FRIGILIANA, EL MIRADOR DEL MEDITERRÁNEO QUE EXPLOTA LO RURAL

No hay ingredientes más esenciales para el éxito en la receta de la planificación turística que tener un atractivo etnográfico y algo de historia, si a eso le unimos la cercanía con la costa tanto por la benignidad del clima como por la posibilidad de remojarse en sus playas, ya podemos explotar el recurso, en este caso un pueblo que seguro que hace años no era tan visitado, que únicamente disponía de «potencialidades». Hoy hablo un poco de Frigiliana.

Recuerdo en mi época universitaria, hace más de tres décadas, que conocí a un tipo singular (surrealista era poco, pero esta es otra historia), un cerebrito que imagino que como poco terminaría como profesor universitario, el cual reconocía las bondades de este pueblo, su pueblo, como un lugar precioso de Andalucía, el típico pueblo blanco, tranquilo, apacible, muy rural, hasta cazurro como él jocosamente se definía, donde el progreso se resistía a entrar por sus calles. Alguna que otra foto nos enseñaba de su pueblo y sí que es verdad que se nos antojaba que era más rural que cualquier pueblo que conociéramos del interior de Andalucía.

Tal vez llame la atención al turista que el progreso no puede llegar si lo limitamos todo a la posibilidad de que un coche llegue a la puerta de tu casa, porque en Frigiliana las calles se retuercen, ascienden y se estrechan en un laberinto urbanístico propio de las ordenaciones de los pueblos de hace varios siglos, donde se construía donde se podía y las calles tenían que dejar espacio para que maniobrara un animal, no más.

A Frigiliana le ha ido llegando la buena onda expansiva de su vecindad con Nerja, y lo es tanto que en diez minutos estás en sus playas, por lo que para los muchos extranjeros prendados de la localidad de las famosas Cuevas, han pensado que podrían completar un idilio completo, mar, tranquilidad, pueblo, olor a historia, esencia de sierra, temperatura casi tropical todo el año…

Desconozco, aunque me hago una idea, cómo era la Frigiliana de hace treinta o cuarenta años, cuando era apenas un atractivo más para aquellos que se acercaban a ver Nerja y formaba parte de esos viajes organizados de uno o varios días. El caso es que el turismo es evidente que ha ido creciendo, y si alguna vez tuvo el atisbo de formar parte de la reiterada España vaciada es ahora un pueblo que crece, ese turismo ha ido retroalimentando el municipio y ha ido progresando y preparándose para recibir el turismo como un maná.

Cuando desembocamos en el centro neurálgico de la entrada y llegada de turistas y muy fundamentalmente de autobuses con excursiones de un día (en una mañana o en una tarde se visita con bastante detalle lo más atractivo del pueblo), la plaza de las Tres culturas, te das cuenta con bastante claridad de que se ha diseñado con mucha inteligencia, los autobuses aparcan gratis y luego hay un aparcamiento de pago, cubierto, que no envidia nada al de una ciudad media, solo que esta tiene apenas 3.000 habitantes, y que da idea de que el problema del aparcamiento se resuelve para el turista con facilidad, pues es ese un problema que genera no pocos quebraderos de cabeza a los ayuntamientos turísticos.

Esa plaza, definida de forma más o menos espontánea como centro de recepción de foráneos, me evocaba a Mijas, con una zona de partida para visitar las maravillas de un pueblo típicamente rural y serrano. Mijas es más turístico porque es más grande, tal vez más explotado, tal vez más decadente.

Siempre que visito un pueblo de esta características, o un pueblo en general, intento perderme momentáneamente, ir hacia aquella calle que no tiene salida o sí, y descubrir en cada callejón, como aquí ocurría, qué sorpresa te depararía, aquí en Frigiliana en forma de muchos detallitos que van sumando, una puerta de madera muy antigua, unas macetas exuberantes en la fachada, unas luces de Navidad en un balcón iluminando una noche veraniega o, por qué no, un gatito dormitando al compás de Junco sin que jamás hubiéramos reparado en los efectos hipnóticos de la música de este ídolo de las clases bajas.

Ese laberinto con casas bellamente decoradas está hábilmente rematado con elementos que tal vez pasen desapercibidos al visitante, por un lado, la limpieza de sus calles y por otro lo cuidado de las fachadas de casas y el pavimento de las calles en una conjunción muy placentera. Como se suele decir ahora, poca broma con lo de la limpieza, si hay algo que le gana al turista, especialmente al extranjero, es que pueda reproducir en los lugares que visita o donde puede ser potencialmente un lugar de retiro, las mismas condiciones de limpieza que en su hogar de origen, y aquí en España, que somos guarros por naturaleza, los municipios turísticos que triunfan y quieren seguir haciéndolo en el futuro, se afanan por tener sus calles más limpias que el jaspe. Y vimos operarios de limpieza como no vimos ningún policía local, lo cual sinceramente es más que significativo.

El atractivo principal de Frigiliana es ese, dar una vuelta por sus pintorescas calles, subir por callecitas imposibles, hacerte una foto con esa casa típica y pulcramente encalada, y encima han conseguido ensalzar su legado histórico. Han amalgamado la historia de buena parte de España por su legado de cristianos, árabes y judíos, qué localidad sureña no tuvo esta presencia triple, porque ambas religiones y culturas convivían plácidamente. Después de eso, basta con darle el impulso necesario. En sus calles hay leves vestigios pero ya se ha procurado con inteligencia darle el revestimiento adecuado y el producto se vende con eficacia y es más rotundo. Por la misma regla de tres, en el pueblo de mis padres, Begíjar, también se podría apreciar el legado de tres culturas, pero ese es otro cuento.

Tal vez sea un poco vehemente al afirmar esto pero debo referirlo porque me toca la fibra, la historia en pueblos sin mucha historia es un añadido al que se le sacan múltiples réditos por su posición geográfica, en este sitio cerca de la costa. En pueblos con mucha historia como el mío, Bailén, ese atractivo que habla por sí mismo (de los tres acontecimientos históricos más importantes de la historia de España) apenas se rellena turísticamente, no está en rutas turísticas, ningún operador del ramo se interesó jamás, desde hace apenas unos años hay algo que enseñar, pero si buscas a un guía más o menos establecido que te enseñe el pueblo y te cuente la historia, ese recurso no existe.

Si el paseo por las calles de Frigiliana no fuera suficientemente atractivo por lo pintoresco, por lo agradable, por lo romántico, y por esas casas cuidadas, luego muchas de ellas son también comercios, que jalonan el recorrido que hagas, hay muchas casas rurales, gastronomía, alimentos de la zona, tiendas de recuerdos, de decoración y algunas rarezas que nos informan acerca de la buena explotación que se hace del municipio y de las dispares nacionalidades que acuden a este magnético enclave.

La provincia de Málaga ofrece múltiples posibilidades y Frigiliana está llamado, si no lo es ya, a ser el emblema de los parques temáticos al aire libre en lo que al patrimonio rural se refiere.

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