"DELPARAÍSO", DE JUAN DEL VAL

Me ofreció buenas vibraciones esta novela antes de leerla, más que nada por su mediático autor, autor al que yo realmente he conocido en estos tiempos de pandemia, en los que ha sido habitual en las tertulias del programa televisivo «El hormiguero». Juan del Val, el marido de Nuria Roca, por una vez ella es más famosa que él y por eso es conocido por «el marido de», y que es a la sazón guionista del programa, era presentado en esas tertulias como el polémico tal, es sospechable que con evidente sorna.

Sí, me he montado por esta vez, intentando no fallar, en lo comercial, que no tiene que ser sinónimo en literatura de pobre o insustancial, y dado que este escritor tiene algún galardón literario a sus espaldas no me pareció mala opción para intentar descubrir qué me podía ofrecer.

Hay que decir que la novela es comercial y también actual, es decir, que se desarrolla en este tiempo, salvando este intervalo (esperemos que sea intervalo) de crisis pandémica. El hecho de que sea actual y de que nos cuente historias con cotidianos devenires hace que nos enganchemos de lleno en ella desde el principio, es notablemente atractiva y entretenida.

Delparaíso es una urbanización lujosa de las afueras de Madrid. Es obviamente ficticia pero compite en cuanto a seguridad con la Moraleja, siendo de algún modo una vuelta de tuerca al modo de vivir de los más ricos entre los ricos. Delparaíso sería el no va más de las urbanizaciones de lujo, ese lugar adonde quieren ir los más potentados y los nuevos ricos que miden su estatus también por el lugar donde residen, o sea, más o menos como hace el hipócrita de Pablo Iglesias.

Que las familias que viven en Delparaíso sean la crème de la crème, no es sinónimo de que sus vidas sean perfectas. Pueden tener mucho dinero o parecer tenerlo, dar la apariencia de que su vida lujosa les asegura la felicidad, y que capean en sus físicos mejor que el resto de los mortales los avatares de cumplir años; sí, sí, todo eso está muy bien pero cabe aludir al tópico de que el dinero no da la felicidad.

Este libro corrobora lo que uno y cualquier pensamos desde hace muchísimo tiempo, que el dinero no da la felicidad, sí que es verdad que ayuda, que es un buen salvoconducto para que no se multipliquen tus problemas, pero no es la panacea. Y percibiendo a la gente de Delparaíso te das cuenta de que ese dinero no es más que una fachada, porque al final todos tienen los mismos problemas existenciales o vitales que cualquiera persona normal, por muy ajustada o boyante que sea su cuenta corriente.

Son familias con sus filias y sus fobias que, obviando su situación económica, avanzan por la vida con sus particulares ascensos y depresiones, la sexualidad, el pasar del tiempo, la ambición, las infidelidades, el paso de la adolescencia a la adultez, el amor, las adicciones…, un abanico de magnitudes se dan cita en Delparaíso, pero como podría ocurrir en «las 3.000 viviendas», solo que estos potentados tienen una decoración más exuberante, por lo demás sufren como tú y como yo los vaivenes de esta finita existencia.

Sí que es verdad que en apariencia la seguridad y la holgada economía de la mayoría de ellos minimiza uno de los problemas existenciales de cualquier persona, como es el sustento, ese queda cubierto y es una complicación menos; no obstante, como si el ser humano fuera un villano para sí mismo parafraseando al célebre Hobbes, parece que no respira con suficiencia, que no pisa la vida de verdad, si no tiene problemas, incluso si no se los crea. O sea, que si no hay problemas por un lado los busca o los encuentra o los genera por otro, así somos.

La novela no tiene un solo hilo discursivo, es casi una cronología realizada en tercera persona, tan en tercera persona que se mete en los pensamientos de todos los personajes, de una serie de habitantes de Delparaíso en lo que vendría siendo su cotidianidad, su día a día.

En ese día a día surgen historias, ese devenir es noticiable, nos convertimos los lectores en auténticos chismosos, y eso vende queramos o no, porque podemos meternos en esas vidas, donde te das cuenta de tantas miserias; a lo mejor porque no te quieres mirar al espejo y ver lo mal que te va, lo digo por toda esa gente que consume programas de telebasura donde se ponen a parir los unos a los otros.

Sí, son empresarios y profesionales de éxito, mujeres y hombres, algún futbolista retirado que fue estrella, algunos nuevos ricos, otros personajes están lindando con el fracaso para los que Delparaíso es una fachada; también se entrecruzan personas más normales o menos brillantes económicamente, los que están a medio camino y envidian a los de arriba pero no viven allí, y finalmente también están los de abajo, los del extrarradio, gente de clase media, aquí coincide que son honrados. Y entretanto, se suceden algunos eventos que se van a convertir en las tramas más recurrentes y que van sacando cabeza con respecto a las demás: el asesinato de un veterano notario padre de moradores de la urbanización, un robo en la propia urbanización, las insólitas infidelidades de los habitantes de Delparaíso, las extrañas aficiones y adicciones de algunos de ellos, o los severos problemas económicos de una familia cuyos miembros no pueden soportar caer en semejante humillación.

No obstante, aunque esos temas estrella van gravitando, Juan del Val en realidad nos muestra casi un diario, el normal discurrir de la vida en esa urbanización lujosa donde en cada familia encuentras siempre algo que llama la atención, como si tú y yo observáramos por una mirilla lo que se cuece dentro de cada casa y descubriéramos esas cosas triviales que nos han ocurrido a todos pero que también todos escondemos.

Y los asuntos principales se irán desarrollando, con su nudo y su desenlace, y cuando todo llegue a su fin, te darás cuenta de que todo vuelve al principio, que los habitantes de Delparaíso seguirán con sus existencias y que mañana cuando despierten tendrán otras interesantes historias que desvelar.

Juan del Val ha construido un relato ameno y actual, despierta la curiosidad del lector y además lo hace con un lenguaje muy acertado, adquiriendo esos giros modernos a los que se torna el habla coloquial y eso hace que conectemos de una forma más natural con los personajes. Ya saben, los jóvenes se expresan «en plan» lo que sea, que no es ningún plan ni a mí me gusta, pero es lo que se lleva hoy y los jóvenes se copian de unos a otros.

A este escritor, de nuevo cuño, para mí se le nota que también ha sido o es guionista de televisión, sus páginas rezuman en cada punto el interés por lo cotidiano, ese propio de tantas series de televisión y de culebrones, donde siempre está pasando algo y realmente tampoco pasa nada pero te envuelve y no te puedes desenganchar. Recomiendo con fervor su lectura porque no defrauda y así de paso descubrimos un nuevo valor de la literatura moderna española.

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