VALENCIA, UNA CIUDAD FUTURISTA Y PROYECTADA AL FUTURO

Es evidente que haber estado un fin de semana y un poco más es un bagaje muy corto para desentrañar o hacer una reseña completa sobre la gran ciudad de Valencia, tercera ciudad más poblada de España; a lo mejor me hubiera gustado visitar, aunque hubiera sido por fuera, el estadio de Mestalla por aquello de mi devoción a los santuarios del deporte, pero el tiempo era el que era y conseguimos ver lo esencial.

Y ahí está el gran truco que Valencia ha hecho, lo esencial de hoy no es lo esencial de hace apenas un cuarto de siglo. Las ciudades, especialmente las grandes urbes, suelen crear al viajero una foto de su esencia, de su emblema, por su historia antigua o más reciente, el Coliseo en Roma, la Torre Eiffel en París, el Puente de Londres en la capital británica…, yo diría que se echa en falta en algunas grandes ciudades españolas ese monumento definitorio, así Madrid es una bella urbe sin ese icono, pues a Valencia puede que le ocurriera eso desde siempre, sin ser una grandísima urbe, su proyección internacional pasaba más por su nombre, su situación, su población y su influencia, pero no especialmente por algo icónico o monumental, y obviamente la Ciudad de las Artes y las Ciencias ha redibujado la foto de esta ciudad.

Ahora Valencia es lo que era desde siempre y un empujón fundamental más, este muy aguerrido, perenne, duradero, atemporal… Hay varios ideólogos detrás de este giro modernista a la ciudad de Valencia y hay que alabarles el logro porque no es fácil, no lo fue porque el proyecto es ciertamente megalómano, en una época donde la lucha política era un escollo (como si no lo hubiera sido desde que somos democracia en este país), con el horizonte de la mordida, el dedazo, los trajes y demás…, pero aun así, resolviendo el difícil trance, Valencia es hoy lo que es gracias a que se superaron todo tipo de obstáculos, y yo, egoísta y abstraído de estos avatares, debo decir que lo que se hizo estuvo muy bien, no sé si el fin justificó los medios, pero el fin a la postre fue genial.

Al parecer el proyecto de Ciudad de las Artes y las Ciencias sufrió distintas alternativas y modificaciones desde su concepción inicial, pero ese entramado lineal que representan los edificios modernistas que emergieron hace un par de décadas son de un atractivo singular, tal vez grandiosos y exagerados, quizá se pagó mucho más de lo previsto, es posible que la amortización de los mismos exceda lo planificado inicialmente, pero de una cosa no cabe duda, ese conglomerado arquitectónico le ha dado a Valencia un perdurable manantial de ingresos que revierte y revertirá en toda la ciudad para siempre, al menos hasta donde yo llegaré a asumir, en el próximo medio siglo.

Por cierto que ese entramado arquitectónico se asienta sobre el antiguo lecho del río Turia, y me ha recordado aquel necesario obrón, probablemente el más importante del siglo XX en nuestro país, que fue el Plan Sur de Valencia.

Sí que tiene Valencia muchas más cosas pero esa Ciudad de las Artes y las Ciencias ya es la foto principal de la ciudad y tan solo pasear por el exterior de los distintos edificios ya merece la pena la visita, su arquitectura de vanguardia te transporta a un universo extraterrenal. Por otro lado, en el diseño de los edificios se conjuga algo muy barato pero enormemente atractivo, el agua. Las grandes piscinas o estanques le dan vida a todo el recinto, el agua es un elemento vertebrador sin igual, engalana el resto, oxigena el frío cemento, dinamiza los edificios que, alguno con forma de esqueleto de pez (el Museo de las Ciencias), parecen salir de las entrañas de un mar imaginario.

Todo merece la pena verlo por fuera, pero es que además los rectores pasados y los actuales van obsequiando a los diferentes edificios convertidos en instituciones independientes de un paquete de magnéticas atracciones para rentabilizar más si cabe la fascinación de los edificios. El Oceanográfic es una referencia mundial de zoo acuático, una especie de parque atracciones laberíntico con muchos recovecos, mucho que observar.

