El mundo de la invención de juegos, creo que ya lo he comentado en más de una ocasión en este blog, me parece tan apasionante como complicado; debe resultar muy satisfactorio para un creador de juegos diseñar uno y que luego tu idea sirva para entretener a millones de personas de generación en generación.
Lo curioso, esto también lo he referido antes, es que muchos juegos del tipo que sean, son simples en su concepción, tanto que uno podría pensar «¿por qué no se me ha ocurrido esto a mí antes?», pero detrás de ello hay un proceso intelectivo bastante complejo; o sea que diseñar juegos o juguetes no es tan aparentemente fácil como uno podría imaginar.
Esto es lo que pasa con el o la «Jenga» (se suele utilizar en femenino en español por concordancia de género, aunque sea un vocablo foráneo, y se pronuncia como yenga), un juego bastante sencillo en su diseño y en su mecánica, que desde su lanzamiento ha proporcionado entretenimiento a millones de personas.
Confieso que no es un juego que yo tenga en mi casa, jamás lo he tenido, pero sí que he jugado varias veces; es un juego muy típico para sacarlo en reuniones de amigos, yo diría que típico del invierno, y con una característica muy interesante en su desarrollo, y es que todo el mundo puede jugar y todo el mundo se divierte; a la par que podemos decir que un porcentaje muy amplio de la población, pongamos de España y de los países occidentales, de entre 10 y 50 años, ha jugado alguna vez en su vida a Jenga.
Porque el factor clave de su mecánica es su rapidez, cada partida dura escasos minutos, y lo divertido es jugar muchas y reírte con estrategias y devenires del juego. No es un juego que invite a una competitividad extrema, por lo que no pasa nada si pierdes o si ganas. Y es que es, ante todo, una fuente de entretenimiento y diversión que tiene como único fin pasar un rato agradable.
Como mucha gente sabe, Jenga (otras copias probablemente chinas también se denominan Yenga tal cual, Blocks o La torre) es un juego de habilidad y estrategia compuesto por piezas de madera que tienen un canon bastante proporcionado: cada una de ellas es tres veces más larga que ancha y la tercera dimensión, llamémosle el fondo o el grueso, es una quinta parte de su longitud. Dispuestas las 54 piezas en pisos de 3 cada uno, se van colocando longitudinalmente en distinta posición en cada piso, es decir, se atraviesan con respecto a la posición de arriba y de abajo; desde la situación de partida el objetivo es ir quitando una a una las piezas de la torre, menos de último piso, y colocarlas arriba para seguir formando nuevos pisos completos.
Jenga por concepto se crea industrialmente con bloques de madera que no son perfectos, aunque todos son del mismo tamaño, tienen ligeros «defectos», tales como pequeñas curvaturas, nudos, no están pulimentados con gran pulcritud..., de manera que todos esos detalles hacen que el juego ofrezca alternativas imprevistas cada vez que se inicia, puesto que esas imperfecciones condicionan el desarrollo de cada partida, con lo que la aleatoriedad se convierte en un aliado fundamental para el constante divertimento para los jugadores, hasta que se cae, porque la torre se va convirtiendo en más alta y más inestable.
Probablemente cuanto más se juega más dure cada partida, porque los jugadores se vuelven más hábiles en sus movimientos, al ver lo que ha pasado en las partidas previas, incluso las piezas que pueden identificarse individualmente por algún defectillo que tengan sirven de referencia por ser más fáciles o más complicadas de sacar.
Aunque hay unas normas básicas de Jenga, estas no son la Biblia y cada cual las adapta a su manera, en principio, el hecho de que se puedan utilizar dos dedos de una sola mano parece que es una regla aceptada por todos, y que no se puedan tomar piezas, por lógica, del piso de arriba también; pero a partir de ahí, por la experiencia que tengo las veces que he jugado, las posibilidades son enormes, por ejemplo, dar un tiempo para mover, prohibir que se puedan coger de los tres últimos pisos de arriba, permitir recolocar...
Eso sí, parece que por la propia dinámica del juego, y que yo diría que a partir de la décima pieza la torre ya se tambalea visiblemente, no es conveniente que jueguen más de cuatro o cinco personas, porque si no es difícil que cada jugador haga más allá de dos movimientos, y hay que darle vidilla al juego, es mi opinión.
El origen que tiene Jenga es bastante de curioso, para empezar hay que señalar que es un juego relativamente moderno, de ahí que sea más sorprendente que a nadie se le hubiera ocurrido antes, y es que lo sacó al mercado la diseñadora de juegos Leslie Scott en 1983, diseñadora que por cierto, a día de hoy, sigue en activo. Leslie nació en la costera ciudad tanzana de Dar es Salaam, aunque de ascendencia británica, vivió en su infancia y juventud en varios países africanos de influencia anglosajona. Parece ser que de pequeña inventaron o reinventaron en su familia algún juego que se jugaba en tierras africanas y lo perfeccionó hasta el juego que es hoy. Y ello tiene cierta lógica, porque en países con pocos recursos los niños tienen que agudizar mucho más el ingenio que los nuestros para divertirse con cosas que cuesten poco y sean fáciles de conseguir, y los bloques de madera se me antojan como un recurso idóneo. Jenga derivaría del vocablo suajili kujenga, que significaría construir.
