SCORPION, UNA SERIE ENTRETENIDÍSIMA DE ACCIÓN Y HUMOR, PERO SIN FINAL

Yo sé que las series de televisión son un producto de entretenimiento, transmiten valores, inspiran emociones, nos divierten, pero… no lo olvidemos, son un producto. Y es que para este serie que he terminado de visionar hace unos días voy a empezar por el final, es decir, por el final de la serie. Cuando ves que una serie avanza y evoluciona en cada capítulo con las historias personales de sus personajes, a los que aprecias anónimamente como si fueran cercanos a uno y los productores rompen ese vínculo de manera drástica sin un capítulo final, a la vista de que no va a haber nueva temporada, pues te deja muy frío. Después de esa afección entre público y producto, entiendo que este debe tener algo más que entretenimiento y son los sentimientos, esos mismos sentimientos que la propia serie ha ido impulsando durante su puesta en escena, a lo largo de varios años, a lo largo de esas cuatro intensas temporadas que nos ha regalado, de 2014 a 2018.

Scorpion, esta es la serie de que hablo; tiene un punto de inspiración respecto a «The Big Bang Theory», básicamente porque conjuga el binomio cerebritos-gente normal, pero en este caso y a diferencia de la afamada serie producida por Warner Bros y Chuck Lorre, esta Scorpion, producida por CBS, se enmarca en un ambiente de trepidante acción.

En la serie efectivamente se unen un grupo inicial de cuatro superdotados con brillantez y cualidades especiales en determinadas disciplinas para llevar a cabo misiones imposibles por encargo del Gobierno estadounidense alrededor del mundo, a saber, Walter O’Brien (Elyes Gabel) es el jefe del equipo, tiene 197 de C.I., supuestamente cuarta persona más inteligente del mundo y es multidisciplinar; Toby (Eddie Kaye Thomas) es médico y experto en conducta humana; Happy Quinn (Jadyn Wong) es ingeniera y experta en mecánica; Sylvester Dodd (Ari Stidham) es experto en matemáticas y cálculos rápidos y probabilidades, una auténtica calculadora humana.

Tienen un enlace personal con el Gobierno que es casi el padre de ellos, especialmente de Walter, se trata de Cabe Gallo (Robert Patrick), el cual lleva a cabo las misiones con ellos, otorgándole al grupo una pátina de físico, dado que este agente tiene formación militar.

En el inicio de la serie el grupo se ve envuelto en una misión espontánea con sede en un restaurante de comida rápida, algo que ocurre muy a menudo en la serie, es decir, que las operaciones van surgiendo por casualidad, y en ella aparece Paige Dineen (Katharine McPhee) camarera del establecimiento que consigue aportar cordura y «normalidad» al grupo, a la par que el grupo consigue descifrar la también mente superdotada de su hijo Ralph (Riley B. Smith) que inicialmente parece estar dentro del espectro autista.

Tras ese capítulo inicial, la solvencia y desparpajo de Paige, especialmente en su capacidad para traducir la sociedad a un grupo de cerebritos con dificultades para sus relaciones con el exterior (a semejanza de lo que hace Penny en The Big Bang Theory), hace que sea inmediatamente contratada como experta en relaciones sociales y vínculo de los cerebritos con la realidad mundana, y también como bálsamo para todos ellos, pues entre los cuatro hay ciertos roces, cierto amor-odio, algo de soberbia, características propias de mentes superdotadas e incorformistas.

El entramado de la serie nos ofrece un doble cóctel, por un lado, las acciones trepidantes en las que se ven inmersos y, por otro, las relaciones interpersonales entre ellos y otros personajes secundarios. Y esa propuesta siempre me pareció genial, hasta el final drástico de la serie, porque no es la típica producción televisiva que parece no evolucionar de un capítulo a otro, como si los personajes no supieran qué ha pasado en todo lo anterior, no, aquí hay memoria de todo eso y es de agradecer esa continuidad, porque a mi entender es como si se le diera un tono literario, cinematográfico, una historia con un inicio, un desarrollo y teóricamente un desenlace.

El grueso de los episodios es el abordaje de una misión absolutamente imposible, al límite, pero al límite de la muerte del grupo, o de mucha gente o incluso de la humanidad; en ese ritmo trepidante en el que nos situamos, se suceden los contratiempos, el grupo va aportando soluciones con la intervención de todos su integrantes prácticamente, pero sobre esas soluciones suelen incorporarse problemas añadidos hasta el punto de que suelen agotar las posibilidades, las ideas, suele haber un punto de inflexión donde todo está perdido y, en el último momento, hay una vuelta de tuerca, una solución genial, estrambótica, exagerada, antinatural, y todo se resuelve sin consecuencias, chapa y pintura si acaso.

