RAFA NADAL, EL GUERRERO INFINITO Y EL DÍA DE MAÑANA

Llevo mucho tiempo queriendo hacer este articulillo, probablemente cuatro o cinco años como poco, entonces Rafa Nadal atravesaba un período en el que sufría una terrible lesión y estaba completamente apartado de las pistas, se hablaba de las largas y tortuosas sesiones a las que debía enfrentarse y los diferentes tratamientos a los que debía someterse para volver a ser quien era, quien es. 

Estuve a punto de escribir de él algo así como que me daba igual si no volvía a competir, ya nos había regalado suficientes buenos momentos a los que amamos el deporte como para estarle agradecido enormemente por habernos hecho la vida más feliz. Quería hacerlo en ese momento en que parecía que su figura iba en declive y quería expresar eso, que en ese momento difícil había que seguir apostando por él y eso incluía mantener la apuesta aunque no volviéramos a verlo jugar nunca más. Por unas cosas o por otras no llegué a escribir ese artículo.

Es palmario lo fácil que es escribir sobre Rafa Nadal, un personaje público y una figura del deporte a nivel mundial, del que se conoce todo lo que es notorio, pero incluso se puede entresacar de la cascada de noticias y apariciones públicas casi diarias cómo es en su faceta humana, en ese estatus privado del que también queremos conocer algo, lo cual es más o menos innato al ser humano, cómo es, a qué dedica su tiempo libre, quiénes son sus amigos, en qué trabajaban sus padres, cómo fue su infancia…

Mi madre no es muy aficionada al deporte, nada más exactamente, lo ha visto y lo ve a la fuerza, y por más que le digo que ver deporte es una buena manera de aliviarse de las malas noticias o de la telebasura porque el deporte es sano, pues que va a ser que no; por eso mi madre conoce a muy pocos deportistas que básicamente son los que salen muchísimo por la tele. A Rafa sí lo conoce, es evidente, no creo que haya muchos adultos en España que no sepan quién es, y casi siempre repite lo mismo cuando el tenista sale hablando por la pequeña pantalla: «se nota que es buena persona».

Es ese concepto de «buena persona» o «buena gente» tan indeterminado, tan difícil de definir con palabras pero tan fácil de expresar cuando ves a una persona que tiene ese carácter. Y es que las personas creemos tener ese sexto sentido, esa intuición, espero que certera, de descifrar los rasgos de bonhomía de una persona apenas teniendo un perfil sesgado o mínimo de su ser.

No hay que descubrir nada acerca de la faceta deportiva de Rafa, la más trascendente, pero como su figura interesa, mucha gente precisa conocer algo más de lo que no es tan visible, y en este sentido, es verdad que siempre he pensado que él debe tener un buen asesor de imagen desde hace mucho tiempo, puede ser alguien contratado o de la misma familia, que modela cómo debe ser su talante en las apariciones públicas.

Siendo un personaje tan mediático, pero ante todo sabedor de que es una figura que despierta la admiración de tanta gente y apenas con una franja de detractores que es residual, siempre mide las palabras muy bien y se ha erigido en esa figura deportiva icónica que mantiene el estrellato de una forma congruente cuando no empuña la raqueta. Sus declaraciones y opiniones son siempre coherentes, a medio camino entre innatas y aprendidas, pero con el carácter de equilibradas, políticamente muy correctas, como si a través de ellas se esperara traducir lo que la mayoría piensa u opina, y es lo que siempre ocurre, porque esta figura tenística contenta a muchos y tiene muy pocos enemigos, y dentro de estos últimos están algunos gregarios de la política que no ven más allá de las siglas de su partido.

Ya he escrito en más de una ocasión en este blog que soy ciudadano del mundo por encima de europeo, español, andaluz, jiennense o linarense-bailenense, pero siempre quiero que gane España, a todo. Por eso, cuando jugamos aquella histórica final de la Copa del Mundo de fútbol de 2010 en el estadio Soccer City de Johanesburgo en Sudáfrica (creo que uno de los tres acontecimientos deportivos más felices de nuestras vidas tiene que ser este en el que España consiguió su primer Mundial), todos nos sentimos encantados de que Rafa Nadal estuviera allí abajo en el campo y después queriendo entrar en el vestuario a saludar a los jugadores. Imagino que a los amantes de este sacrosanto deporte nos hubiera gustado estar ahí, pero era Rafa el que personificaba ese deseo de tantos españoles, Rafa me representaba, no sé si Rafa pensó en lo simbólico y lo representativo de su gesto, pero yo estaba ahí. Ese Rafa nos emocionó porque éramos tú y yo, uno de nosotros, él hizo lo que hubiera hecho cualquiera, si pudiera, pero además dando a entender que ese Rafa conocido por todos iba a celebrar el triunfo con los nuestros, o sea, mejor que cualquier guion que se hubiera escrito al respecto. Nadal rezuma españolía y ya está, sin que eso implique ser de unas ideas políticas u otras, que parece que de la bandera se apropian unos partidos y la denostan otros, como si llevarla por los ciudadanos de a pie supusiera casarse con esos partidos, porque los ciudadanos no pensamos tanto en los políticos, pensamos más bien poco, como ellos hacia nosotros.

