HANS, EL SUPERHÉROE SIN SUPERPODERES

Me quedé con la mosca detrás de la oreja, como se suele decir, cuando tras mi última incursión en el cómic dentro de este blog con ocasión de la reseña de las aventuras del héroe Thorgal, y quise seguir explorando la rica cantera franco-belga de este género.

Me puse manos a la obra y partí del dibujante polaco Rosinski para llegar a una saga que tiene su sello de primera mano, aunque luego derivó en un magnífico seguidor, discípulo o simplemente un gran dibujante (Kas) que cogió el vehículo de la historieta que voy a comentar cuando ya estaba en marcha, y casi nadie notó el cambio.

Hoy hablaré de Hans. Como gran cómic que se precie funciona muy bien el binomio dibujante-guionista y aquí no iba a ser menos; un guionista tiene una idea, hace un boceto escrito y piensa que puede tener éxito en el público juvenil, y adulto también, y ya lo que queda es buscar a un buen dibujante, sólido, consagrado, para darle empaque al proyecto.

El guionista y padre del personaje de Hans no era un cualquiera, se trataba del belga de la parte francófona (valona) André-Paul Duchâteau, novelista, periodista, guionista en un sinfín de géneros y a la sazón fue durante un tiempo el director editorial de la revista Journal de Tintin, que obviamente fue la publicación donde vio la luz y el posterior estrellato el ilustrísimo personaje salido de la mente y las manos de Hergé, casi nada al aparato.

Con ese bagaje profesional a Duchâteau no se le ocurre otra cosa que crear una historia todo cien, un esquema narrativo que permita prácticamente casi todo. Antes que nada, parece ser que a la par que ideaba la historia de este personaje, también estaba pensando en el dibujante y su circunstancia. De hecho, cuando pensó en Rosinski estaba pergeñando una doble estrategia, por un lado, la creación de una aventura atemporal que no tuviera ninguna alusión, por mínima que fuera, a cualquier tendencia dictatorial, y es que el dibujante polaco hacía su trabajo inicialmente desde su país y no era cuestión de que alguien de las altas esferas del régimen comunista moviera el pincel del genial artista, considerando que la idea vio la luz allá por 1980; por otro lado, Duchâteau y Rosinski mataban dos pájaros de un tiro, ya que con el tándem conformado entre el oeste y el este de Europa, de algún modo, se garantizaban que el producto final pudiera divulgarse tanto a un lado como otro de nuestro vetusto continente.

Pero, ¿quién es Hans? Hans evoca a un héroe, lo es, sigue la estela de Thorgal, por cuanto tiene elementos comunes con él, pero también con otras historietas que nosotros conocemos, Jabato, el Capitán Trueno, es decir, un ser imbatible, preñado de virtudes y dones, guapo, amigable, perfecto en suma, y su mujer muy atractiva, el complemento ideal, Orquídea.

Como en toda buena historieta épica, como esta que la es, Hans es el ser bueno, encarna todos los valores que el ser humano debiera perseguir, por tanto, Hans es un superhéroe aunque sin superpoderes, y precisamente es así porque su superpoder es su bondad, que es su perfección. Por extensión todo el entorno de Hans es bueno, son los buenos. En contraposición a ello, como no puede ser menos, los malos son muchos y de lo peor, también abanderan los peores defectos del ser humano y otros seres o entes un tanto surrealistas.

Démosle pues un paisaje, un fondo, un ambiente, y aquí Duchâteau lo petó, como también se suele decir, porque puesto a evitar connotaciones políticas, por aquello de que a principios de los 80 el Telón de Acero estaba empezando a colapsar, inventó una aventura postapocalíptica o postcataclísmica y la acción se prolonga en una sucesión de planetas, porque los personajes pueden viajar en naves espaciales, pero parece como si cada uno de esos lugares viviera en una época diferente, más bien tirando a futura, y definitivamente atemporal, pero en cada escenario se advierte que hay una lucha de poderes y hay una especie de castas o clases sociales, y los más humildes y oprimidos son los que están del lado de Hans, cómo no.

Cuando veía las historias de Hans y pensé en aquello del «todo cien», me acordé de la serie de TVE «El Ministerio del Tiempo», magnífica idea, con un esquema argumental que tendería al infinito si permitieran producir capítulos, algo que es costoso, es decir, que sería inacabable. Con Hans pasa lo mismo, todo cabe, planetas diversos y escenarios distintos en cada aventura de nuestro héroe, diversas épocas, algunos elementos mágicos y para rematar la faena aparecen animales con rasgos humanos, o humanos con rasgos animales, que no se llega a interpretar muy bien qué.

Así que con estos mimbres tan interminables las historietas oscilan entre lo entretenido y lo asombroso; son entretenidas porque casi nada vale de la anterior, aunque hay una evolución cronológica, pese a que Hans eternamente apuesto, todo parece estar pausado en el tiempo. Y lo asombroso es obvio, porque cuando ves algunas historietas salta a la vista que Duchâteau tiene una inmensa imaginación, y pasando páginas de momento te puede sorprender con algo que no cabe en tu mente y no tienes más que decir ¿¡cómo!?

Y por poner un ejemplo, cuando hablo de varias épocas, lo mismo te salen personajes vestidos con trajes plateados, con pinta de habitantes de una estación espacial, que te aparecen otros usando vestimentas medievales y con gorros de pluma, un dechado de locura argumental.

Como he comentado antes, de Hans no podemos esperar un superpoder, él lo llena todo con su sentido de la justicia, de la equidad, con su bonhomía…, aunque si tuviéramos que explorar algún superpoder, yo diría que hay uno muy sutil. Hans tiene que bajarse al barro no pocas veces, lucha, pelea, se bate, participa en duelos…, ¿suponemos que sale siempre victorioso?, suponemos bien, pero además, como los malos son tan malos le suelen tender emboscadas y cuando ya está a punto de caer…, pues se salva por la campana, o sea, que es un suertudo de mucho cuidado.

Y de los dibujos podríamos comentar tanto del finísimo Rosinski, con un perfilado que hace grandes las historias, con una paleta de colores que no agrede la vista, y con unos escenarios un tanto poliédricos para denotar lo increíble de lo que se narra.

Al inicio señalaba que a mitad de recorrido de la historia, en 1990, Rosinski tiró la toalla por volumen de trabajo, podría haber recomendado a cualquiera pero el trabajo artístico lo dejó en manos de un compatriota, Kas (Zbigniew Kaspzrak), otro fino estilista, pero más joven, con más recorrido por delante y sobre todo con ganas de hacerse notar en el mundillo historietista de la parte occidental de Europa.

El traspaso de poderes no fue inmediato, sino que hubo una transición tranquila, hubo episodios en los que Rosinski y Kas trabajaron juntos y se dividían el trabajo, fondos para uno y personajes para otro. Al poco Kas le cogió el tranquillo y ya siguió hasta más o menos 2015, junto con el padre de la criatura, que es donde yo le pierdo la pista y no sé si han vuelto a seguir editando nuevas aventuras.

Hans es otro héroe épico, atemporal, el héroe real que todos anhelamos, un héroe de carne y hueso, al que todos nos gustaría parecernos; aunque Hans solo vive en el éter de la imaginación de sus creadores.

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