"EMMA", EN EL CONTEXTO DE LA BURGUESÍA RURAL BRITÁNICA DE INICIOS DEL SIGLO XIX

Si algo caracteriza las series de la BBC es su cuidada producción, detallista, pulcra, con guiones muy bien adaptados a la pequeña pantalla y con una selección del equipo actoral adecuada a lo que se pretende plasmar, y por supuesto, escenarios naturales, decorados y vestuario para hacer del producto un homenaje fidedigno a la obra expuesta.

Del mismo modo que se cuida todo eso, como una buena televisión pública, debe reivindicar a sus grandes literatos, como en España también se ha hecho, no dejando que ninguna obra histórica tenga su correlato en la televisión, en la medida de lo posible. A este respecto Jane Austen es una de las escritoras más famosas de la literatura británica y cobra más trascendencia con los años que una mujer haya podido superar esa invisibilidad que se le atribuye a las mujeres en muchos ámbitos, máxime cuando estamos hablando de que han pasado unos dos siglos desde que esta literata nos legó sus preciosas novelas.

Esta «Emma» no la tenía yo tan conocida, pero se enmarca en la temática de esta autora que tiene como eje la burguesía agraria o nobleza rural, así se le ha denominado. En realidad, fruto de sus vivencias, porque residió la mayor parte de su vida en el campo, nos narra la distinta manera de proceder de este estamento social, con respecto a lo que se sucedía en las ciudades.

Tal vez se pueda entender la literatura de Jane Austen como ñoña, blandita, desenfadada, pero también es muy posible que la época invitara a eso; con no mucha gente con acceso a la cultura, es más que probable que tuviera que buscar su público, y básicamente aquel que pudiera leer y que pudiera comprar sus libros; y tampoco es descartable que esta fuera la primera parte de su cometido, la segunda no es menos desdeñable, como es que entretuviera y que fuera aceptada por la comunidad.

En cierta forma podríamos decir que «Emma» es una especie de comedia rural, no llega exactamente a comedia, pero obviamente ni es drama ni mucho menos tragedia, es más bien un entremés, un relato ligero, casi un cuento.

En la Inglaterra rural de principios del siglo XIX la protagonista Emma Woodhouse (el apellido se traduce como «casa de madera» y a lo mejor está hecho adrede) pertenece a esa burguesía bien situada y que muy probablemente vive de las rentas que sus tierras dan. Su única hermana se casa y ella se queda al cuidado de su padre, mayor, pero no dependiente de ella, no obstante, ese será un escollo en la vida de Emma que tendrá vocación de no separarse de su padre para los restos.

Emma es una atractiva muchacha que reúne los requisitos propios de una chica de su clase, bien educada, correcta, virtuosa (de la música y la literatura) y buena, en definitiva, un sol de mujer. Con ese estado de ánimo siempre alegre y con el autoimpuesto condicionante de que jamás se va a casar porque tiene que estar siempre con su padre, su pasatiempo primordial es el de ser casamentera, ya procura ella mover sus hilos, su don de gentes y ese carisma que tiene con el que cae bien a todo el mundo y facilita los enlaces.

En ese dejar pasar la vida Emma se relaciona con lo más granado de la sociedad local, y muy de cerca la observa Knightley, un amigo de la familia y una especie de hermano mayor o hermano varón que nunca tuvo, y que aconseja a Emma y a veces la reprende cuando va demasiado lejos con sus juegos de intermediación sentimental.

En esos juegos procura dotar a cada hombre y a cada mujer de la mejor media naranja que ella entiende, desaconsejando relaciones que ella no ve con futuro. Su influencia no solo llega a esa burguesía local, sino que las institutrices o chicas de compañía de las damas y las familias, son también objeto de sus cuitas, tratándolas con respeto.

En esos romances interclasistas se dice que está la pequeña crítica social de Jane Austen, porque en esta obra no se ve con malos ojos que chicas que no son de la burguesía puedan relacionarse con gente de clase superior.

Pero la vida de Emma pasa y aunque destila alegría por donde va, además en la serie lo demuestra la resultona actriz Romola Garai que como característica principal tiene una boca amplia que cuando sonríe inunda toda la pantalla, también se observa que a medida que avanzan los años ella también se va dando cuenta de que su atribuido oficio circunstancial no la ha dejado centrarse en sí misma, ha intentado ver el corazón de los demás pero no ha sabido interpretar lo que su corazón quiere.

En esta miniserie de cuatro capítulos podemos decir que la tensión, aunque sea superficial, se palpa en el ambiente a medida que los capítulos se suceden, y es esa tensión sexual (muy ligeramente sexual porque es una serie para todos los públicos, blanca limpísima) no resuelta. Mientras que asume que ella no se va a casar e intenta detectar quién podría estar enamorándose de ella, Emma comienza a sufrir los primeros errores de su oficio y es el único punto en el que se abruma y podemos decir que abandona ese estado permanente de alegría y bondad, y ahí cuando se siente triste y por primera vez en su vida empieza a sondear sus sentimientos.

No desvelo el final pero a poco que uno conoce los personajes ya se adivina cuál será el desenlace. Como digo un entretenimiento ligero y tierno que, más allá de la profundidad de la historia, siempre nos permitirá disfrutar de las esmeradas producciones de la BBC, esta en concreto de 2009.

Comentarios