A nadie extraña, aunque reforzó más aun su estela, que en 2018 acudiera como un voluntario más a una zona de la isla de Mallorca para colaborar en las tareas de limpieza tras unas trágicas inundaciones; llegó, se pringó, dio moral a los que estaban allí, y después donó un millón de euros a los damnificados. Un tipo sensacional.

Empecé a escribir esta entrada cuando vi perder a Nadal en el Máster de Madrid de 2021, en los cuartos de final frente al alemán Zverev (a la semana siguiente se cambiarían las tornas y fue el español el que batiría al germano en Roma y a la postre Nadal llegaría a la final y se haría con un enésimo título), y me parece tan asumido, tan natural verlo perder, que aunque molesta porque siempre quieres que gane y aunque parezca un contrasentido, es naturalmente bonito. Como Nadal nos ha dado tanto cuando pierde sabes que lo ha dado todo y cae porque el otro es mejor no hay reproche alguno, porque como deportista es modélico, lucha a la extenuación, no da bola por perdida, no flaquea aunque vaya atrás en el marcador, no baja los brazos… Con este ídolo hemos asumido con naturalidad que cuando se pierde es porque el otro es mejor que tú, no es como en el fútbol u otros deportes donde si tú pierdes es culpa exclusiva tuya y de tu entrenador, y no, como suele ocurrir normalmente porque el rival te ha superado puntual o constantemente.

Los deportistas de élite y más los que mantienen el nivel a edades tan longevas llevan intrínseco en su ADN las lesiones, algunos se libran un poco, otros menos y determinados de ellos tienen que retirarse prematuramente si no quieren acabar andando con muletas o en silla de ruedas de por vida. Llegan a esos niveles porque entrenan mucho, porque compiten mucho, porque llevan su cuerpo hasta las últimas consecuencias, muy por encima de lo que la naturaleza permite.

En este sentido Rafa Nadal es un ser humano que por genética o por antropometría da la impresión de sufrir más en sus extremidades inferiores. Nadal es un tenista, de algún modo, atípico, tiene más cuerpo de luchador que de fino estilista como se presume en un deporte que tiene cierta elegancia como el tenis (el icono de la elegancia en el tenis moderno es Roger Federer que parecer bailar ballet en la pista y, por ende, su fisonomía es acorde a ello, menos musculoso y más longilíneo que el manacorí). Nadal es «de hueso ancho», probablemente si no se dedicara al deporte, si su vida fuera normal y sedentaria, tendería a ser grueso, tal vez propenso a engordar, esto no ocurre en su vida profesional tan sacrificada, es capaz de sobrellevar con sus piernas y especialmente con sus rodillas un potente torso, pero hasta cierto punto, porque de vez en cuando las constantes extensiones de piernas, frenadas con las rodillas, impactos, deslizamientos…, van haciendo mella en esas extremidades y le obligan a hacer una parada que se cura con los más sofisticados tratamientos y el obligado reposo y descanso del guerrero.

Ese físico de Rafa Nadal es el que ha modelado su juego y sus entrenamientos, no lo digo yo sino los que saben de esto y el propio Rafa, él entrena más duro y más horas que nadie del circuito en su nivel. Hay un sustantivo que define el juego de Rafa, es la FUERZA, todo su juego se fundamenta en su fuerza tanto física como mental. La fuerza física en el golpeo, en la carrera, en el esfuerzo…, y luego esa fuerza mental que lo hacen único, no da bolas por perdidas lo que desespera al contrario por cansino y recalcitrante, ningún resultado adverso es sinónimo de derrota, su concentración se mantiene a tope a lo largo de un partido por largo que este sea. A Rafa no lo vas a ver dando golpes supergeniales, que los tiene, y sí golpes brillantes provocados por la fuerza que imprime a su juego. Esta forma de jugar es, de algún modo, perjudicial para su propio cuerpo, porque tiene más desgaste que otros jugadores, tiene que compensar su falta de calidad técnica con respecto a jugadores de su nivel con esa fuerza y el consiguiente incremento en horas de entrenamiento; a buen seguro que repite un movimiento centenares de veces para poder apropiarse de él.

