"LOS PELIGROS DE FUMAR EN LA CAMA", DE MARIANA ENRÍQUEZ

Si alguien me invita a ver una película de miedo, de terror, diré que no, es un género que no me gusta, estaría sacándole pegas por falta de coherencia y veracidad, y también porque no quiero tener ni el menor atisbo de rememorar imágenes que no me agradan en mis despertares nocturnos, ni fantasmas, ni muertos vivientes, ni monjas siniestras, ni espíritus incordiantes. Quizá sea algo pusilánime o cobarde, algo o mucho. Y tal vez sea por eso, porque no me seduce lo paranormal, lo que no puedo abarcar con mi mente, sé que lo que no es real no existe, lo que no puedo palpar es una invención, y por eso lo que se me escapa me espanta; y al contrario el terror psicológico de personajes de carne y hueso no me retrae para nada, y así me vi la saga de Saw, que ahí sí que hay tensión y miedo por un tubo, pero sale de la mente de un personaje real, de su sibilina y despiadada mente.

Pero hasta ahí, la imagen me inspira mucho en mi mente, soy una persona que sueño mucho, últimamente todos los días, otra cosa es que recuerde mis sueños, y mis sueños son muy relevantes y me ayudan a comprender mi vida, quien camina a mi lado lo sabe. Así que nada tengo que decir acerca de la literatura, no me importa leer un relato de terror, aunque es verdad que no me ofrece seriedad, eso de inventar sobre lo que no existe en nuestro mundo cotidiano me transmite desconfianza, a veces hasta risa.

Y si embargo se mueve, que casi no viene a cuento aquí, pero sí, porque pese a todo lo que he dicho, yo soy contador de historias de miedo, más exactamente lo era, ahora llevo un tiempo retirado. Me hice con una historia de joven, de esas largas y diría que soporíferas, típica para contarla en noche de verano ante fuego de campamento, mi comodín. Esa historia la he ido contando en escenarios diversos aunque siempre asociados a la noche y al aire libre, y con el tiempo también me fui haciendo de otras historias de todo en lo que no creo a las que le iba añadiendo mi particular impronta imaginativa, y esto me figuro que lo hacía y me gustaba, porque aunque la historia era de miedo el que se reía por dentro era yo, y si igualmente había algunas personas que querían que yo las contara no veía impedimento en meterme en tal guisa, por agradar y tal.

No obstante llegó este libro a mis manos porque recuerdo haber escuchado hace no mucho en un programa de radio que una radioyente lo recomendaba, y hasta el título parecía interesante; y nada más empezarlo me di cuenta de que eran pequeños cuentos, doce exactamente que mezclan géneros de una forma muy cohesionada, entre las historias de miedo clásicas, las leyendas urbanas, el gore, la tensión psicológica… Son historias cotidianas, de hoy, y eso le da cierta veracidad a los relatos, bastantes de ellas protagonizadas por jóvenes, probablemente a un público al que quiere atraer Mariana Enríquez.

Mariana Enríquez es argentina, periodista y docente, y a consecuencia de ello con su vertiente de escritora sobrevenida probablemente será la que más tiempo le ocupe en la actualidad. La mayoría de las historias se suceden en Argentina, pero son historias muy comunes, las de jóvenes que viven un mundo con sus pequeñas virtudes y sus miserables defectos, los jóvenes se desenvuelven con el mundo de una manera a veces un tanto reivindicativa, transgresora, gamberra, fuman, beben, «cogen», se interesan por lo desconocido y también tienen cierta lejanía de la muerte, con lo que la tratan con cierta falta de respeto.

Todo esto expresado de una manera muy genérica, por encontrar puntos en común entre todas las historias; lo que también hace muy grata la lectura y nada aburrida, es que los cuentos son cortos, apenas se leen en quince minutos, y la autora no se va por las ramas, no hay elementos superfluos, no divaga, condensa lo que tiene que decir y cómo lo va a expresar, las narraciones son perfectamente entendibles y tienen ese punto misterioso de no saber qué va a pasar al final, porque los finales suelen ser apoteósicos. En algunos cuentos te vas imaginando qué sucederá, más o menos, pero en otros el final es rompedor, una frase, una línea y te quedas meditando, el éxtasis final merece la pena.

Y bien, es verdad que algunas me han gustado más que otras, precisamente las que más me han gustado son las que más me han sorprendido, las que más me han impactado, tanto sea por el final como por el desarrollo de la narración, por la temática. Es cierto que dentro de esos personajes juveniles se percibe cierta disfunción mental en alguno de ellos, esos son los más enigmáticos y los más ricos de matices.

Pero, ¿dan miedo? Para gustos los colores, seguro que a mucha gente la lectura de estos cuentos le altera el sueño, a mí no, la literatura es un área donde me siento seguro y no me intriga más que me hace reflexionar, pero ahí termina mi zozobra, sí que me gusta que me deje el poso y sobre todo esa sorpresa final que es, de algún modo, el nudo gordiano de los relatos para mí.

Probablemente el cuento que más va a perdurar en mí, o sea, que creo que no olvidaré nunca (y hasta puede que lo cuente en una noche de verano silente e insolente) es el titulado «Dónde estás corazón» en el que una joven tiene como mayor obsesión, incluso sexual, la de escuchar latidos del corazón, pero de corazones que funcionan mal, su progresión maniática es tal que nunca se pudo entender más textualmente que estaba enamorada de corazón, y el final es memorable.

También hay uno llamado como el título del libro, nada mal tampoco, y en el que también rezuma otra características de los distintos personajes de los cuentos, y es que son un poco sádicos, autodestructivos, rompedores en suma.

En definitiva una deliciosa colección de relatos de terror, que aunque editado en 2009 no ha perdido ni un ápice de actualidad, y que sirve para amenizar almas ávidas de que se les estremezca el ánimo, y que yo atentamente he ubicado en mi mente como ideas futuras para futuros desvelos de mis acompañantes, si quieren.

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