EL TIEMPO, EL CAMBIO CLIMÁTICO Y LOS CABAÑUELISTAS

La prueba inequívoca de que me voy haciendo mayor, de edad no de mente, es que cada vez está uno más atento al tiempo. Ahora entiendo cuando era niño y mis abuelos o mis padres pedían silencio cuando en el telediario tocaba la sección del tiempo, las noticias se podían ver con más o menos atención, pero conocer a priori si iba a llover mañana o no, eso era sagrado.

Bien es verdad que con las nuevas tecnologías no es imprescindible ya acudir a los telediarios para ver el tiempo que va a hacer, es más una costumbre que otra cosa. Cada día miro el móvil no una sino varias veces, ya sea para ver si llueve, hace frío o calor, en las próximas horas; también verifico la temperatura más baja o alta de la madrugada anterior, o los litros caídos; y por supuesto, estos días pasados que hemos tenido una excepcional cosecha de precipitaciones miro con alegría cómo va subiendo el embalse que abastece mi localidad. En fin, cosas de viejos.

Mirando en retrospectiva te das cuenta de que los telediarios de antaño trabajaban con métodos muy rudimentarios, con mapas del tiempo dibujados a mano y el meteorólogo de turno señalando con una varilla metálica los pronósticos. Hoy los avances tecnológicos permiten divisar con nitidez en mapas interactivos el tiempo que ha hecho y que va a hacer sobre una zona concreta, las temperaturas, precipitaciones, rayos caídos, nieblas, tormentas…

En realidad es una información que huelga decir también la tenemos disponible en el móvil, y con bastante precisión el pronóstico cuanto más cercano en el tiempo; aun así la meteorología es una ciencia de extraordinaria complejidad, por más que los avances y lo que los expertos llaman los «modelos» faciliten la labor a los expertos. Aún es imposible prever los localismos, es decir, conocer con exactitud el hecho de que vaya a llover de manera torrencial y peligrosa en una localidad concreta a una hora cierta para poner en alerta con antelación a la vecindad. No obstante, cada vez aprecio que la exactitud de las predicciones va en aumento, pero eso sí, siguiendo y recalcando a los meteorólogos, cuanto más nos alejamos cronológicamente de la predicción es más complicado acertar, es decir, podemos saber con bastante certeza el tiempo que va a hacer mañana, la temperatura a cada hora, a qué hora puede llover, pero es francamente incierto saber qué tiempo hará exactamente dentro de un mes. Yo diría que con el horizonte de una semana está la cosa bastante controlada, a partir de ahí los pronósticos se toman con bastantes reservas.

Y es que los modelos, que refería antes, por más que los introduzcas en un ordenador que hace millones de cálculos en un segundo, herramientas con las que obviamente no contaba el Mariano Medina de antaño, siguen partiendo de algo tan palmario como que el clima es en sí imprevisible a corto plazo en cuanto a lo local, y a medio y largo plazo en general. Remedando de algún modo aquello del efecto mariposa, una brisa en Vietnam podría provocar un huracán en Guatemala.

No soy nada experto en el asunto, con lo que puede que lo que diga ahora roce lo absurdo pero a estos millones de datos que se analizan en función de los modelos, hay algo que sí que yo creo que todos vamos observando, y es que el cambio climático avanza tan rápido que nos damos cuenta de ello, lo cual es una barbaridad.

El verano pasado tuvimos en el sur de España en torno a cuarenta y cinco días de ola de calor. Este invierno está siendo especialmente suave, estoy escribiendo en pleno mes de diciembre y estoy en mi casa sin calefacción puesta y habiendo hoy alcanzado veinte grados; en mi coche desde que terminó el verano creo que no he visto que el panel haya marcado menos de diez grados y eso teniendo en cuenta que a veces conduzco a horas muy tempranas. En este sentido, y no sé si llevo razón, si los modelos no dejan de ser tendencias ampliadas, el cambio climático tan brutal que estamos sufriendo puede que esté desvirtuando esos modelos y cueste más hacer acercamientos probabilísticos acerca de lo que va a suceder en los próximos días, es muy posible que las máquinas estén que echen humo.

Por abundar en el cambio climático, no es gratuito subrayar, porque lo han dicho los expertos, que lo que nos espera es acontecimientos drásticos cada vez más frecuentes, las inundaciones, las DANA, las nevadas copiosas como Filomena, y para la gente del sur esas olas de calor torturadoras, no tanto porque no podamos mitigarlas con los aires acondicionados, sino porque duran tanto que terminan por condicionar tu día a día, porque tienes que salir a la calle necesariamente y eso es matador.

El cambio climático es objetivo de todos, de todo el mundo global, no de la mayoría; la Tierra es única y lo que ocurre en Bailén afecta de la misma manera que lo que ocurre en Shaghai. En mi pueblo hace años obligaron a las empresas de cerámica industrial (ladrillos) a poner filtros carísimos para minimizar la expulsión de gases nocivos a la atmósfera, lo vi bien, pero no es nada trivial pensar que no sirve que muchos pequeños estemos moviendo una piedra en una dirección y uno muy grande la mueva en sentido contrario. Escribo desde mi ordenador fabricado en China con toda seguridad, llevo ropa puesta mayoritariamente fabricada en China, estoy sentado en una silla china mientras diviso una foto que me hice con mi novia hace unos días la cual está colocada sobre un marco que compré el otro día en un Chino. Los chinos contaminan una barbaridad, ya son la máxima potencia económica mundial y el cambio climático se la trae al pairo, porque lo que quieren es ganar dinero; estamos ante la gran paradoja de esta humanidad.