No olvidemos que es una serie para toda la familia y aunque a veces Scorpion se tiene que enfrentar a criminales, pasa como con el Equipo A, donde jamás se vio matar a nadie y la violencia es más una fantasía típica de dibujos animados, unos pocos mamporros, unos cuantos golpes, pero salvo momentos puntuales de alguna herida o alguna situación fuera de lo común que requiere un poquito de cama en el hospital, todo se sucede como si fuera de color de rosa.

También, por establecer otra curiosa similitud, Scorpion se antoja como un MacGyver moderno, más versátil sin duda, porque es un equipo con múltiples habilidades y aquel héroe nuestro de los 80 se valía él solito; y todo ello amén de que Scorpion suele contar con muchísimos medios tecnológicos, están muy puestos en informática, demasiado porque son casi hackers, y eso hace mucho más dinámico todo, porque pueden operar con inmediatez ante una circunstancia crítica.

Dentro de lo que es una serie blanca y sin maldad, es reseñable el hecho de que al inicio de cada capítulo y al final la serie, que tiene siempre un talante de comedia, resuelve sus cuitas interpersonales en una especie de nave industrial o inmenso garaje donde los miembros del equipo casi viven, realizan sus inventos, tienen sus equipos, sus caprichitos, y se aman y se aprecian como familia que se tienen. Por su potente cerebro se ve que todos han tenido pasados difíciles, no mantienen buenas relaciones con sus respectivas familias y en Scorpion, pese a sus continuos piques todos se comprenden.

Hay una tensión sexual que al final, por la conclusión drástica de la serie, hemos de concluir en que nunca se resolverá, puesto que Paige y Walter serán pareja, cóctel explosivo, durante la mayor parte de la serie, empeñados en no llevarse bien pese a su amor, debido a las diferencias intelectivas en el modo de ver el mundo; así como Happy y Toby, otra unión que se repele como el agua y el aceite, Happy es algo huraña y nada «feliz» y Toby es un alegre chico en constante monólogo humorístico, para ellos hay un horizonte común que es el de tener un hijo, otro objetivo inconcluso.

El productor principal de la serie es Nick Santora y se le critica mucho que su propuesta no haya tenido el éxito esperado, sin embargo, a mí me ha resultado tremendamente divertida y entretenidísima, sin un momento para el aburrimiento. Sí que es verdad que da la impresión de ser un producto bastante costoso e imagino que recabar fondos para una nueva temporada no fue fácil, teniendo en cuenta que de las cuatro temporadas que se hicieron, en la última cayeron notablemente las audiencias.

También se le achaca y es constatable que hay una especie de paradoja entre cerebritos y trabajo físico, bien es cierto que sus extraordinarias mentes dan para solucionar con ingenio todo tipo de misiones, pero esas misiones están cargadas de esfuerzo y de penalidades físicas que contrasta con sus perfiles poco atléticos o deportivos, así que una búsqueda de actores con menos pinta de superdotados sería lo más lógico, pero hubiera salido otra serie, aunque tal vez chirriara menos esta paradoja.

Tampoco hay que descartar que una de las razones veladas para darle carpetazo a la serie es que hay un hecho temporal importante en la serie y es que Ralph, el hijo de Paige, va creciendo y en la última temporada ya es un adolescente y ya no encaja tan bien en ese rol de niño al que todos cuidaban casi como adoptivo. Por otro lado, cabe destacar que hubo un giro radical de los guionistas justo al principio, y es que el niño semiautista y no hablador devino en un niño superdotado y miembro de Scorpion en pequeñito, multidisciplinar, tal vez menos sociópata que los adultos, y es que de haber seguido encuadrado en el espectro autista entiendo que le habría dado poco recorrido a los guionistas.

Finalmente hay que subrayar que la serie se inspira en hechos reales en cuanto al personaje principal Walter O’Brien, que existe como tal y con el mismo nombre en la realidad, un tipo irlandés (en la serie también) que es inspirador y productor ejecutivo de la serie, con un altísimo coeficiente intelectual que se mudó a Estados Unidos bien joven, un hacker reconvertido al lado bueno en la realidad y que igualmente tiene su propia empresa informática con el nombre de Scorpion Computer Services. La única pega es que es mucho menos agraciado que el actor que le da vida en la serie.

Pues eso, si quieren divertirse y no pensar demasiado con una serie blanca más que trepidante esta es una opción acertadísima para varias semanas o meses. Eso sí, el final va a defraudar… porque no hay y ya me temo que no lo habrá.

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