El Museo de las Ciencias tiene ese carácter de museo dinámico, los museos no pueden ser espacios estáticos porque si vas una vez lo ves y vas una segunda y ves lo mismo pues ya no vuelves; así que se dota de exposiciones cambiantes que generan la debida atracción. En este caso, por lo que yo vi, es un museo moderno en cuanto a su concepción porque te permite jugar constantemente con las exposiciones, tocas, palpas, escuchas, interactúas, muy divertido y entretenido, rompe con esos museos coriáceos, inmóviles, que no te dejan casi moverte.

El Umbracle me decepcionó ligeramente, no por su concepción arquitectónica, sino porque ideado como un espacio abierto relacionado con la flora mediterránea, que hayan pasado tantos años desde su inauguración y no haya crecido todo tanto como para ser una zona bastante umbría, yo, sin entender mucho de plantas, debo decir que le falta un poco de cariño.

Luego tenemos el Ágora, el Palacio de las Artes y todo contribuye a hacer una linea arquitectónica única en el mundo. Podrás echar cientos de fotos, aun con un equipo no bueno, y tendrás la sensación de que muchas de ellas las ha hecho un profesional.

Reitero, solo el paseo por este conglomerado arquitectónico ya merece la pena, es evocador, poético, con un aire de ciencia ficción, transgresor pero educado; se le echa mucho en cara a Calatrava, uno de sus arquitectos principales, que tiene mucha cara, pero a lo mejor hay que tener cara o nombre para convencer con eso, quizás otros no pueden.

Y antes de esto estaba Valencia, solo con el nombre ya valía, y merecería la pena ir, ahora ha multiplicado por no sé cuánto el flujo de visitas. Y en esa Valencia moderna también hay espacio para lo antiguo, seguro que menos conocido, tal vez menos trascendente que ciudades como Toledo, Granada, Sevilla…, pero con su encanto.

He de hacer un apunte aunque sea mínimo a que Valencia se me antojado muy accesible, muy amable en cuanto a sus desplazamientos, fácil…, como si fuera una pequeña gran ciudad con la gente sosegada y sin prisas, es posible que en verano la imagen sea distorsionada, no sé, el caso es que me ha dado una fantástica impresión, la impresión de una ciudad que tiene que ser muy cómoda para vivir y vivirla.

En ese recorrido mínimo de la Valencia pretérita, se conjuga muy bien lo moderno, lo neoclásico y lo antiguo, adentrarte por su casco antiguo es casi un guiño a lo árabe, a lo andaluz, calles estrechitas, edificios de piedra impertérrita, ajada pero rotunda.

La Plaza de toros, la Estación del Norte o el Mercado Central son ineludibles imanes de obligada visita, perderte por sus calles es un ejercicio de justicia con una ciudad que se proyecta hacia el Mediterráneo, entre el bullicio y la vida enmascarada.

Yo siempre he tenido como gran referente de Valencia el Miguelete, es lo que yo me hubiera imaginado como monumento más importante, a lo mejor estoy equivocado; por esas cosas del destino intelectivo, desconocía que era la torre principal de la catedral valenciana. Me resultó imponente la torre, la catedral no tanto, y la fotografía un tanto deslucida, ya sea porque los edificios colindantes cortan su magnificencia, como porque unas obras en la plaza anexa (creo que para aparcamientos) cortan una mejor perspectiva. La torre grandiosa al lado de un templo pequeñito parece una anomalía visual.

Me han sorprendido notablemente las playas urbanas, familiares, de arena finísima. El clima andaluz es, sin duda, afable en nuestras costas y la infraestructura turística también, pero como playas ideales estas de Valencia me lo han parecido y mucho, amplias, cercanas, a la mano.

Valencia, para los que ya era conocida es ahora un renovado objeto de deseo para visitar, y para mucha gente de buena parte del mundo se ha colocado en el mapa, también tiene ya un motivo para ver una ciudad que apenas sabía de su existencia y si lo sabía no tenía un atractivo para darse una vuelta por allí.

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