GAMBITO DE DAMA, UNA SERIE SOBRE AJEDREZ QUE HA REDESCUBIERTO EL AJEDREZ

Creo que lo he comentado en más de una ocasión en este blog, que soy un buen aficionado al ajedrez, peor practicante, y esto último siempre querría mejorarlo, aunque fuera dedicando un día a la semana a jugar tan siquiera con una máquina en la infinidad de aplicaciones que existen en los móviles, pero me temo que no estoy en condiciones aún de tomar esa iniciativa de forma decidida. 

Esa afición por el ajedrez me ha permitido y me permite estar al tanto del panorama ajedrecístico actual, al igual que haber leído libros de este deporte ciencia y tener otros en las estanterías de mi modesta biblioteca que dudo que alguna vez pueda meterles mano.

Por eso, cuando escuché que habían hecho una serie de televisión sobre ajedrez o que giraba en torno a él, me llamó la atención de momento. Mi sorpresa, relativa, es que la serie estaba siendo toda una sensación, y después de haberla visto hace ya unas semanas, sí que ha sido más sorprendente que se trate al parecer, por un lado, del mejor estreno de una miniserie en la historia de Netflix, al haberla visionado más de 60 millones de personas en apenas cuatro semanas y, por otro, que ha incrementado la afición por el ajedrez en buena parte del mundo, la gente se ha apuntado a clubes, se han agotado las existencias de juegos de ajedrez en muchos grandes almacenes y también de tratados y libros de esta temática.

No obstante y para ser fieles al espíritu de la serie, algo en lo que los puristas del ajedrez se pueden haber sentido un tanto decepcionados, sí que gira en torno al ajedrez pero, de algún modo, ese es el pasaporte, el hilo conductor de la historia de una chica extraordinaria y sus vicisitudes en una vida apasionante llena de altibajos, de reveses y de triunfos, de desenfrenos y de adicciones, y todo esto es la esencia de un relato ficticio, inventado, algo que no podemos perder de vista por mucho que nos guste el ajedrez.

Basada en el libro del mismo nombre del escritor californiano Walter Tevis y que se publicó en 1983, la serie narra la vida de Beth Harmon, desde niña a adulta pasando por la adolescencia. Beth es hija de madre soltera, su madre supone el primer estímulo para la pequeña, se deduce que es una mente maravillosa con problemas mentales; en la búsqueda de un futuro mejor para su hija, pretende el concurso del padre de la niña, pero este está totalmente al margen, en otra vida, familiar, idílica, casi perfecta.

Madre e hija tendrán un accidente de tráfico en el que la madre muere y la niña saldrá ilesa, desde ese momento la joven Beth es internada en un orfanato. No se puede decir que la institución fuera estricta o que tratara mal a las niñas, aunque sí que es cierto que cada día le administraban dos pastillas para atemperar el ánimo. Una de ellas será particularmente estimulante para Beth.

En ese ínterin conoce el juego del ajedrez a través del bedel del centro, el señor Sheibel. Inmediatamente se percibirá que Beth es una niña superdotada y que tiene un talento innato para este juego, sin embargo, para poder imaginar jugadas y desarrollos de piezas comenzará a depender de una de las pastillas que le proporciona el centro.

Siendo una desconocida vencerá en un primer torneo local y a partir de ahí comenzará a subir como la espuma. A una edad que podría considerarse excesiva, yo diría que unos 15 o 16 años, es adoptada por una pareja típica de clase media estadounidense, sin hijos y razonablemente acomodada. No obstante, al poco de la adopción el padre, que no acepta a la chica, abandona la familia y deja a las dos mujeres solas y en una situación un tanto precaria.

La madre adoptiva es una buena mujer, con la que llega a tener una muy buena relación, le procura paz interior a la joven, aunque no es del todo un ejemplo para Beth, pues pone como refugio de sus problemas cierta inclinación a la bebida, al tabaco, a ver la televisión compulsivamente…

No obstante, ambas comienzan a disfrutar de la vida, ya que las cosas en el ajedrez de competición le van muy bien a Beth y gozan de cierto estado de bienestar, pueden viajar y vivir de manera algo holgada.

Pero todo comenzará a truncarse cuando muere la madre adoptiva y para la protagonista será como revivir la muerte de su madre natural; pasará un momento de crisis y la bebida y las drogas estarán muy presentes, llegando casi a tocar fondo.

