HITLER, EL REINADO DEL MAL. LA SERIE QUE EXPLICA CÓMO SE GESTÓ LA ASCENSIÓN DE UN LÍDER POPULISTA Y SU PARTIDO

Comienza esta producción con una cita del escritor irlandés del siglo XVIII Edmund Burke que dice «Lo único que se necesita para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada», cita esta que también se repite al final de la miniserie. Este es un punto de vista interesante de esta serie, el hecho de que alrededor de Hitler siempre hubo personas que pudieron haber evitado lo que la historia deparó, que si hubieran actuado de otra manera no tendríamos las consecuencias que casi a día de hoy padecemos. Pero la historia es la historia, si algún elemento se hubiera interpuesto y la historia hubiera cambiado no hubiera sido historia, hubiera sido nada, meras hipótesis, al igual que algunos autores imaginan cómo hubiera sido el mundo de hoy si aquella Alemania nazi hubiera ganado la guerra.

Llevaba tiempo queriendo visionar esta serie porque la 2ª Guerra Mundial es una de mis temáticas favoritas y qué duda cabe que la semblanza de Hitler es un referente esencial para entender la gran conflagración bélica, de hecho es precisamente una especie de biografía desde su juventud hasta su ascensión como el todopoderoso líder de la Alemania nazi poco antes del inicio de la guerra.

Se parte brevemente de una infancia un tanto convulsa, una juventud en la que sorprenden las inquietudes artísticas del joven Hitler, pintaba cuadros, y su permeabilidad hacia el pangermanismo, aunque él era austríaco y no conseguiría la nacionalidad alemana hasta la edad adulta, cuando era ya un miembro destacado del Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores, el Partido Nazi.

Adolf Hitler tomaría parte en la Primera Guerra Mundial, antes de ello lo pasó realmente mal en Viena para ganarse la vida, comiendo de la beneficencia y durmiendo casi en la calle. En la Guerra algunas acciones bélicas le hicieron ganarse algún que otro reconocimiento, y ese bagaje no hizo más que alimentar su sentimiento patriótico.

En su vuelta a Alemania tras su periplo bélico, nuestro protagonista, por cierto encarnado brillantemente por el actor británico Robert Carlyle, se sitúa en un país notablemente deteriorado, se ha perdido la Guerra, han depuesto al Káiser y se ha instaurado la República de Weimar, hay mucha pobreza y gran conmoción social y política, amén de que tras el Tratado de Versalles Alemania tiene que hacer frente a importantes sanciones económicas por reparaciones de guerra. Hitler subraya la humillación que supone haberse dejado avasallar por las potencias ganadoras de la Guerra, y además achaca también de los males sociales endémicos de Alemania a los judíos, como acaparadores de la economía y buena parte del poder.

Desde bien joven se va advirtiendo cierto amaneramiento y pose en su personalidad, grandilocuente, exagerada, premeditada, un tanto desequilibrada; con esos ingredientes y un innegable carisma comienza a hacerse sitio en el Partido Nazi, y aunque al principio con poca influencia y tomado como una marioneta por los rectores de este partido, determinadas facciones, incluidos sectores pudientes de aquella Alemania observan lo trascendente y útil que puede resultar para sus intereses económicos un vuelco de la política hacia lo nacional, minando la presencia de colectivos teóricamente no nacionales que restan poder y desarrollo a lo que se va pregonando poco a poco como la raza aria.

En ese contexto es destacable en la serie cómo se va configurando ese Partido Nazi, con toda su parafernalia paramilitar, sus miembros visten con trajes militares, están armados, forman una especie de ejército civil, y lo que es peor, es que van sembrando poco a poco el miedo en la población que no es conforme a sus ideas y en los colectivos a los que intentan arrinconar.

En esos años desde que se instaura la República de Weimar, desde 1918 hasta 1933, se va percibiendo cómo la figura de Hitler se agranda de una manera irrefrenable, de ser esa marioneta a ser un líder absoluto y absolutista. Esa República que funcionaba a modo de democracia restringida, se valía de un jefe de estado y un canciller que era jefe de gobierno, este último puesto fue tremendamente cambiante y me recordaba la primera parte del siglo XX en España. Esos constantes movimientos en el sillón de la cancillería suponían sucesivas elecciones y en cada una de ellas, a lo largo de muchos años, y con un plan meticuloso y quirúrgico, el partido Nazi y Hitler fueron pasando de ser algo residual o testimonial a ese partido que obtendría la mayoría simple en las elecciones de 1933.

Después de este hecho todo fue una sucesión de acciones para ir ascendiendo en el poder hasta la Ley Habilitante de ese mismo año que rompía de facto la República de Weimar, y proclamaba a Hitler como líder absoluto.

La serie refleja esa ascensión irrefrenable en la que se percibe una evolución de Hitler desde un personaje pequeñito y con un carácter un tanto quebradizo, hacia un tipo con una personalidad muy marcada, sensible en determinadas acciones pero absolutamente despiadado en otras, en la mayoría.

El partido Nazi fue y es el más claro ejemplo de proyección de un partido populista hasta los altares, su organigrama, sus trajes, los símbolos, el mensaje…, incluso la estética de Hitler formaba parte de ese esquema, el pelo, el bigotito, la indumentaria, los mítines y su puesta en escena.

Llama la atención que importantes nombres de la historia que aparecen al lado de Hitler, la serie los representa como espectadores de excepción, un poco títeres al lado del führer, tales como Goebbels, Goering o Rudolf Hess. Y, de igual modo, siempre hubo detractores y la historia deparó que sus intentos por advertir de la barbarie hacia la que se dirigía el mundo con la ascensión de Hitler, no fueron suficientes.

Es una serie que cobra plena vigencia en nuestros días, una producción que tiene más historia que conjetura, y es de agradecer, es todo un documento histórico que en 180 minutos permite conocer una realidad crucial para conocer nuestro mundo contemporáneo.

Coproducción canadiense-estadounidense de 2003 con dirección de Christian Duguay, deja algún flequillo, puesto que la faceta romántico-sexual no queda bien definida, parece que Hitler tiene una juventud misógina, después una madurez un tanto incestuosa, y una adultez ciertamente despreciativa con Eva Braun, la que se supone que fue el amor de su vida.

Por cierto, un interesante cuadro actoral con la aparición estelar encarnando el papel del canciller Von Hindenburg del enorme Peter O’Toole en una de las últimas interpretaciones de su vasta carrera artística.

La miniserie está realizada en dos capítulos y está bellamente ambientada, desde el principio te metes en la historia, y no tiene un momento de descanso. El fin de la misma es la antesala de la gran conflagración bélica que marcó el devenir del mundo que hoy vivimos; probablemente el resultado final fue el deseable, Alemania perdió, pero lo deseable es que no se hubiera llegado ahí, por las pérdidas humanas y materiales que ocasionó y las fracturas sociales y económicas que se vivieron durante muchos años después.

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