EL AMOR POR LOS COLORES, EL AMOR POR EL COLOR DEL DINERO

Reflexionaba uno de estos días con mi hijo al hilo de lo movido que ha sido este verano el mercado de fichajes en el planeta Fútbol, y es que es muy corto de miras aquel que piense que en el fútbol profesional o de élite los jugadores aman sus colores, y la realidad, que no es triste es la que es, nos enseña que los jugadores profesionales se deben a otro color, el del dinero, y es lógico y nada reprochable.

Los que defienden unos colores, los que los aman, los que se desviven, son los aficionados, esos sí que son incondicionales. Lo que ocurre es que cuando son equipos profesionales han de comprender, y esto a veces no se entiende, que el jugador al que hoy se idolatra mañana puede estar en el equipo rival y si hoy lo adoras mañana es posible que lo increpes.

Quiero imaginar las ocasiones dentro de la vasta carrera deportiva de Messi en las que se habrá tenido que enfrentar a su actual equipo, el PSG, es más que probable que los aficionados parisinos lo llamaran perro judío como insulto más suave, y hoy esos mismos lo ensalzan como Dios futbolístico que es una muestra indudable de lo incongruente que es este deporte en sí mismo, en su versión elitista.

Vistos todos los movimientos que hay en el mercado de fichajes cada año, y las idas y venidas, incluidas las vueltas de jugadores a un equipo donde estuvieron antes y donde se le ha pintado la cara por su supuesta miserabilidad, caso de Griezmann, al final te das cuenta de que el jugador es una especie de mercenario y sus razones tiene, y los clubes tratan de protegerse.

Probablemente Florentino Pérez o Laporta, a los que no tengo el gusto de conocer, no sean seres humanos intachables, aunque como gestores algo saben cómo va el percal. Y este verano se han tenido que deshacer de dos iconos de su club (Ramos y Messi) y de los colores a los que se supone que amaban, ¿cuántas veces si no los vimos besándose el escudo o la camiseta?, antes también ocurrió con Cristiano Ronaldo. Es evidente que ante unas pretensiones económicas astronómicas que ponen en peligro una entidad, la continuidad de un club profesional, que es como una auténtica empresa, no tienen otro camino que intentar que su cuenta de resultados no resulte crítica.

Porque los clubes son empresas, compran y venden productos, compran y venden al mejor precio posible e intentan rentabilizar sus apuestas con cuotas de socios, publicidad, derechos de televisión, venta de camisetas, participación en competiciones profesionales… Que a los aficionados a veces nos cuesta pensar en esto, porque nosotros no vemos esto, vemos los partidos de cada fin de semana, pues es nuestro problema, porque es verdad que el principal objetivo de un club de la élite es ganar títulos, pero también que perdure, no quiebre y gane dinero para poder seguir superándose más. Por eso cada día comprendo más esa vertiente protectora que tienen los clubes hacia sí mismos, tal vez ídolos de la afición en clubes punteros se hayan ido por la puerta de atrás, cuando la gente pensaba que se retirarían ahí, hasta incluso jugadores de cantera, que lo han mamado desde chicos, también abandonan el barco por el color del dinero. Y yo alabo a los clubes, no se pueden plegar ante todo tipo de pretensiones, a veces chantajes, y tienen que enseñar la puerta, aunque los medios de comunicación nos vendan aquello de que «este club se ha portado muy mal con este jugador» o «no se merecía esa despedida».

Decía Messi hace unos años «Mi compromiso con la camiseta y el escudo es total», ¿qué no le habrá dado a Messi el Barcelona?, ¿hubiera sido quién es si ese club no lo hubiera captado en su país desde niño enseñándole el camino desde un club señero?

Pero igual que alabo a los clubes entiendo las razones para que los jugadores emigren hacia donde les ofrecen unos emolumentos más cuantiosos, quién se lo impide. Y aquí va otra reflexión, los jugadores profesionales de fútbol son bienes, tangibles o intangibles, son productos que favorecen los beneficios de una empresa. Los clubes invierten en jugadores para obtener mejores resultados deportivos y económicos, como una industria adquiere una máquina nueva para producir más y a menor coste. Por supuesto que son personas, pero esa es, lógicamente, la parte que importa menos a los clubes, es más casi no les importa nada si son buenas o malas personas, si son de una u otra raza, protestantes o católicos, casados o solteros…, son las máquinas que hacen funcionar la fábrica y cuando se averían o se rompen, o se arreglan si se puede o se compran otras más modernas.

Y, por supuesto, amén de que los futbolistas profesionales que militan en equipos punteros, y los que no también, son más o menos multimillonarios, no hemos de eludir que la vida de estos en su culmen físico es muy limitada en el tiempo, van a tener unos diez años buenos, en esa efímera carrera deportiva tienen que procurar solucionar su vida. Es verdad que sacrifican los mejores años de sus vidas, para los de la élite que ganan monumentales e indecentes burradas no habrá problemas, pero para los de clubes de primera menos importantes o equipos de segunda o más hacia abajo, si tienen la cabeza bien amueblada deben buscar una profesión, que puede ser perfectamente vinculada al fútbol o al deporte, invertir ese dinero, o estudiar y ser algo en la vida y luego tener suerte.

Si quieren ver amor por los colores váyanse a ver los equipos de su pueblo (salvo el Athletic de Bilbao que sigue con una filosofía intachable de cantera, yo diría que ejemplo único en el mundo), porque ahí sí, aunque se maneja un poco de dinerillo, vas a ver a chavales que han nacido en el pueblo o en los alrededores.

Y ya acabo, que ese es otro problema, el fútbol, maravilloso y odioso a la vez, claro que me gusta verlo, pero ¿es que no hay otros deportes? Ese es un gran problema endémico de España que no pasa tanta factura en otros países de nuestro entorno, que tenemos fútbol por todos lados, tropecientas divisiones, si prácticamente cualquiera que quiera jugar encuentra equipo, porque hay pueblos con quinientos habitantes que tienen equipo (que digo yo que jugarán padres e hijos), así que tenemos casi todos los huevos en una misma cesta y despreciamos tanto talento deportivo en el fútbol adonde muy pocos llegan a ser profesionales, a triunfar de verdad, cuando seguro que alguno de esos chicos y chicas, cientos de miles, que practican el fútbol en nuestro país a nivel aficionado, podrían ser estrellas en cualquier otro deporte olímpico y no lo sabemos ni ellos lo sabrán jamás. Y como esto no va a cambiar cuando volvamos a unos Juegos Olímpicos España seguirá muy por detrás en el medallero de lo que proporcionalmente deberíamos obtener por población.

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