"MADAME CURIE", DE MERVYN LEROY

Ya lo he comentado en más de una ocasión, que cuando teníamos una sola televisión (un aparato y un canal, o canal y medio a lo sumo), no puedo decir que se hiciera una mala programación, yo creo que era acertada, congruente y, con más o menos adoctrinamiento, lo cierto es que se respetaban los horarios infantiles y juveniles, no como ahora, que no sé si eso realmente existe o lo limitan todo a la existencia de canales específicos para ese sector poblacional.

En aquellas «Primera sesión» o «Sesión de tarde» de los 70 y 80, puedo afirmar con rotundidad que las películas que nos ofrecían eran inmensamente mejores y de más calidad que las paniaguadas producciones alemanas o suecas que llevamos sufriendo desde hace años, y por supuesto, más didácticas que las ñoñerías típicas de Navidad, donde chico guapo encuentra a chica divina de la muerte y viceversa en escenarios ideales e irreales.

No sé a qué mente pensante de prácticamente cualquier televisión generalista se le ocurrió decidir que no se podían emitir jamás de los jamases películas en blanco y negro, por muy buenas que fueran. Y eso es lo que tenemos, películas chicle, de usar y tirar, que nos acompañan el rato de la sobremesa o siesta, que tienen eso sí, ese punto positivo de ser tan aburridas que te facilitan el sueño.

Había visto hasta ahora esta película una sola vez, hasta ahora, muy seguramente en una de esas tardes que uno añora porque estábamos todos, todos los que hoy faltan, y se te quedan grabadas para siempre. Es verdad que habiendo hecho varias décadas desde aquel visionado uno casi no se acuerda de nada, aunque en esta película siempre recordé una palabra clave, la «pechblenda».

Esta película es una de esas clásicas que tienen un doble cometido, contar una historia y entretener a partes iguales. Es alegre, distendida, ágil… entrañable en suma, aquí casi podemos decir que se cuenta más la historia y donde se puede se trata de entretener, pero se supedita a la historia.

Es adecuado poner en su debido contexto esta producción, se llevó a cabo en 1943 bajo la dirección de Mervin LeRoy (director innumerables clásicos) para la Metro-Goldwyn-Mayer, y apenas hacía nueve años del fallecimiento de Marie Curie y a la Metro le resultó interesante llevar a cabo este proyecto comprando los derechos del libro que un tiempo atrás había publicado su hija Eva Curie acerca de la vida de su madre, no porque la de su padre no fuera relevante, que lo fue, sino porque Marie Curie fue probablemente la primera mujer científica o la más influyente del mundo moderno.

De tal modo que ese contexto nos refleja unos hechos que tenían cierto carácter coetáneo con la vida de Marie Curie y también de su esposo Pierre, con lo que en su momento tuvo una especie de don de la oportunidad y probablemente la sociedad ansiaba ver reflejada en una película el bagaje vital de una personalidad, que desde que yo nacía prácticamente se la tiene considerada, ya lo he referido, como una de las mujeres más preeminentes de la historia contemporánea.

Como es sabido, Marie Curie era polaca, de apellido Sklodowska y no sin dificultad acudió a estudiar a la Universidad de la Sorbona en París a finales del siglo XIX, entonces las mejores universidades del mundo estaban en Europa central (hoy están en Estados Unidos, y en el futuro en China e India, al tiempo). Es una obviedad manifestar que Marie Sklodowska debía ser una adelantada para su época y un cerebro privilegiado, no en vano simultaneó dos carreras universitarias Matemáticas y Física y Química, ambas con brillantes calificaciones.

La película nace en sus años universitarios y cuenta de manera central su relación con Pierre Curie y sus ensayos científicos para el descubrimiento de la radiactividad, por eso resalto que aunque es un producto de entretenimiento y trata de contar los acontecimientos de una manera desenfadada, nos está refiriendo una historia real con su parte nada gratuita de documento pedagógico y divulgativo sobre los experimentos que el matrimonio Curie llevó a cabo.

En la adaptación del libró de Eva Curie al cine es palpable que se tuvieron los guionistas que permitir determinadas licencias dramáticas para construir ese producto comercial que pudiera llegar a todos los públicos, y se saltan algunos períodos, se inventan otros y se obvian ciertos hechos relativamente reseñables.

Creo que no se ahorra la película ningún elemento para posicionarnos en la batalla central de la pareja de científicos en torno a su descubrimiento, y se hace de una forma didáctica, de tal forma que todo el mundo pudiera entender en qué consistieron sus experimentos.

Por mediación del profesor Becquerel, que había descubierto que determinados minerales producían una radiación misteriosa, fueron analizando esos minerales, concretamente la pechblenda, una piedra formada principalmente de uranio pero también de otros minerales como el torio o el bario.

Llevaron a cabo innumerables experimentos destinados a aislar el misterioso elemento radiactivo reduciendo toneladas de pechblenda, hasta que finalmente y gracias al ensayo-error, perfectamente ilustrado en la película, consiguen presentar al mundo ese nuevo elemento químico del que prevén importantes aplicaciones en el mundo de la medicina.

Algunos pasajes sí que se cuentan, como la muerte de Pierre Curie, atropellado por un carruaje en aquel París pujante de principios del siglo XX.

Al espíritu desenfadado a ratos de la película se nos muestra cómo se prometió el matrimonio, de una manera educada y casi de puntillas, propia tal vez de personas más centradas en su vida profesional que en la privada. También aparecen personajes muy entrañables como el padre de Pierre Curie, un médico jubilado, cascarrabias pero todo corazón.

Tal vez ver la película hoy se nos antoje insuficiente (de hecho se hizo una nueva en 2019, imagino que muy distinta), pero como he mencionado, hay que examinarla con perspectiva, realizada hace más de tres cuartos de siglo y con los medios que había, de hecho, es muy teatral, no hay ningún exterior, todo se hace en estudios y buena parte del metraje se desarrolla en ese laboratorio diseñado para la trama capital de la historia.

Lo importante es que la historia se cuenta y se cuenta muy bien, y es un excepcional instrumento pedagógico para recordar la figura de Marie Curie, a la vez que nos acercamos a los descubrimientos que llevó a cabo junto con su marido y que mediatizaron sumamente en hacernos la vida algo más sencilla hoy en día.

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