OSUNA, CIUDAD ELEGANTE QUE PRESENTA SUS CREDENCIALES AL FUTURO

Cualquier localidad de Andalucía, por escondida o pequeña que sea, siempre, de un modo u otro esconde una sorpresa. Osuna no diría que está escondida ni mucho menos es pequeña pero lo que sí que es cierto es que sorprende y el futuro que tiene por delante es halagüeño. Osuna evoca al ducado que lleva su nombre y no es casual que la impronta de este título nobiliario y las gentes nobles que habitaron hace siglos proporcionaron a esta ciudad un importante aire señorial y distinguido.

Es curioso que tras visitar Osuna conocí que este año una de sus vías principales había sido nombrada por la UNESCO como la calle más bonita de Europa. Es la calle San Pedro, vía muy céntrica en la que destacan casas palaciegas, imponentes y muy bien cuidadas. El paseo por esa calle es romántico y tranquilo, bello y reflexivo, tal vez el sello identitario de la calle lo representa el Palacio Marqués de la Gomera, hoy convertido en hotel. Construido en el último tercio del siglo XVIII mezcla varios estilos, aunque el que más resalta es el barroco, además un barroco característico, propio y obligado por la canícula del sur, y es que su fachada es blanca con abundancia de yeso y cal, lo que se ha venido en llamar barroco civil andaluz y del que encontramos innumerables ejemplos en nuestra región desde hace siglos, tradición que se mantiene y que podemos ver sobre todo en las zonas rurales.

No es esa calle la que únicamente inspira con la visión de sus casas, cualquier edificio del casco antiguo se cuida con detalle. Un aspecto curioso es que muchas de esas moradas de apariencia más o menos palaciega cuentan con una especie de balcones de planta baja con bellos enrejados. Es una especie de apertura de las casas al interior, como si sus moradores quisieran estar a pie de calle y vivir cualquier evento como una prolongación del mismo en sus aposentos, se me ocurre que vivir una Semana Santa desde una de esas casas con un ventanal abierto de par en par debe ser una experiencia mística.

Seguimos paseando por Osuna y también nos pareció muy bello el Palacio de los Cepeda, que este también personifica un barroco tardío (principios del siglo XVIII) pero que llama mucho la atención, hay que fijarse en cada detalle y especialmente en el blasón que remata la fachada y los caballeros que lo flanquean a modo de protección, como mayor signo de nobleza.

Para una localidad de poco más de 17.000 habitantes es motivo de sorpresa que deviene en admiración que al entrar en una calle adivinas una iglesia, un convento, tantos edificios con connotaciones religiosas, que hoy no tienen el uso de antaño pero que subrayan un pasado glorioso y de empaque, el propio de una ciudad donde se presumía esa prestancia propia de la abundancia de familias nobles y de estar rodeada de recursos naturales interesantes, en este caso, muy probablemente una campiña con tierras fértiles y la cercanía estratégica con Sevilla.

En ese recorrido por la arquitectura religiosa y civil de la localidad es muy típica la plaza del Ayuntamiento y la Casa Consistorial también tiene un aire palaciego, ese lugar es casi el punto de partida natural para acceder a las joyas de la corona de Osuna, lo que de verdad apuntala su potencial arquitectónico e histórico.

Allí arriba, imponentes, casi el legado de una ciudad que nos imaginaríamos mucho más grande, una capital de provincia, tenemos por un lado la antigua Universidad de Osuna, sobrio edificio y muy bien conservado que hoy ha vuelto a tener su carácter universitario y, por otro lado, La Colegiata.

Casi vigilándose mutuamente ambos edificios la Iglesia Colegial de Nuestra Señora de la Asunción podría ejercer con toda justicia como la verdadera catedral de Osuna. Tuvimos la fortuna de que visitando su recinto hubiera una boda en la que los novios llegaban en coche antiguo, muy propio de un lugar donde la historia se destila, evadiéndote a escenarios pretéritos donde generaciones de siglos atrás, esas familias nobles, divisaban desde La Colegiata las iglesias de Osuna, los palacios, sus dominios, sus tierras.

Me resultó especialmente curioso e inspirador el Arco de la Pastora, de finales del siglo XVIII, históricamente los arcos servían como puertas principales por las que se accedía a los pueblos, a veces como punto de control, incluso pequeñas aduanas en algunos sitios. