"LA PRUEBA DEL LABERINTO", DE FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ

No sé desde cuándo conozco la figura de Fernando Sánchez Dragó, la cual se actualiza y visibiliza día tras día, pues pese a su veteranía vital, sigue manifestando un notable vigor por sus apariciones en medios de comunicación y una más que dinámica participación en redes sociales. Expresiones estas que él abastece con ciertas dosis de polemicismo y eso hace que no decaiga su estrella, probablemente sea una forma de ser pero también una estrategia.

Pues ahora que lo escucho últimamente en la radio y que lo he seguido hasta hace poco en Twitter (lo dejé de seguir porque algún mensaje suyo me irritó), había verificado que nada había leído de él y quería ver qué me podía ofrecer alguien con su polémico carisma en alguna de sus creaciones literarias.

En este ferviente impulso de la lectura en mi vida echo mano, para intentar no fallar, de alguna web que ofrece puntuaciones sobre libros e intento seleccionar la novela mejor puntuada, es por eso que elegí esta, no había otra razón.

Sí que leí, un poco al hilo de lo que conozco del personaje, que tiene un estilo bastante culto, que es un avezado novelista pero también ensayista, y que su bagaje vital le permite ofrecer una gran riqueza narrativa.

Con esa ilusión me adentré en este libro y puedo decir con franqueza que he fallado en parte en mi elección, no sé si en cuanto al libro o en cuanto al propio autor, y esto último lo afirmo porque sospecho que su estilo y en el género en el que se mueve es redundante.

De Sánchez Dragó sabemos que efectivamente es un tipo muy culto, viajero por el mundo desde hace varias décadas, habiendo vivido en países tan dispares como Japón, Italia o Francia, y que no se corta un pelo al afirmar sus masculinas dotes en el terreno amatorio que se traduce como muy exitoso.

De algún modo esto se plasma en esta novela, que hasta bien entrada la misma, no te haces una idea de lo que va, y aparte del tema gravitatorio, Sánchez Dragó nos entretiene ensalzando la fama de su persona con esos caracteres icónicos, el ser una persona con mundología, culto y amante indómito.

No lo tengo claro pero es más que probable que este libro sea continuación o apoyo de otros relatos anteriores, y de algún modo, es autobiográfico. Pero también es una mezcla de novela y ensayo, y que yo al final no he terminado de entender del todo bien.

Que es autobiográfico se entiende en cierta forma porque tiene una parte de libro de viajes y difícilmente el autor ha podido imaginarse lugares, escenas y anécdotas si no las ha vivido en nombre propio. Y es ensayo claramente porque va mezclando su relato, que es una sucesión de estancias en diversos lugares del mundo, con la alusión a un encargo editorial que habría de tener indudable forma de ensayo.

Se van percibiendo similitudes entre el personaje (inventado) que es el protagonista principal llamado Dionisio Ramírez, pues no para de hablar de Sánchez Dragó al que cita como su hermano dado que «nacimos el mismo día del mismo año a la misma hora y en la misma ciudad»; por otra parte, no son pocas las notas a pie de página que hacen referencia a libros escritos por Dragó, con lo que al lector de nuevas como yo, le termina por faltar información y eso exaspera. Y claro, el tal Dionisio es escritor, hombre de mundo, culto, viajero incansable y exitoso en el terreno amoroso, mucho, lindando con la promiscuidad.

A Dionisio Ramírez, un agresivo editor le conmina, más que convencerle, para que escriba una novela o ensayo relativo a la auténtica biografía de Jesús de Nazaret; hasta ahí todo bien, porque tú como lector, piensas que de eso va a ir la novela que tienes entre manos, pero tardas en aterrizar.

Podríamos decir que la novela tiene diversas partes, en la primera está la propuesta para hacer la novela y las reiteradas y sesudas cuitas del protagonista acerca de la conveniencia o no de meterse en semejante berenjenal. En dichas cuitas el ínclito Ramírez ya nos versa en torno a sus vastos conocimientos sobre la figura de Jesucristo. Llegará a tomar una decisión no sin antes llevar a cabo una exégesis de quién es él, por qué está ahí, quiénes son su familia y qué pros y contras influyen para aceptar el encargo; todo se va interpretando muy autobiográfico.

Después de este proceso interno, una toma de decisión que no llega ni mucho menos al principio de este relato, el lector va captando hacia dónde se dirige la novela, pues el encargo parece ser aceptado y el protagonista se embarca en una aventura que lo lleva a diversos lugares del mundo, y donde él mismo se cree estar inserto en una especie de laberinto, tan personal y vital como espiritual, en el que trata de encontrarse a sí mismo, haciendo reseña de su pasado y proyección de su futuro. El laberinto espiritual pasa igualmente por una búsqueda de información sobre la vida de Jesús, pero no a través de lo que conocemos popularmente, sino sobre textos o testimonios poco conocidos, escasamente populares, tapados, secretos, apócrifos…

Mientras todo este relato de viajes acontece, Dionisio Ramírez no pierde la oportunidad de dar rienda suelta a sus impulsos sexuales y no se corta tanto en asistir abiertamente a prostíbulos, o sea, es un putero de tomo y lomo, a la par que va haciendo gala de un tremendo sex appeal, rompiendo corazones femeninos allá por donde va.

Y en este último detalle quiero pararme momentáneamente, Sánchez Dragó impregna a su personaje de ese halo chulesco y ciertamente machista, por lo de putero, que no veo qué sentido tiene incorporarlo a la historia, porque es que tiene un peso importante y él se recrea en ello; no dudo que por formar parte de una ficción puede darle el giro que crea conveniente pero es que nada aporta al desarrollo de la historia principal, es más, yo creo que la empobrece.

Reitero que es la primera vez que leo un libro de este escritor y reconozco que me ha decepcionado en parte, es como si esperara más, máxime cuando ahora lo escucho habitualmente en la radio y esa expectativa se me hubiera frustrado un tanto; tal vez sea este sea su modo de escritura, un estilo indefinible en el que hay un poco de todo y que algunos podrán señalar como personal y del cual imagino que estarán muy gustosos.

Dentro de ese lenguaje cultísimo al que aludía al principio también se solaza y se deleita este autor no solo en el «qué guapo soy, qué tipo tengo», sino que para adalid del idioma él, puesto que abusa, de forma chirriante en algunas ocasiones, de los sinónimos o de frases largas e infinitas con sucesiones de adverbios y oraciones subordinadas, desconozco si esto forma parte de su estilo habitual, pero barrunto que sí.

Muy orgullosos me imagino sin lugar a dudas a los doctos miembros del jurado del premio Planeta, pues comprobé tras la lectura de esta novela que, ya sé por qué estaba bien puntuada, se llevó el galardón en el año 1992.

Este premio es demasiado comercial, se busca la conjunción de un buen relato con algún buen escritor o personaje mediático ascendido a nuevo escritor, y a veces eso no es clave de la calidad de la obra. Aquí, como ya se ha visto, en mi opinión, se premia a un autor pagado de sí mismo, que se deja llevar por su trayectoria literaria y casi lo que escribe es sinónimo de éxito editorial, pero para mí no se traduce en éxito literario, y será por eso, porque esperaba más y su lectura me ha dejado notables dudas.

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