"TE DARÉ LA TIERRA", DE CHUFO LLORÉNS

Sin duda que cuando lees un libro te adentras en un terreno inexplorado y cada uno de ellos en su particular microuniverso no solo te transporta a la construcción de escenarios, ambientes, paisajes y personas, sino que se entronca en tu particular existencia y hace que te atraiga más o menos según lo que te evoque en cada momento, si a eso le unimos los prejuicios de cada uno, concluiremos con que cada libro es una experiencia diferente en cada lector.

He de manifestar que sí que tengo algo de prejuicio con la novela histórica, entre que desconfío de que los datos ofrecidos sean del todo reales y que lo antiguo puede ser sinónimo de aburrido, tengo en no pocas ocasiones que derribar ese muro; la forma de derribarlo es leer aun en contra de tu instinto y tratar de engancharte, intentando que la novela te atraiga, revolverte contra lo que te aprisiona.

En esta novela de Chufo Lloréns, del que después haré una breve reseña ya que tiene una biografía muy peculiar, hubo otro elemento que me influyó negativamente en un inicio, y es que como ya he cifrado en más de una ocasión en esta bitácora, cuando observo muchos personajes ya me da cierta pereza porque me imagino que tengo que hacer un ejercicio extra de memorización y que va a derivar en pérdida del hilo de esos personajes y de la narración, o sea, que uno es gandulillo y huye de hacer ese esfuerzo mental o de ponerse en dicho brete.

Y aquí me costó entrar, y era prejuicio, también es verdad que en una novela tan larga, con casi seiscientas páginas, hasta que se presentan someramente los personajes ya te has despachado un diez por ciento de la novela y eso es mucho, pero mantuve el tipo y al final caí por fortuna en los brazos de una novela trepidante, muy buena y a pesar del momento en que se desarrolla la acción, mitad del siglo XI, no me ha resultado ajada ni por asomo, más bien moderna, actual, envolvente.

Llegué por un casual, que se suele decir, a esta novela, precisamente leyendo una revista monográfica de historia y conociendo a un autor del que no sabía nada hasta ese momento, un tipo, Chufo Lloréns, que antes de ser escritor o antes de dedicarse plenamente a la literatura fue durante muchos años empresario de espectáculos. Como creo haber leído en una entrevista, esa dedicación primigenia lo era por obligación más que por vocación y, fue después, cuando tenía más o menos su vida solucionada o encauzada cuando se hizo un sitio en la novela histórica. Aún sigue escribiendo, afortunadamente, aunque ya lo contemplan noventa décadas.

Fue finalista del premio Planeta en 1986 pero su consagración vino realmente en 2008 con esta novela, y con tan buena crítica y aceptación, en una época, hace diez o quince años donde la novela histórica comenzó a despuntar o a tener una especie de despertar en escritores y lectores que vieron en dicha temática una interesante moda que no lo es tal, realmente siempre ha existido pero por distintas circunstancias llevamos varios años en los que esa novela histórica es la gran atracción de muchas editoriales.

Chufo Lloréns no fue de farol en esta novela y dedicó un tiempo provechoso y amplio para que su relato fuera entretenido y redondo sin pasar por alto ningún detalle cronológico y costumbrista digno de ser plasmado para darle mayor veracidad histórica. Un año y medio de investigación y tres años de escritura contemplan esta novela que nació para que impactara en los lectores.

Aparentemente nada haría presagiar que «Te daré la tierra», cuya acción se sitúa en pleno ecuador de la Edad Media, mitad del siglo XI, pudiera dar tantísimo juego y construirse un escenario argumental tan rico y apasionante.

La novela se sitúa en la Cataluña y Barcelona de aquella época, época en la que el concepto de estado tal y como lo conocemos hoy no existía de ese modo, y los condados con sus condes o condesas al frente son como pequeños reinos, una especie de ciudades-Estado con toda su estructura administrativa, militar y social, congruente con ese tiempo.

Es una novela que gravita sobre el poder, de personas buenas y malas, de tramas palaciegas y también de amor, con acción y con interesantes reflexiones sobre la personalidad humana.

Sería excesivamente prolijo el reseñar el abanico de personajes de la serie y dado que recomiendo con fervor la lectura de esta obra, no entraré más que a destacar unas pinceladas de lo más atractivo de la misma, sin duda exiguas.

Es lo que he comentado, una clásica novela en la que se define claramente a los buenos y los malos, y cada uno con su perfil tan estereotipado que no ya los buenos son muy buenos, sino que los malos son de la peor calaña, y de los unos te haces seguidor y de los otros un acendrado detractor.

Martín Barbany es el joven hijo de un militar que recibe una buena herencia tras años de batallar y caer muerto en episodio bélico. Pese a su juventud, con buen juicio comienza a crearse un patrimonio que gira en torno a negocios acertados que le harán ser una personalidad destacada en la Barcelona de aquellos tiempos. Un patrimonio que le cuidarán los judíos de Barcelona, con los que hará una poderosa y fiel amistad.

Dentro de las estrategias de poder que se suceden por aquellos lares, Ramón Berenguer es la figura destacada, conde de Barcelona, el cual se amancebará primero y después se unirá con la condesa de Almodis, no ya en una estrategia de poder sino también de futuro, con objeto de que le traiga buenos vástagos para su estirpe. Ramón es algo visceral y se mueve entre el amor y la defensa de su territorio, a veces no toma decisiones ideales; su esposa es intrépida y sabe como manejar los hilos de su marido por debajo.

Surge también una figura muy principal como es la Bernat Montcusí, recaudador de impuestos y todo un prohombre de la sociedad catalana, todo el que quería progresar tenía que rendirle cuentas.

Laia es la hijastra de Bernat y el joven Barbany se enamorará de ella antes de que este parta en un periplo marítimo largo en el tiempo en pos de consolidar una estructura comercial que le rente para el futuro. Durante ese viaje Montcusí, que es un ser ladino y despreciable, abusará de su hijastra y esta tendrá descendencia. Martí Barbany volverá de su viaje para contraer matrimonio y sintiéndose indigna se suicidará poco antes del compromiso.

Ramón Berenguer será engañado por los moros en un importante trato sobre territorios y rehenes, recibiendo una cantidad de moneda que se revelará a la postre que es falsa, que el contenido de oro de los maravadíes recibidos es ínfimo, y Bernat Montcusí acusará al judío Baruj Benvenist encargado de fundir esos dineros y amigo entrañable de Martí Barbany; dicho judío morirá en el cadalso por haber mentido al verificar la calidad del metal.

La colección de afrentas del odioso Montcusí, a la que se unen el ataque directo hacia la persona de Martí Barbany y la animadversión que le tiene Almodis de la Marca al recaudador de impuestos, procurarán un juicio de honor (litis honoris), al que Barbany acudirá seriamente herido pues han intentando atentar contra él. La venganza está obviamente servida y comenzará a consumarse, y sí que se servirá en plato frío, aunque en honor a la verdad me hubiera gustado que la venganza se hubiera obrado de otra forma pero es la opinión de un lector que se ha metido de lleno en la piel de determinados personajes.

En definitiva una lectura muy atractiva que me descubre la auténtica dimensión de la novela histórica con total éxito y que, dicho sea de paso, me ha obligado a estar mirando el diccionario constantemente, porque Chufo Lloréns es una persona notablemente cultivada y se refleja en cada entresijo de esta obra.

Comentarios