"LA CUENTA ATRÁS PARA EL VERANO", DE LA VECINA RUBIA

Como soy bastante prolífico en Twitter, que creo que es una herramienta excelente para saber cómo va el mundo, para generarme una opinión sobre cualquier tema y también para indagar sobre aspectos de mi ocio cultural que me tienen siempre ávido de información, con esta red social también me surgen ideas para leer novelas.

En este sentido puedo decir que mi necesidad de leer este libro fue mediante el descubrimiento de este personaje en Twitter. La vecina rubia (@lavecinarubia) es uno de esos personajes de las redes que se «esconde» en un pseudónimo como estrategia para ser noticiable y vender, de paso, como es el caso, sus novelas. En ese espacio de misterio, mientras se desvela su identidad, que necesariamente alguna vez ocurrirá, ya se ha hecho con su público, ya sea por el morbillo o ya, como es mi caso, por leer algo que tiene cierta estela de popularidad.

Sin tener demasiado claro lo que voy a señalar, el personaje surgió durante la pandemia, aunque lo que sí que es claro es que esta novela que hoy reseño sí que se editó en esos tiempos convulsos donde todo se trastocó incluida la cultura, y probablemente la literatura, en una de sus expresiones, impulsó perfiles de novelistas que, desde su privacidad, no necesitan desvelar su identidad para dar a conocer su producto.

Y lamento decir que a medida que leía el libro me he dado cuenta de que era eso un producto de marketing, comercial, candidato a peliculilla, a miniserie, pero tampoco es que sea una novela que deja poso ni de esas que te llegan a las entrañas.

Es más, si hay algo que no suele entrar dentro de mis cánones de lectura es la novela juvenil, y esta tiene mucho de eso, básicamente porque es la historia de una chica desde su adolescencia hasta los treinta años aproximadamente, lo que le acontece y su manera de afrontar esos años tan cruciales para la construcción y el desarrollo de una persona.

La novela es entretenida, no lo niego, pero es de esas ligeras, de usar y tirar, algo que casi ya presume el título de la obrita «La cuenta atrás para el verano». La protagonista, que narra el libro en primera persona, es supuestamente la propia escritora, la vecina rubia, y es que aparte de que no se desvela su nombre en todo el libro y todos la llaman «rubia» y que además también uno de los personajes es su vecino y que se comunica con ella con el popular atributo de vecina, podemos sospechar que sería una novela autobiográfica, quizás alguna vez lo sabremos aunque para mí no es relevante.

Esa cuenta atrás para el verano es, en realidad, esa marca veraniega que pone el punto de inflexión de cada año, porque ya sabemos que el día de Año Nuevo no es el principio ni el fin de nada, y que es norma que el verano es el que marca los cursos de todo y de nuestras vidas también. Igualmente es el verano esa época donde vivimos de cara al exterior, donde estamos más activos y casi donde nuestra personalidad está más predispuesta a la permeabilización.

La (vecina) rubia es una chica más o menos normal, tirando a clase media alta, y su punto de partida es su instituto donde se relaciona con chicos y chicas, allí cuenta con su íntima amiga Lauri, con la que comparte esos años de adolescencia siempre tan azorados. También conocerá a su primer amor, Nacho, un chico encantador que tiene una vida un poco difícil.

El instituto acabará y Lauri se irá a Alemania de donde era originaria, y también dejará a Nacho, que no puede superar la complejidad de su vida. Desde ahí comenzará a conocer a nuevas amigas que van surgiendo en su devenir, y unas las llevarán a otras, primero Lucía, luego Sara y finalmente una nueva Laura, y en ese ínterin su vecino Pol que también será ese íntimo referente para conversar y pedir ayuda en momentos críticos.

La vida de juventud de nuestra vecina estará también a la altura de las circunstancias y de lo que se espera en estas edades, y además con la superficialidad propia de los tiempos actuales, por mucho que la autora trate de envolverla con sentimientos. Amigas divinas de la muerte, vecinos con trabajos ideales, vacaciones en lugares idílicos, comidas en restaurantes de vanguardia y copas en lugares de moda. Y la protagonista, que no se sabe muy bien dónde trabaja, pero que en cualquier caso gasta su tiempo libre y la mayor parte del libro en disfrutar ampliamente de la vida.

Ya digo que con el envoltorio de ciertos sentimientos la vida de esta chica es la de personas que entran y salen de su vida, en concreto sus novios, y amigas y algún que otro amigo que se van incorporando a su cotidianidad y que permanecen en el tiempo. El siguiente novio, por cierto, es Álex, un tipo superperfecto que luego saldrá rana.

Quizá lo que más conmueve es la relación con su padre, otro ser especialísimo y fuera de todo personaje «normal», pues es un tipo que viaja bastante y entre otros lugares, con cierta frecuencia a Japón. Su relación con él es bastante cercana y es donde percibimos las mayores dosis de humanidad de la novela. Su padre sufrirá cáncer y esos últimos meses es donde se destapa el corazón de la rubia. La superficialidad de lo que cuenta se define en cómo expone sus relaciones familiares, su padre es todo, de su madre habla menos, y tiene dos hermanos de los que no habla nada, casi como si no existieran.

Y después de esto, y como medicina para superar este trance conocerá a su nueva amiga, otra Laura, o Laux, como se hace llamar, con ella seguirá con la vida loca, y otra vez de viajecitos, porque nuestra escritora tiene la cuenta corriente saneada y las amigas también, y no, no van de vacaciones a un apartamento con cucarachas, se van a Ibiza a un hotelito pijo.

Allí conocerá a Javi, y ¿qué es, agricultor? No, es bombero, ¿a qué no te lo esperabas? Pues eso.

O sea, novela entretenida, no está mal escrita, pero se me olvidará, típico relato chicle, y no me invita a leer nada más de esta escritora, salvo que en el futuro dé un giro que me sorprenda y me obligue a modificar mi parecer.

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