"LAS CUATRO PLUMAS", DE ALEXANDER KORDA


No sé, llegamos a este estado de semiconfinamiento y es como si, de algún modo, desenterráramos los viejos fantasmas del miedo que nos atenazaron en los primeros días de aquel confinamiento en marzo; y por eso, porque ya tenemos una experiencia me dispuse a intentar copiar alguna pauta que me funcionó bien para evadir la mente de pensamientos martirizadores.

Una de las que se me vino a la cabeza fue la de visionar una buena película antigua de esas de aventuras, de las que veías de pequeño en «Primera sesión» y que tanto nos fascinaban, así que me dispuse a buscar alguna que no hubiera visto, o que no recordara haber visto, y que pudiera cumplir con esos mínimos que se esperan de ese cine clásico, de grandes escenarios, de acción, con enjundia, con historia.

«Las cuatro plumas», no me sonaba haberla visto pero nada más empezar a visionarla ya me di cuenta de que era realmente lo que buscaba, una película británica de 1939 dirigida por el cineasta de origen húngaro Alexander Korda (célebre también por «El ladrón de Bagdad») y que narra un episodio histórico en el que emerge una trama de honor teñida con un componente sentimental, con muchos ingredientes para el entretenimiento.

En su afán imperialista por medio mundo Gran Bretaña pretende controlar y, de hecho, así lo hizo durante el siglo XIX, buena parte del continente africano. Aliada con Egipto también controla Sudán, estamos en 1884, pero los derviches (movimiento de insurrección de ciertas facciones de ese territorio) llevan a cabo un asedio sobre su capital Jartum, y a principios de 1885 el ejército británico, mermado y sin refuerzos, caerá derrotado y la ciudad pasará a estar en poder de los derviches, que además decapitarán al general Charles George Gordon (de este episodio también hay películas).

Siendo toda una deshonra para Gran Bretaña la caída de Jartum, el ejército se preparará para en unos tres años preparar una ofensiva y volver a recuperar con la ayuda egipcia la ciudad que habían perdido.

En esta adaptación al cine de la novela del escritor Alfred Edward Woodley Mason se nos narra la vida del joven Harry Faversham, oficial del ejército británico, abocado a servir en el mismo, dado que su padre, militar también, casi lo obliga dada la tradición familiar. Harry tiene una carrera brillante, tiene un estatus y además su futuro es perfecto gracias al compromiso que ha formalizado con Ethna Eustace, también hija de otro militar de alta graduación.

Pero algo inquieta a Faversham y no es otra cosa que su vocación, no cree en la guerra y tal vez en el desmedido ímpetu colonial de su país o tal vez sea algo mucho más humano, es un cobarde y tiene miedo; así que cuando surge la misión de Sudán para recuperar las plazas reconquistadas por los derviches él presenta su renuncia.

Inmediatamente recibirá tres plumas de sus tres mejores amigos y compañeros de armas, plumas que representan todo un deshonor, un rechazo a su persona. Pero no se queda ahí la afrenta y su prometida también lo rechazará por no responder a lo que se espera de un hombre de armas, Ethna simbolizará la cuarta pluma y además romperá su compromiso en favor de uno de esos tres amigos, Jack Durrance.

Al poco se revelará que para Harry hay algo que está por encima de su miedo y de su supuesta cobardía, es la dignidad. No puede soportar que esas cuatro plumas puedan marcar su existencia e intentará redimirse a toda costa.

Armado de un valor que no encontraba para ser soldado decide emprender una aventura increíble, ir a Egipto en busca de echar una mano a sus compañeros desde cierta clandestinidad. Se hace pasar por un shangali, tribu norteafricana caracterizada por una cicatriz en la frente, que Harry accederá a realizarse, ello junto a la indumentaria adecuada y haciéndose pasar por mudo, ya que no conoce el idioma, le permitirá llegar hasta el meollo de la guerra.

En medio del desierto, en una operación de reconocimiento el capitán Jack Durrance sufrirá un duro episodio de insolación y se quedará ciego aunque no lo reconocerá ante los suyos y fingirá estar simplemente desorientado. En una ofensiva de los derviches caerá prácticamente toda la compañía en la que están sus amigos, Durrance será dado por muerto, aunque está solo conmocionado y los otros dos son apresados. Harry rescatará a Durrance y lo acercará a un destacamento británico no sin antes depositarle su pluma en la cartera.

Ya de vuelta al Reino Unido, Durrance reconocidamente ciego, narrará su aventura a los suyos incluida Ethna y comentará que antes de hacer prisionero al shangali y mandar a trabajos forzados, este quiso robarle (cuando en realidad estaba devolviendo la pluma). Todos comprueban la existencia de la pluma y reconocerán que Harry Faversham está vivo y que está queriendo pagar su deuda de honor de la forma más valiente y distinguida.

En el siguiente episodio ya se ve a Harry a las afueras de Jartum, en Omdurmán, en el que intentará liberar a sus otros dos amigos.

No revelo mucho más, pero es verdad que la película, como decía al principio, tiene ese aire de gran producción de la época, con una historia amena, para todos los públicos y que cuenta con esos alicientes para hacerla un producto nato para el entretenimiento de unos aficionados al cine que eran muy dados a este tipo de productos: aventuras, acción, colorido, amor, algo de humor, música trepidante y con las escenas violentas muy soslayadas.

A tantas décadas de distancia sí que es verdad que llaman la atención algunos efectos especiales que se ven un tanto burdos hoy, y por supuesto, que los adelantos técnicos de hoy impiden que las escenas se puedan hacer simulando escenarios o personas, con lo cual la película, que se rodó en el mismo Sudán y creo que también en Egipto, cuenta con una cantidad descomunal de extras, dispendio que hoy sería impensable de abordar.

Por último, no me gustaría acabar sin hacer una brevísima reflexión hacia el modo de narrar la historia en muchos países, o cómo se narra en España. En nuestro país parece que da miedo contar la historia y si se cuenta se hace con el barniz de la ideología; y la historia es historia, buena o mala. Al transcurrir de los tiempos, tal vez no tengamos que sentirnos orgullosos de ella, pero hay que contarla y haciéndolo mostrando como ocurrió. Todos los países cuentan su historia, hasta la honran, porque la historia ha forjado lo que es una nación en el presente, pero aquí probablemente seguiremos cogiéndonosla con papel de fumar porque el principal enemigo del español es el otro español que tienes enfrente, y así no vamos a resolver nada en esta vida, jamás.

Comentarios