"NOS CRECEN LOS ENANOS", DE CÉSAR PÉREZ GELLIDA

Ya había oído hablar últimamente en redes sociales acerca de este escritor, es de esos de una nueva hornada (aunque lleva ya años en el candelero) de contadores de historias actuales, en una narrativa con tintes televisivos, con relatos llenos de ritmo, con personajes impactantes y que enganchan…, y todo este cóctel produce novelas que son entretenidísimas y que da igual su volumen, el caso es que tienes la necesidad de agotarlas cuanto antes porque a cada página quieres más. En este panorama hay varios escritores con ese perfil, así, a bote pronto, se me vienen Carmen Mola, Juan Gómez-Jurado o este César Pérez Gellida, como acabo de comprobar.

Llamémosle a esto novela comercial, pero ello no reprime su lectura, esto no es tan así como la música, donde hay mucho comercial y luego mucha música no conocida con mayor calidad que la otra; en la literatura no digo que haya cosas que no trascienden y son de buena factura, pero lo comercial está avalado por las editoriales que no son precisamente incultas y mucho menos tontas, y a mí que el producto sea entretenido y cuidado lingüísticamente me vale de sobra.

Empezando de algún modo por el final, no por el final de la novela, sino con el futuro de estos libros comerciales, por aquello de su vertiente televisiva, no está mal que un literato, por muy consagrado que esté, quiera aprovechar la ola buena para hacer caja, ¿no lo hace un futbolista haciendo anuncios de helados?

Y es que esta tendencia popular a consumir series en plataformas de contenidos ha alimentado enormemente la industria cinematográfica y televisiva, y los productores buscan con denuedo historias que plasmar en imágenes. Pero, es más, ya hay autores que escriben adrede con ese formato, el que permite que la transferencia a la televisión sea ideal.

Hace no mucho leí que un productor televisivo explicaba qué debe tener un libro para ser trasladado a la pantalla, y señalaba dos claves, la primera que la historia sea potente y con acción, y la segunda y no menos importante que los personajes estén muy bien perfilados.

Hete aquí que el perfilado de personajes es algo en lo que me suelo fijar bastante, que los personajes estén bien definidos, que te puedas hacer una imagen fidedigna en la cabeza, casi una foto, que no haya muchísimos, ni muchos ni pocos, lo suficiente para abarcarlo en tu mente considerando que no lees el libro de una tacada, sino que vas haciendo paradas.

Todo este juego lo conoce a la perfección Gellida. Elegí este libro probablemente al azar, quizá por el título, y no me ha decepcionado nada, es más, es el tipo de libro que a medida que avanzas necesitas más y yo diría que el último tercio del mismo requiere leerlo del tirón, como esa película que quieres ver terminar aunque tengas mucho sueño y aguantas.

Y la historia tiene ese progreso que la hace redonda, en el desenlace todo se acelera. Aunque en realidad, la historia se va activando a cada instante, porque como el curioso título de la novela «Nos crecen los enanos», implica que a los personajes le ocurren cosas que provoca que los sucesos se enreden aún más, y sus decisiones posteriores son más virulentas.

Aunque como concepto es la típica historia de buenos y malos, en realidad, tiene unos matices bastante innovadores. Es un relato actual que podría abrir un telediario y como tiene morbo pues eso hace que tengamos curiosidad a cada instante, es una novela negra que vives en directo.

Como elemento rompedor hay que decir que conocemos al malo desde el principio, un asesino en serie que es un famoso escritor, o al revés, un tipo inteligentísimo que persigue burlar a la policía y que tiene una especie de disfunción sexual que le impide el placer salvo que haga sufrir a otras personas, las que serán sus víctimas. Además él nos narra sus acciones y sus propósitos, y además como es lógico nos revela sus pensamientos y sus inquietudes, y trata de darle lógica a todo lo que hace, por muy horroroso que sea.

Los del otro lado son policías y guardias civiles, además trabajando juntos, con sus piques, con sus rollos amorosos, donde se mezcla el trabajo con lo personal, y donde los jefes da la impresión de que embarran el camino al éxito porque necesitan resultados para eludir la presión mediática. Unos personajes también muy potentes.

Ha mediado la pandemia y a nuestro asesino en serie ya le surge el primer problema, después de haber cometido algunos crímenes, un perro paseando un día en el campo con su amo destapa un agujero donde había enterrado a dos de sus víctimas, comienzan a crecerle los enanos, ahora tiene que seguir su horripilante senda; y todo es una huida hacia adelante, haciendo escala en su psicóloga que, de algún modo, ejerce como relatora del perfil psicológico de un supuesto personaje de sus libros, pero que en realidad es él mismo; aunque la psicóloga, en un momento dado, llegará a conocer quién se esconde detrás de su paciente, más enanos que le van llegando al circo.

Podemos decir que casi empatizamos con el protagonista, el asesino, pero no porque nos jactemos de lo que hace, en realidad repugna, pero sí que es verdad que es un raro caso en el que la inteligencia puesta al servicio del mal nos sorprende, nos conmueve, nos maravilla, aunque tal vez porque tú sabes que acabe como acabe, por mucha ventaja que lleve, al final no se saldrá con la suya, es como el personaje de Robert de Niro en «El cabo del miedo», que te gusta casi hasta el final.

Y los policías y guardias civiles se mueven en esa complicada barra de equilibrio, jugando con la inmediatez, la seguridad, lo íntimo o lo mediático, y ahí es donde son más vulnerables, a ellos también les crecen los enanos. Porque el asesino tiene todas las cartas buenas y juega con ventaja, tanta ventaja que para cuando están todas las bazas en la mesa ya hay un reguero de asesinatos, entre ellos compañeros suyos, y el protagonista ya está volando al Caribe, a un país sin tratado de extradición con España.

En este trepidante relato, que es obvio que tiene tintes televisivos (miniserie le vendría bien), Pérez Gellida se revela como un fantástico narrador, incisivo y corrosivo. No escatima en escenas sangrientas y llenas de casquería, si hay serie van a tener que gastar mucha pasta en líquidos rojos.

Si les gusta una novela de acción, moderna y de las que va creciendo a cada página, casi como su propio título, esta es una elección fantástica. Y Pérez Gellida se va a convertir en los próximos años en uno de los mejores literatos de nuestro país.

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