INTENTANDO AVERIGUAR LO PARDILLOS O LO HÁBILES QUE SOMOS CON EL MUNDO DIGITAL

Hace poco me ha tocado renovar el certificado digital, ese que te permite hacer muchos trámites con la Administración pública y te facilita muchas cuestiones sin salir de tu cueva; desde el ordenador de tu casa tienes al alcance un abanico de interacciones que hace años te obligarían a colas, a esperas de varios días y a complicaciones. 

No obstante, no renové mi certificado personalmente sino que lo hice con ayuda del informático de mi trabajo con la idea de que lo alojara en mi portátil y a su vez instalarlo después en la máquina de mi oficina. La operación tardó algo más de veinte minutos, no fue un trámite lineal, sino que tuvo algún obstáculo, y el informático me comentó que ese era un problema del que se quejaba mucha gente, que un trámite que tiene que ser tan común y sencillo como la renovación de un certificado digital se convierte en un engorro, no es un proceso ni intuitivo ni accesible ni fácil para el ciudadano de a pie.

Tengo el concepto de que la accesibilidad en la informática no es simplemente poner un icono con una silla de ruedas para hacer la visión más grande, no, es algo más, es mucho más, en realidad se trata de que cualquier trámite, especialmente público, tiene que ser un plácido paseo y no una pesadilla que te obliga a tirar la toalla o a contar con la ayuda de alguien que sabe.

Precisamente con ese informático ya he mantenido diversas conversaciones a lo largo de mis varios años de pelea con plataformas de todo tipo, y en muchos casos las charlas terminaban con la conclusión de que la informática no ha ayudado, al menos para la Administración o para la burocracia, a ahorrar tiempo sino a proporcionar seguridad.

He podido percibir como trabajador de una Administración pública un lento proceso de transición de lo manual a lo digital, proceso que, por cierto, no podemos decir que haya finalizado del todo, de hecho la tramitación electrónica de cualquier expediente no es del todo efectiva, ni tampoco lo es la interrelación registral entre las Administraciones, un universo poliédrico y lleno de aristas.

Conste que no soy un negado para la informática, no me manejo mal y trato de aprender cada día, pero en muchas ocasiones los ordenadores no nos han facilitado la vida, más bien todo lo contrario. Tengo múltiples experiencias al respecto al hilo de esa transición hacia lo digital; cuando estaba llevando formación o gestión de cursos para desempleados, la Junta de Andalucía comenzó a implementar (curiosa palabreja que es sinónimo de «vamos a empezar a probar y luego tú ya te las averiguas») una plataforma que no es que fuera sumamente engorrosa, sino que la herramienta te obligaba a llevar a cabo tareas, como la introducción de datos que te multiplicaban por mucho cualquier acción, por ejemplo, la introducción de solicitudes una a una suponía que de hacerlo todo en un día a mano, te podías tirar una semana entera para la misma acción. Ahí empezó mi primera pega con las plataformas.

Con posterioridad he tenido que aprender el manejo de otras tantas plataformas, cada una de su padre y de su madre, siguiendo el espíritu de su hacedor, porque los informáticos son como artistas que modelan sus creaciones y después las lanzan al estrellato, puede que les gusten al resto pero sobre todo les gustan a ellos.

A veces pienso que los informáticos son los nuevos gurús de nuestra sociedad, se han hecho tan imprescindibles que a veces te pones a pensar si las herramientas que ponen a tu disposición no son más fáciles para que tengas que acudir a ellos en todo momento. Qué lista es esta gente.

Dicen algunos que ya andamos por la no sé cuánta revolución digital, ¿la segunda, la cuarta?, y desde luego es para reírse porque a duras penas consigues que la mitad de la población sepa mandar un correo electrónico o pedir cita en el médico (las pocas veces que voy a mi centro de salud siempre hay colas enormes para este cometido en una acción que se puede hacer desde el móvil).