Dado que Jenga fue desde su concepción un juego simple, las diferentes empresas que se hicieron con su comercialización, hoy el gigante de los juguetes Hasbro, también introdujeron variantes para hacerlo si cabe más atractivo a los apasionados seguidores de este lúdico pasatiempo. Uno de esos modelos rediseñados aparece con colores, de tal manera que obligatoriamente hay que alternando los colores en cada turno, o tienes un dado que te obliga a sacar pieza del color que salga. Incluso algunas personas le han dado una vuelta de tuerca a esto y ponen etiquetas a piezas con alguna letra que representa pruebas que hay que realizar en caso de que uno se quede con la pieza en la mano cuando caiga la torre.
Y, por supuesto, visto el filón de un juego que se ha vendido muchísimo a lo largo de estas más de tres décadas, los fabricantes también idearon que, por qué no, también se podría alterar su tamaño, en una «nueva dimensión» del juego. Así que Jenga XXL o Jenga Giant son versiones del juego que hacen las delicias de los amantes del juego, y entre otros jugadores ilustres están los protagonistas de The Big Bang Theory, muy aficionados ellos a los juegos de mesa, en el que juegan con piezas de tamaño maxi y el propio Sheldon Cooper viste casco de obra en su obsesión casi clínica por la seguridad.
También está Jenga Xtreme con las piezas en forma de paralelogramo; incluso hay versiones para ordenador, pero esto no creo que tenga gracia alguna.
Una de las facetas de la diversión que yo puedo aportar por mi experiencia personal, es que te ríes mucho indicando estrategias malas a tus competidores. Yo soy de los que digo tonterías sin sentido muchas veces, y las repito hasta la saciedad, porque la tontería crece por el cansineo, aunque no tenga gracia para nadie más que para mí; por eso cuando juego no paro de recomendar las peores piezas, y me repito, aun cuando todo el mundo advierte que esas piezas son sinónimo de desastre.
En fin, entretenimiento, diversión, calor humano y a un precio módico, y es que unos cuantos tacos de madera, por muy buena que sea esta, no nos pueden sacar de pobres pero sí que nos pueden proporcionar placeres de ricos.
Lo curioso, esto también lo he referido antes, es que muchos juegos del tipo que sean, son simples en su concepción, tanto que uno podría pensar «¿por qué no se me ha ocurrido esto a mí antes?», pero detrás de ello hay un proceso intelectivo bastante complejo; o sea que diseñar juegos o juguetes no es tan aparentemente fácil como uno podría imaginar.
Esto es lo que pasa con el o la «Jenga» (se suele utilizar en femenino en español por concordancia de género, aunque sea un vocablo foráneo, y se pronuncia como yenga), un juego bastante sencillo en su diseño y en su mecánica, que desde su lanzamiento ha proporcionado entretenimiento a millones de personas.
Confieso que no es un juego que yo tenga en mi casa, jamás lo he tenido, pero sí que he jugado varias veces; es un juego muy típico para sacarlo en reuniones de amigos, yo diría que típico del invierno, y con una característica muy interesante en su desarrollo, y es que todo el mundo puede jugar y todo el mundo se divierte; a la par que podemos decir que un porcentaje muy amplio de la población, pongamos de España y de los países occidentales, de entre 10 y 50 años, ha jugado alguna vez en su vida a Jenga.
Porque el factor clave de su mecánica es su rapidez, cada partida dura escasos minutos, y lo divertido es jugar muchas y reírte con estrategias y devenires del juego. No es un juego que invite a una competitividad extrema, por lo que no pasa nada si pierdes o si ganas. Y es que es, ante todo, una fuente de entretenimiento y diversión que tiene como único fin pasar un rato agradable.
Como mucha gente sabe, Jenga (otras copias probablemente chinas también se denominan Yenga tal cual, Blocks o La torre) es un juego de habilidad y estrategia compuesto por piezas de madera que tienen un canon bastante proporcionado: cada una de ellas es tres veces más larga que ancha y la tercera dimensión, llamémosle el fondo o el grueso, es una quinta parte de su longitud. Dispuestas las 54 piezas en pisos de 3 cada uno, se van colocando longitudinalmente en distinta posición en cada piso, es decir, se atraviesan con respecto a la posición de arriba y de abajo; desde la situación de partida el objetivo es ir quitando una a una las piezas de la torre, menos de último piso, y colocarlas arriba para seguir formando nuevos pisos completos.