Con la ayuda de una antigua compañera de orfanato y otros amigos del mundo del ajedrez empezará a remontar el vuelo con la idea de crecer definitivamente en este deporte y tratar de derrotar a los mejores jugadores del mundo. Cabe reseñar que la serie se sucede en la década de los 60 y dichos jugadores se encontrarían en Europa y más concretamente en la URSS, lo cual es cierto.

A este respecto los nombres de todos los jugadores de la serie son inventados, es evidente que Beth Harmon nunca existió, ni ninguno de su contrincantes, incluyendo al gran maestro soviético Borgov, teóricamente el mejor jugador del mundo en ese momento. Lo que sí son ciertas son las referencias a jugadores históricos, libros de estudio que se manejan, nombres de las aperturas…

Lo que puede ser una crítica de los puristas, de los ajedrecistas, es que refleja una imagen del ajedrez que no es del todo cierta. Los jugadores de ajedrez profesionales no consumen nada más allá que café, es más, cualquier droga o estimulante no haría más que hacer decrecer su rendimiento, lo cual no quita que históricamente haya habido alguno que se haya inclinado por algún tipo de adicción. En honor a la verdad la historia que se cuenta es eso, una historia, una novela, y el autor quiso darle esa pátina de rebeldía y esa tendencia al consumo de sustancias a la protagonista; ello no revela que sea una realidad en el ajedrez profesional, no lo es.

Los jugadores de ajedrez profesionales son personas absolutamente normales y, por ende, equilibrados. Yo que he tenido oportunidad de ver en directo muchos torneos de ajedrez he podido observar que sí que hay un pequeño lado friqui, tal vez en el modo de vestir, en sus gestos, a lo mejor algo de desaliño, pero creo que es, en algunos casos, una forma de concentrarse en un deporte que exige un gran ensimismamiento, el olvidarse momentáneamente de lo terrenal.

Beth Harmon se enfrenta a un mundo de hombres, lo cual también es, de algún modo, un reflejo de la realidad donde el número de fichas masculinas supera a la de las mujeres, y también el nivel competitivo de los hombres, aunque esto es meramente estadístico, si hubiera más mujeres practicantes (a ver si ahora se animan con la serie) probablemente estarían entre los mejores ajedrecistas, como en su momento lo estuvo la húngara Judit Polgar, que estuvo entre los diez mejores jugadores del mundo hace unos años.

Algunos han intentado establecer paralelismos entre Harmon y su rival el soviético Vasily Borgov, con la rivalidad que mantuvieron en los 60 y 70 el prodigio estadounidense Bobby Fischer, que este sí que fue una mente atormentada y a la postre un juguete roto, y los grandes maestros del ajedrez soviético, probablemente con Boris Spassky como figura más reseñable. El ajedrez no deja de ser un juego pero en aquellos años de guerra fría había una especie de lucha interna, mental, por dominar aunque fuera metafóricamente el juego de las sesenta y cuatro casillas, una especie de planeta Tierra en miniatura.

También se critica por los que entienden de ajedrez tanto que en la serie no haya tablas, algo que es común, muy común, casi lo normal en este mundo, como que los movimientos se suceden con extraordinaria rapidez. Todo esto es cierto y no puede ser, sin duda, más que una licencia de la serie, lógica de todo punto, para hacer más apasionante el desarrollo de la acción, ya sea en el hecho de que no haya empates o que obviamente, salvo en las modalidades rápidas o relámpago, es muy lento en su desarrollo y no es infrecuente tirarse pensando media hora o más.

La serie tiene un recorrido cronológico y comienza desde el accidente de tráfico, y las partes que hacen referencia a la niñez las vamos conociendo poco a poco a través del recorrido mental de Beth.

Cabe decir, por concluir, que es una serie que tiene mucho ritmo y que con toda seguridad ha tenido este éxito gracias al acierto en la elección de la actriz Anya Taylor-Joy, dado que es un relato biográfico y ella ocupa un porcentaje amplísimo del metraje. Una actriz que llena todo, que es camaleónica, misteriosa, atractiva, con una mirada penetrante. Una Anya Taylor-Joy que ha sido todo un descubrimiento y que es angloargentina, y sí, habla español perfectamente.

Y si la serie ayuda a que haya muchas más personas practicando ajedrez, pues tanto mejor.

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