Las Administraciones individualmente nos pensamos que somos lo más importante del mundo, así que cada una tiene su web y su aplicación, y tú como ciudadano te tienes que manejar con ella, y repito ninguna se parece a otra, de tal forma que te tienes que pelear, e incluso instalar como aplicación en el móvil la web del ayuntamiento, el PASEN de tu hijo, la Agencia Tributaria, la firma digital, Salud responde…

Pero seguimos para bingo, las empresas que no son Administraciones también aspiran a tener su momento de gloria y te meten su aplicativo correspondiente: tu supermercado, tu banco, tu gimnasio, tu mutua... y hasta Radar COVID (esto no sé si es público o privado, da igual, no funciona y sirve para poco).

Y ahora viene lo bueno, el redoble de tambores, ya no solo en las aplicaciones del móvil sino en cualquier acceso «exclusivo» a cualquier web en la que necesitas registrarte, usuario y contraseña al canto, ¿en cuántos sitios debo haber puesto alguna vez mi usuario y contraseña?, ¿en cien? Dice mi amigo el informático que no ponga el mismo nombre de usuario y que la contraseña no sea la misma en todos sitios, jajaja, me parto y me troncho.

Pues sí, yo como cada hijo de vecino tengo el mismo usuario y la misma contraseña para casi todo, si no de qué; y donde no puedes porque te exigen, últimamente más, que incorpores números, alternes minúsculas y mayúsculas, algún simbolito o carácter especial como una interrogación, asterisco o el &, pues tengo una libretilla y ahí lo voy apuntando todo. De todas maneras da igual porque se te olvidará o perderás la libretilla y entonces surgirá ese maravilloso enlace de «recuperar contraseña», muy bien, ese es el mío, que en algunas web estoy recuperando constantemente contraseñas hasta que consigo alojar la mía de siempre y descanso.

Puedo confesar que hay webs que son diabólicas, pierdes la contraseña, pierdes el usuario, pierdes hasta el correo electrónico o directamente pierdes la paciencia, o más exactamente que le das a recuperar la clave y dice que te envían un enlace a tu correo electrónico, y ya sí es verdad que te pierdes, porque no te mandan nada y hasta ahí llego, que tengo dos correos personales y uno profesional, no he tenido nada más en mi vida en los últimos quince años, ¿adónde demonios han mandado mi clave?

En ese universo multifacético de las webs o de las aplicaciones y al hilo de esa accesibilidad a la que aludía al principio, cuando empezaba esto de la informática se decía que en un par de clics tenías que tenerlo todo a mano y esto no es así, me da la impresión de que la informática se complica a caso hecho y a lo mejor es porque realmente estamos en un estadio inicial de su desarrollo, tan así lo confieso, o de forma más palmaria tengo que afirmar que hay una grieta entre lo que se diseña y la manejabilidad que tiene la herramienta para los usuarios.

Con cualquier programa informático que manejo, como este procesador de texto donde escribo se dice, como esa mítica leyenda urbana de que utilizas un mínimo porcentaje de tu cerebro, que apenas utilizamos el diez por ciento de los recursos de cualquier programa. Y esto es así de seguro, la informática se entiende para pardillos como yo y luego hay una infinidad de iconos y de símbolos que yo no te he pulsado jamás y me pregunto si alguien lo habrá hecho, aunque seguro que el diseñador del programa sí, ¿o no?

No sé si es compatible seguridad, sencillez y rapidez; tal vez dentro de unos años, cuando los asistentes de voz se hayan generalizado y puedan hacer tareas por nosotros mismos, quizá sea el momento de pensar que ya sí, que la accesibilidad ha llegado para todo el mundo, y no solo para esos que saben de informática y nos ayuda a realizar estas tareas penosas o pesadas de tener que actualizar el certificado digital cada cierto tiempo, y por qué actualizar eso, yo seguiré siendo yo hasta que me muera, pues será que para que se justifique el sueldo de los informáticos, que digo yo...

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