Jenga por concepto se crea industrialmente con bloques de madera que no son perfectos, aunque todos son del mismo tamaño, tienen ligeros «defectos», tales como pequeñas curvaturas, nudos, no están pulimentados con gran pulcritud..., de manera que todos esos detalles hacen que el juego ofrezca alternativas imprevistas cada vez que se inicia, puesto que esas imperfecciones condicionan el desarrollo de cada partida, con lo que la aleatoriedad se convierte en un aliado fundamental para el constante divertimento para los jugadores, hasta que se cae, porque la torre se va convirtiendo en más alta y más inestable.
Probablemente cuanto más se juega más dure cada partida, porque los jugadores se vuelven más hábiles en sus movimientos, al ver lo que ha pasado en las partidas previas, incluso las piezas que pueden identificarse individualmente por algún defectillo que tengan sirven de referencia por ser más fáciles o más complicadas de sacar.
Aunque hay unas normas básicas de Jenga, estas no son la Biblia y cada cual las adapta a su manera, en principio, el hecho de que se puedan utilizar dos dedos de una sola mano parece que es una regla aceptada por todos, y que no se puedan tomar piezas, por lógica, del piso de arriba también; pero a partir de ahí, por la experiencia que tengo las veces que he jugado, las posibilidades son enormes, por ejemplo, dar un tiempo para mover, prohibir que se puedan coger de los tres últimos pisos de arriba, permitir recolocar...
Eso sí, parece que por la propia dinámica del juego, y que yo diría que a partir de la décima pieza la torre ya se tambalea visiblemente, no es conveniente que jueguen más de cuatro o cinco personas, porque si no es difícil que cada jugador haga más allá de dos movimientos, y hay que darle vidilla al juego, es mi opinión.
El origen que tiene Jenga es bastante de curioso, para empezar hay que señalar que es un juego relativamente moderno, de ahí que sea más sorprendente que a nadie se le hubiera ocurrido antes, y es que lo sacó al mercado la diseñadora de juegos Leslie Scott en 1983, diseñadora que por cierto, a día de hoy, sigue en activo. Leslie nació en la costera ciudad tanzana de Dar es Salaam, aunque de ascendencia británica, vivió en su infancia y juventud en varios países africanos de influencia anglosajona. Parece ser que de pequeña inventaron o reinventaron en su familia algún juego que se jugaba en tierras africanas y lo perfeccionó hasta el juego que es hoy. Y ello tiene cierta lógica, porque en países con pocos recursos los niños tienen que agudizar mucho más el ingenio que los nuestros para divertirse con cosas que cuesten poco y sean fáciles de conseguir, y los bloques de madera se me antojan como un recurso idóneo. Jenga derivaría del vocablo suajili kujenga, que significaría construir.
Dado que Jenga fue desde su concepción un juego simple, las diferentes empresas que se hicieron con su comercialización, hoy el gigante de los juguetes Hasbro, también introdujeron variantes para hacerlo si cabe más atractivo a los apasionados seguidores de este lúdico pasatiempo. Uno de esos modelos rediseñados aparece con colores, de tal manera que obligatoriamente hay que alternando los colores en cada turno, o tienes un dado que te obliga a sacar pieza del color que salga. Incluso algunas personas le han dado una vuelta de tuerca a esto y ponen etiquetas a piezas con alguna letra que representa pruebas que hay que realizar en caso de que uno se quede con la pieza en la mano cuando caiga la torre.
Y, por supuesto, visto el filón de un juego que se ha vendido muchísimo a lo largo de estas más de tres décadas, los fabricantes también idearon que, por qué no, también se podría alterar su tamaño, en una «nueva dimensión» del juego. Así que Jenga XXL o Jenga Giant son versiones del juego que hacen las delicias de los amantes del juego, y entre otros jugadores ilustres están los protagonistas de The Big Bang Theory, muy aficionados ellos a los juegos de mesa, en el que juegan con piezas de tamaño maxi y el propio Sheldon Cooper viste casco de obra en su obsesión casi clínica por la seguridad.
También está Jenga Xtreme con las piezas en forma de paralelogramo; incluso hay versiones para ordenador, pero esto no creo que tenga gracia alguna.
Una de las facetas de la diversión que yo puedo aportar por mi experiencia personal, es que te ríes mucho indicando estrategias malas a tus competidores. Yo soy de los que digo tonterías sin sentido muchas veces, y las repito hasta la saciedad, porque la tontería crece por el cansineo, aunque no tenga gracia para nadie más que para mí; por eso cuando juego no paro de recomendar las peores piezas, y me repito, aun cuando todo el mundo advierte que esas piezas son sinónimo de desastre.
En fin, entretenimiento, diversión, calor humano y a un precio módico, y es que unos cuantos tacos de madera, por muy buena que sea esta, no nos pueden sacar de pobres pero sí que nos pueden proporcionar placeres de ricos.
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