"LA ELEGANCIA DEL ERIZO", DE MURIEL BARBERY

Por empezar por el final, por la conclusión, por el poso que me ha dejado esta novela, diría que es un relato que te reconcilia con la vida, una joyita llena de sentimientos, de ternura, de buena gente, de gente sencilla, y en lo sencillo está lo extraordinario, lo sé por experiencia.

Esta novela es una historia pequeñita que se nos hace grande en el corazón, es entrañable, poética y filosófica, y también emotiva, tanto que me ha hecho llorar leyéndola, y eso, en una persona tal vez algo fría e indolente, como me tengo, verdaderamente es digno de alabanza.

Muriel Barbery es una escritora francesa, aunque nacida en Marruecos, que antes de dedicarse a las letras se licenció en Filosofía y ejerció de profesora de esta materia.

Esa premisa se ve plasmada en esta obrita que explora en los sentimientos de la gente, en el quehacer cotidiano de cada uno, para obsequiarnos con un relato donde la filosofía, aparentemente compleja y lejana, se nos acerca, se domestica en los personajes que participan en la trama. En cada pasaje hay una reflexión filosófica, casi una pequeña lección sobre la historia de la filosofía, sobre la introspección en uno mismo.

La acción se sitúa en un inmueble del centro de París, un bloque distinguido de viviendas de ricos, de hecho, solo hay seis pisos, de lujo, seis familias. En el mismo viven dos personas que son los ejes de la novela, por un lado, Renée Michel, la portera de cincuenta y cuatro, viuda, taciturna y coriácea, y por otro lado, Paloma Josse, la hija de una de las familias de propietarios (su padre es diputado socialista y su madre es muy aficionada al psicoanálisis), de doce años, huidiza, cabreada con la vida y superdotada.

Ambos personajes están llenos de ricos matices, para empezar Renée se ha creado su personaje, un personaje serio y que hace lo que se espera de él, la típica portera que ejerce sus funciones con diligencia y cierto hieratismo, pero detrás de ella se esconde un ser inteligente, cultísimo, brillante, y que no quiere que esa faceta avanzada sea conocida por sus pagadores, vaya a ser que eso distorsione el estado de las cosas, que incomode, prefiere ser quien es, esto es, invisible.

Paloma, por su parte, se ve atrapada en un mundo que no le corresponde, tal vez la edad, quizá la falta de alicientes, el entorno, el caso es que ya tiene fijada la fecha de su suicidio, tarea que tiene asumida con absoluta normalidad y que entiende que es el desenlace más razonable para una vida donde ella parece pasar desapercibida.

De algún modo, ambos personajes se parecen, son solitarios, son inteligentes, muestran lo que no son, no quieren ser observados y, desde luego, no son del todo felices con la vida que llevan o, en realidad, preferirían que el mundo fuera de otra manera para que entonces sí que pudieran realizarse.

La aparente paz de los moradores del bloque se ve alterada con la muerte de uno de sus propietarios, para una comunidad tan pequeña eso es como una pequeña debacle, máxime cuando al poco vacante el piso es adquirido por un refinado y honorable caballero japonés.

A todo esto la gente rica, la del edificio, y por extensión la gente rica en general, porque de algún modo el libro es una crítica hacia los poderosos, es tremendamente clasista, incapaz de mezclarse con los que no son de su estatus; y aparece Kakuro Ozu, un hombre rico, sí, con educadísimos modales, pero sencillo, accesible, simpático y afable. Pronto entablará amistad con Paloma, ambos encuentran en cada uno un horizonte de aprendizaje en la vida, y ambos sospecharán conjuntamente que detrás de Renée hay otra persona que no es la que parece ser. De hecho, ahí es cuando se revela el significado del título del libro, la señora Michel representa el erizo, con púas por fuera pero blandita por dentro, dice la joven Paloma de ella: «La señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes».

El señor Ozu tampoco perderá la oportunidad de intentar romper el muro de la señora Michel, a la que sin más preámbulos invitará al poco a cenar en su casa, lo cual comienza a contrariar a la portera poco acostumbrada a salir de sus cánones, humilde, de origen campesino y duro (con una historia de desprecio por parte de sus familiares), cuyo único brindis a la alegría lo supone las visitas de su amiga Manuela Lopes, que trabaja como empleada del hogar con los Josse.

La cena irá bien, demasiado bien, porque pese a la sofisticación del japonés, este se desenvuelve con sencillez y Renée se sentirá la mar de a gusto, aunque lo cierto es que a costa de desvelar su verdadero ser, ya que conversa con Kakuro de literatura, música, filosofía, cine, sintiéndose como ella misma es, en paz, sin coraza. Y revela que nadie querría en la comunidad a una portera con pretensiones.

El siguiente paso lo da Renée, que como buena aficionada al cine, le propone que vean juntos una película japonesa que el señor Ozu apenas conoce, «Las hermanas Munekata».

A todo esto, con la progresión de esa relación de amistad pura, sensible, madura, sin complejos, la niña Paloma se va reconciliando con su vida, en esos dos inopinados referentes a los que observa proyecta su futuro, en el que la gente no tenga que ir con tantas máscaras.

El señor Ozu invitará a cenar a la señora Michel, esta se viste con sus mejores galas y al salir del bloque juntos, una vecina la saluda y no la reconoce, es una auténtica moraleja del libro, repone el señor Ozu: «Es porque no la han visto nunca». Y esa cena es la magia de la vida y de la madurez, «(…) E incluso todo lo que queramos».

Lo que viene detrás es pura poesía y no merece la pena destriparlo aquí, porque yo ya estaba llorando en la cena, a moco tendido.

El libro es de 2006, luego vimos la película, también francesa, de 2009, cuyo título original es «Le hérisson», de la directora Mona Achache, podía ser un problema plasmar una trama tan literaria, con tanto contenido filosófico en una cinta de una hora y media, pero con algunas licencias argumentales, la cinta sigue con bastante fidelidad la trama, y se llora, porque sabía el desenlace y porque eso me inspiró más.

Comentarios