PRIEGO DE CÓRDOBA, LA SORPRESA DE SU MONUMENTALIDAD

Una vez escuché a alguien decir, refiriéndose a otra persona, que esta última era capaz de hacer brillante un día gris. La vida es de algún modo así, con personas pero también con jornadas; hay algo que disfruto mucho últimamente y es convertir un día anodino en brillante. El poder tomar un día de asueto, si el trabajo lo permite, y hacer un viaje relámpago, en mitad de semana, en un mes irrelevante, agrega un recuerdo en tu memoria para los restos.

Así fue como decidimos ir a Priego de Córdoba un día anónimo de septiembre, cuando el verano no perfora la piel y cuando el otoño comienza a suavizar el rigor ambiental, cuando pasear verdaderamente se convierte en lo que tiene que ser, admirar el entorno a la par que se camina sin miedo a que pasen las horas.

Solo una vez había estado en Priego y de paso, así que más allá de cuatro generalidades que uno conoce por cultura general, creo que merecía la pena hacerle una visitilla, tan cerca como está de mi domicilio.

Curiosamente el tenis de mesa, siempre mi deriva por los deportes, su industria textil o la Fuente del Rey eran la base de mis conocimientos, y ahora tocaba ilustrar esos detalles recabando nueva información en la raíz, impregnándose del pueblo, deteniéndose un poco para mirarlo y admirarlo, parando un poco el tiempo para huir de la presión ambiental.

Empezamos nuestro recorrido por la Fuente del Rey, el que es el reconocido icono de la localidad, agua por doquier decorada por una fuente de principios del siglo XIX, en realidad, un ejercicio escultórico de preciosista factura, proyectado en varios niveles, con cerca de centenar y medio de caños. Preside la Fuente de la Salud que es la que abastece de agua a su hermana (o hija). Casi diría que en estos tiempos de sequía insistente y descorazonadora el ver agua fresca que brota desmesurada ya es, de por sí, un placer estés donde estés, poético magnetismo el que siempre proporciona y en Priego de Córdoba de agua pueden presumir. El entorno me pareció que no casaba, me lo hubiera imaginado alrededor con bastantes zonas ajardinadas, pero hay espacio diáfano de albero que, en realidad, se utiliza en períodos estivales para montar terrazas en un lugar con un hechizo difícil de igualar, y también para pasear a su alrededor, sumamente romántico.

El paseo por la calle Río, su nombre no es baladí porque por debajo circula ese agua proveniente de la Fuente del Rey, nos ofrece un primer acercamiento a ese Priego al que uno no ha tenido acceso en su conocimiento, con casas señoriales que adivinan un pasado lleno de esplendor y con familias de buena posición que dotaban al pueblo en el pasado relativamente reciente, siglo XIX, de un aire elegante y distinguido. La vivienda que hace esquina con calle Fray Albino me pareció un bello ejemplo de ese porte de ciudad pujante y llena de excelencia.

Más allá de lo emblemático de esta calle y sus edificios hay uno que sobresale no por su factura sino por el personaje que lo vio nacer, que no es otro que Niceto Alcalá-Zamora, presidente de la Segunda República y personaje imprescindible para entender nuestra historia contemporánea. Hoy destinada a Casa Museo, donde se pueden visitar sus estancias en una mezcla de costumbrismo y homenaje a la figura de tan insigne prieguense. En su patio principal como testigo callado del devenir de generaciones se encuentra una soberbia encina que nutrida por las aguas subterráneas ofrece una sombra tan densa que a buen seguro que don Niceto y su familia pasarían largos ratos de asueto, tratando de unos temas y otros, y por qué no, del destino de nuestro país.

A medida que voy escribiendo y recordando lo que vi y lo que mi cámara captó me doy cuenta de que esta ciudad es toda una sorpresa, mediatizada por su monumentalidad, donde los escultores y maestros canteros parecieron tener en el pasado barra libre para ir tejiendo a su gusto cada rincón, plazas, iglesias, edificios…, es todo un guiño que, por momentos, me hace situarme en una especie de museo escultórico al aire libre.

La plaza del Compás de San Francisco es ese prototipo de espacio coqueto y acogedor, con edificios armónicos, bellos, melancólicos, y la iglesia que en ella se sitúa alberga algunas de las principales piezas de la Semana Santa local. En cualquier lugar del sur de España la imaginería es formidable, y en Priego ya percibiría que el entorno la hace más atrayente y, sin duda, digna de ver en alguno de los lugares que luego conoceríamos.