Se dice de la pandemia pasada que es una «plandemia», ya lo he referido en esta bitácora, que no creo en manipulaciones globales, aunque es notorio que el virus, para ser un acontecimiento aleatorio, fue de lo más selectivo, casi ideado por una mente inteligente y perversa; y es que el COVID-19 es consabido que se llevó la vida de mucha gente de forma indiscriminada pero especialmente de enfermos, gente mayor, de los más débiles, como si hubiera querido hacer una selección natural a lo bestia.

Hace unos días, se dice el pecado pero no el pecador, tuve la ocasión de conversar con una persona que creía a ciencia cierta que la pandemia ha sido un plan de los países más poderosos del mundo, aseveraba que el plan era más ambicioso y que en breve quedarían en este mundo quinientos millones de personas. Junto a eso afirmó su creencia en vacunas con microchip, ánimas benditas, apariciones, misteriosos aviones que impiden que llueva…

He referido más de una vez en este blog que no creo en lo que no veo y por más que me pese pues eso me genera notables problemas éticos y existenciales, me reafirmo cada vez más en ello, y por ir terminando, hace unos meses viajé a un lugar a no más de cien kilómetros de mi domicilio, y en un establecimiento regalaban gratuitamente un calendario del ciclo 2022-23 de septiembre a septiembre con las previsiones semanales del cabañuelista de turno, también obviaré su nombre para no hacer sangre.

Esto de las cabañuelas siempre me ha parecido una pantomima, como los zahorís, médiums, videntes…, en este caso concreto que un individuo a través de las observaciones realizadas en unos días concretos de verano dan una muestra «científica» de lo que ocurrirá el resto del año. No entiendo mucho de esto ni quiero entender, y pensaba que esto se hacía en el mes de agosto, pero el individuo del folleto este que tengo en mis manos, del folletín, señala que «el primer día de mediciones es el día 24 de junio “San Juan”, justo al amanecer…, sobre las 6 de la mañana se observan los aires y según de dónde proceda el reinante al despuntar el sol indicará con gran exactitud el lugar de dónde procederán la mayoría de los vientos en el siguiente año agrícola, (quedando pendiente la confirmación mediante el mes de agosto)». Pues ya estaría, asunto solucionado, para qué estudiar una carrera universitaria, para qué cátedras de Meteorología, nos ahorraríamos mucho dinero poniendo un cabañuelista en nuestras vidas, o directamente en el telediario, un pronóstico del tiempo y va que chuta, teniendo en cuenta la «exactitud» con la que reafirma sus predicciones.

He de decir que cuando tomé el folleto rápidamente pensé que me iba a reír y que lo cogía para ese fin, y me estoy riendo bastante. Del episodio extraordinario este de lluvias pasado mi cabañuelista de cabecera no se ha enterado de nada, ni agua ni nada, todo lo más, el tío que es muy capcioso dijo de una semana de finales del pasado mes de noviembre «subida de temperaturas y frío», y se quedó tan pancho, el rojo y negro, el par y pasa en la misma jugada, complicado equivocarse.

Este pájaro prevé varios acontecimientos de agua con barro el próximo 2023, se ve que se le encendieron las luces cuando en marzo pasado vivimos otro acontecimiento raro y ahora quiere estar a la altura. Por otra parte sus predicciones son tan genéricas que se parecen a un horóscopo, en una semana de enero puede llover o no, y más fácil que haga frío que calor. Y en verano mucho calor, pero eso lo sé yo y no soy cabañuelista, y cada vez hará más. Seguiré mirando este cómic y me seguiré carcajeando.

Me gustaría saber más sobre sociología, psicología o estadística, todo ello para entender mejor la mente humana. Nos valemos de sesgos y falacias para dar respuesta a todo lo que nos rodea. Hace poco aprendí el concepto de precognición retroactiva, que es lo que da seña de identidad a las profecías de Nostradamus, tan genéricas, tan inconcretas y tan abstractas, que cuando algo sucede alguien se encarga de buscar la mejor profecía e interpretación que se adapte a lo ocurrido.

Con las cabañuelas y como otras tantas cosas en la vida, siempre habrá algún cabañuelista o algún visionario (casual) que acierte, basta con buscar entre los cientos de cabañuelistas que hay en España y comprobar si alguno ha acertado, por ejemplo, que Filomena iba a ocurrir, y hubo alguno, aunque después no miramos si acierta más cosas. Ojalá fuera preciso siempre ese u otro, pocos problemas que nos evitaría.

Y si no, pues hacemos como lo de la falacia del francotirador, alguien realiza tantos disparos y luego pinta la diana en el disparo que más le convence, es decir, me puedo tirar a la piscina y escribir cien profecías muy concretas y muy radicales sobre el tiempo que va a hacer en los próximos meses, fallaré en noventa y nueve de cien, pero esconderé esas y me quedaré con esa que he acertado, porque yo lo valgo.

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