Si gana pues mejor, pero si no pues no pasa nada, pero es que sí que pasa y es que sigue ganando, y como pronosticaba el extenista murciano Nicolás Almagro en el Roland Garros de 2008, jugador casi coetáneo a Rafa, «Este va a ganar Roland Garros 40 años seguidos. Va a tener 65 años y va a seguir ganando Roland Garros». Ojalá se cumpliera ese vaticinio y, de algún modo, va camino de ello, porque hemos tenido a Rafa con nosotros desde hace tantos años que ya es casi de la familia, casi dos décadas jugando al tenis es más de media vida de mucha gente, y tú te acuerdas de tus vivencias y de los lugares y momentos donde estabas viéndole jugar: en un bar tapeando, celebrando el cumpleaños de tu suegro, en el patio de casa, perdiéndote muchas siestas, corriendo por el campo, en la playa, en el campo, en la sierra, de mañana, de tarde, de noche, cuando eras joven y ya no lo eres tanto, el infinito… Y te acuerdas de esos momentos y te dices «madre mía, cuánto ha cambiado mi vida desde entonces».

Además pasa una cosa con Nadal muy interesante, es que él encarna esos milagros de la longevidad deportiva al más alto nivel, como si de un milagro de la naturaleza se tratara, que no es tal en realidad. Deportistas como el futbolista Joaquín, Juanito el del tenis de mesa, el marchador García Bragado, la baloncestista Laia Palau o el ciclista Óscar Sevilla son buen ejemplo de ello. De algún modo, tú buscas identificarte con esta gente, quieres confirmar con hechos que es posible realizar tareas físicas con una edad atípicamente avanzada, y entonces es cuando piensas que no eres tan viejo y que uno mismo puede seguir haciendo deporte a cierto nivel durante mucho tiempo y sin gran merma física.

No es el momento de reflexionar acerca de las claves de estas excepcionales carreras longevas porque hoy dedico este «monográfico» a Nadal, pero voy a hacer un breve paréntesis, siempre he pensado que se puede seguir haciendo deporte de élite por encima de los cuarenta años, es verdad que unas disciplinas son más proclives a ello que otras, pero yo creo que se juntan fatiga física pero sobre todo mental, llevar tantos años en el meollo con las exigencias que ello conlleva hace que la mayoría de los deportistas se retiren cuando aún están en plenitud física, quieren cambiar de aires y emprender el ritmo definitivo de sus vidas, fuera del deporte o dentro de él como técnicos.

Retomando lo que comentaba al principio, ese asesor de imagen desconocido o anónimo, ese referente que tiene Rafa Nadal, ese buen influjo, esos buenos árboles a los que se ha arrimado han hecho de él una buena persona, es la impresión que da, la impresión que tenemos y lo que seguro que es. Hace declaraciones sencillas y en esa sencillez observas lo virtuoso de sus dictados. A pesar de que ha ganado un montón de torneos él se sigue emocionando y nos emociona al resto cuando expresa con humildad que «no me habría imaginado esto ni en el mejor de mi sueños», o sea es una persona que con ello aprecias que no se lo cree, que no se ha creído nunca ser quién es y lo que ha logrado.

También le escuché hace no mucho en uno de esos programas de entrevistas de Bertín Osborne algo que no se podía decir con mayor naturalidad y sencillez al manifestar acerca del paso de unas etapas de la vida a otras que «Yo fui muy feliz de pequeño, no quería hacerme mayor, nunca me ha apetecido avanzar, me encontraba muy bien con la edad que tenía, me gustaba ser un niño»; y es que claro, parece que tenemos por obligación que no sentirnos a gusto con la edad que tenemos en cada momento, cuando eres chico quieres ser grande, cuando adolescente librarte del yugo de tu familia, cuando mayor quitarte años, y probablemente Nadal expresó con una sensatez incuestionable lo que de verdad habría que transmitirle a muchos niños de este mundo, algo así como que tienes que disfrutar de cada momento, la vida se pasa pero hay tiempo para hacer muchas cosas, y sobre todo toca hacer cosas congruentes con la edad que te corresponde, ni antes ni después, es hacer lo que biológicamente nos corresponde. Este chaval, ya no tan chaval, nos expresa estos sentimientos con tanta humildad, con esa visible timidez superada a la fuerza por mor de sus obligaciones como personaje público, que inspira si cabe mayor ternura y empatía.

Por ir terminando con este monólogo un tanto desordenado, un tanto improvisado, todos deseamos que siga quedando Nadal para rato; yo creo que mientras sus resultados deportivos lo mantengan en la élite, entre los tres primeros del mundo, él va a continuar, en cuanto flojee porque el físico no le acompañe, porque es natural, tristemente natural, no es una figura de la que debamos apreciar su descenso de ranking, debemos verlo retirarse en Gloria.

Y, por supuesto, a modo de corolario, este guerrero infinito no puede acabar donde termine su carrera deportiva, es todo un ejemplo para futuros deportistas, para la opinión pública. ¿Se imaginan a Maradona dando charlas de motivación o sobre los beneficios del deporte o sobre cómo gestionar la vida tras la retirada? Pues eso, el día de mañana puede ser tan venturoso como lo que nos ofrece Nadal hoy como deportista, tiene que ser un referente, tiene que seguir ofreciéndonos mensajes, debe continuar siendo un ejemplo, su experiencia ha de marcar el devenir de futuras generaciones.

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