Por allí, más o menos, conocimos una de las tradiciones más bonitas del pueblo, como es la de los Hermanos de la Aurora, cofradía que tiene por costumbre, desde tiempo inmemorial, sin fallar nunca, salvo pandemia se entiende, hacer una serenata por el casco antiguo en la madrugada del sábado al domingo tras la medianoche.

La sucesión de plazas y espacios de solaz se sucedía y, como refería anteriormente, sorprende que cada uno de esos lugares te ofrece alguna escultura de sensacional factura y, alguna de ellas, de impresionante porte, como la llamada Defensa de Zaragoza, que se ubica en el romántico Paseo de Colombia, del prieguense Álvarez Cubero, que más parece un homenaje a dos personajes mitológicos que a un acontecimiento bélico.

Y, por fin, llegamos al Balcón del Adarve, desde allí, en una posición dominadora, se enmarca el casco antiguo y se asoma en este balcón a un valle que se presenta feraz por la abundancia de agua ya consabida. Y es balcón pero en realidad es paseo, un paseo que también podría evocar una ciudad amurallada. Dos pensamientos se me vienen cada vez que recuerdo aquel espacio bellísimo y que casi nacieron allí mismo, el primero es espiritual, porque el paseo por aquel lugar y la paz con la que se nos ofreció aquel día, casi desierto, me pareció un lugar amabilísimo, digno de ser amado, pero también el sitio propicio para que dos enamorados pudieran reforzar su trabazón. El segundo es imaginario, y entronco con la imaginería que habíamos visto antes, pues si la Semana Santa de Priego puede y ha de brillar, en este Balcón del Adarve a buen seguro cobra una plasticidad y belleza difícilmente replicables en otras localidades.

El Balcón del Adarve es una parte del perímetro del Barrio de la Villa, ambos retroalimentan su belleza; este barrio es un pequeño laberinto de callecitas estrechas y casas blanqueadas y engalanadas con macetas, un poco cordobés y un poco granadino y, en definitiva, de Priego. De época musulmana mantiene un encanto a lo largo de los tiempos, pues sus vecinos y las autoridades se afanan por preservar ese encanto de un lugar tradicional donde en cada rincón observas algún detalle curioso.

El Castillo, bien restaurado y notablemente cuidado, casi era imaginable que debía existir en una ciudad que se asienta sobre un promontorio. En realidad se trata de una fortaleza de origen musulmán, como el Barrio de la Villa, data como poco del siglo IX, y aunque con sucesivas remodelaciones, da idea del carácter defensivo y de las necesidades de protección de las ciudades del Medievo, enredadas siempre en luchas constantes.

Terminamos en un espacio que casi remató la sorpresa toda que era esta localidad, como fue la Huerta de las Infantas (también conocido como Recreo de Castilla), agua, más agua, jardines, verde, edificaciones que se mimetizan con el lugar; bucólico y también romántico, y por supuesto, lleno de paz y armonía. En el mismo se ubica un pequeño museo dedicado al legado de la industria textil en este pueblo, del que tristemente apenas quedan reminiscencias.

Priego de Córdoba es un pueblo en el centro de Andalucía que ofrece más de lo que presume, mucho más, y como tal es ese lugar al que de vez en cuando hay que volver, para seguir descubriendo nuevos espacios, nuevas sensaciones, tal vez Semana Santa, o eso un día anónimo y anodino, convertido por muchos detalles en una jornada inolvidable.

Hoy especialmente, y saliéndome del guion con el que suelo normativizar mi blog, con normas no escritas, y que si acaso cambio a mi parecer, tuvimos la oportunidad de visitar el pueblo en la compañía exclusiva de Francisco Cobo de Wau! Priego Tours (@ToursWau), dos personas y un guía, un guía que se explayó, que hizo poesía de su pueblo y que contribuyó a hacer que un día normal se convirtiera en brillante, y así la recibimos nosotros.

Comentarios

bisílaba ha dicho que…
No conozco Priego! Pero la lectura de tu post me ha convencido para que lo tenga en cuenta cuando algún día gris amenace.
Saludos!