"REY LOBO", DE JUAN ESLAVA GALÁN

Creo que es el segundo libro que leo de este ilustre urgabonense y sinceramente también pienso que he leído poco de este escritor y debiera de tener una deriva más acentuada, por la calidad e interés de lo que transmite, y también por el paisanaje, por qué no.

Me la recomendó y me dejó esta novela para su ferviente lectura mi buen amigo Pedro Pérez Aranda, otro de mis fieles y anónimos seguidores de este blog, y me la recomendó tanto por la historia que cuenta como porque la misma se desarrolla y hace mención a distintos puntos geográficos de nuestra provincia de Jaén.

Reitero una vez más en esta bitácora que tengo ciertas reservas con la novela histórica, sobre todo si lo que pretende recrear es algún acontecimiento histórico que se presume real y eso me suele poner en guardia, que es tanto como decir en rebeldía, ya que cuestiono mucho verdades que nos han llegado de manera indirecta y más y más difuminadas, también tergiversadas, cuanto más tiempo hace de ellas.

A priori esta historia no se presentaba como una de las que yo hubiera elegido motu proprio, pero hete aquí que al poco de empezar a leerla aprecias no solo que la historia que narra te llena y te atrapa con inmediatez, sino que Eslava Galán no pretende llevar a cabo el relato de un hecho histórico concreto sino que contextualiza unos personajes y unos territorios en una época, donde lo que se cuenta es más importante que dónde y cuándo se cuenta, porque la acción se sitúa en la Edad Antigua, muchos siglos antes del nacimiento de Jesucristo, en concreto el siglo V. Este fascinante novelista pondera adecuadamente todo esto y enmarcando el acontecer histórico nos presenta más que una retahíla de hechos reales y reseñables, ante todo, un testimonio costumbrista de una época tan lejana como desconocida para un habitante del siglo XXI.

Cotrufes es un mercenario ibero (Eslava utiliza el adjetivo como palabra llana en toda la novela y para la RAE esa palabra se puede usar indistintamente tanto llana como esdrújula) que tiene como mano derecha a Zumel y junto con otros guerreros oriundos de la provincia de Jaén de un lugar geográfico, Zubión) que hoy sería Puente Tablas, situado entre Jaén y Villargordo, en la ribera del Baitis (río Betis y hoy río Guadalquivir), forman «la cadena», esto es, un grupo de luchadores a sueldo de las muchas confrontaciones y cuitas bélicas, geográficas y de poder que se sucedían en el Viejo Continente siglos antes del nacimiento de Jesucristo, territorios que nos evocan numerosos lugares que miran al mar Mediterráneo.

Completado uno de esos episodios militares y toda vez que en esa época y en el contexto de guerras y luchas que eran cuerpo a cuerpo, la mortandad era alta y la vida valía, en consecuencia, bien poco; nuestra singular cadena ibera-jiennense ha quedado tan mermada que de aquellos que empezaron su periplo guerrero solo quedan Cotrufes y Zumel. Cotrufes es engañado por el poderoso Potasio y muere, por lo que Zumel debiera, de acuerdo con lo que marca la tradición, morir con él.

No obstante, Zumel decide hacer lo contrario a lo que marcan leyes ancestrales, dirá que Cotrufes ha decidido no regresar al pueblo, y vuelve a su tierra con el modesto objetivo de ser un humilde pastor y dedicarse a una vida tranquila y alejada del ambiente hostil de antaño. Misión que se le tornará imposible toda vez que en esa tierra dejó aparcadas numerosas cuestiones que rezuman nuevamente.

En esas tierras de Iberia que nos traslada lo que pudo ser nuestra España de hace muchos siglos, el paisaje, el clima y, en cierto modo, sus gentes, no distarían mucho de lo que hoy hemos heredado, aunque como rasgo distintivo se destaca la presencia del lobo, que era común en todo el territorio peninsular. De joven, Zumel, de extracción baja, y Turrillo, de ascendencia más noble, eran amigos; Zumel era más valiente y consigue cazar un lobo rey, el más grande y jefe de la manada, pero accede a que Turrillo se otorgue el honor de haberlo cazado en un juramento eterno.

En aquella época las diferentes aldeas o pueblos con los que se conformaba Iberia se desempeñaban casi como microestados, los jefes de las mismas eran príncipes y actuaban con todo el poder que ese cargo les otorgaba su cuna de generación en generación (algo de lo que las monarquías actuales beben). Con mayor o menor acierto y tiento ejercen esos príncipes su poder absoluto. Turrillo es uno de esos príncipes, que gobierna de forma regular, es decir, con una de cal y otra de arena según el escenario.

Zumel quiere continuar con su vida apaciguada pero Turrillo no le deja, porque quiere que se convierta en su jefe de armas, algo que nuestro protagonista desoye para enojo de Turrillo y su cohorte que van a empezar a hacerle la vida imposible. Para colmo, Turrillo, dueño y señor de sus tierras y sus gentes ejerce el papel de amancebador a la fuerza con toda mujer que sea de su interés, y entre otras, mantiene una relación con Belasia, la pretendida de juventud de Zumel y todavía su objeto de deseo; fruto de dicha relación desigual Belasia tendrá a Aspar, un joven vehemente que establecerá un fuerte vínculo con Zumel, sin ser su padre.

Cuando el libro parece que va a gravitar acerca de la deriva a la que están sometiendo a Zumel para que este se encienda de una vez y haga renacer el viejo guerrero que tiene dentro, hay algo que lo atenaza aún más y es que no quiere morir sin vengar la afrenta del que fuera su jefe y amigo Cotrufes.

Llevado por ese ansia interna que no le deja estar, Cotrufes iniciará un viaje a exóticas tierras, no sin antes ajustar cuentas en su tierra, donde habrá venganza, sangre y confirmará ante todos que él es el auténtico Rey Lobo, el que cazó al poderoso can cuando era joven y no su antiguo amigo y ahora convertido en antagonista y víctima, Turrillo.

Después de, yo diría, dos tercios de la novela, se produce un giro radical, se refuerza que ser un Rey Lobo es un estado místico y que ese ser que brota dentro del personaje de nuestro protagonista no le permite estar quieto, tiene una vida interior que le provoca, que le obliga a realizar una huida hacia adelante.

Esa será su misión final la de adentrarse en territorios que su mente guerrera y ya de por sí inquieta, jamás pensó conocer, todo ello en busca de Potasio, con el horizonte de restañar la herida del corazón que no le deja vivir sosegadamente.

Un guerrero y un pastor, ese es Zumel, y ante todo un hombre con valores. Esta apasionante historia convertida en aventura que nos envuelve desde el principio hasta el final y que, aparte de ser interesante y entretenida, para los que somos de Jaén, la evocación que hace de lugares pretéritos le otorga un atractivo adicional.

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