos años después y que sus padres saldrían de Andalucía y de España al poco del inicio de la Guerra Civil. De hecho, Quino obtuvo la doble nacionalidad en 1990.

No estaría mal el debido homenaje en Andalucía a Quino y su Mafalda, cuando el dibujante aún está entre nosotros y sigue vitalmente activo. Bien es cierto que Quino que, en realidad, se llama Joaquín Salvador Lavado Tejón, recibió en 2014 el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, galardón que este año han recibido los también argentinos y geniales Les Luthiers; el jurado de estos premios no se anda con remilgos y acierta de pleno al reconocer a humoristas o dibujantes, porque en este mundo de lamentos y problemas aquellos que nos hacen reír, que nos hacen la vida un poco más feliz, merecen todo nuestro reconocimiento.

Pongamos más Mafaldas en nuestros corazones y planteémonos la crítica constructiva de nuestro entorno y, por supuesto, nunca perdamos la sonrisa.

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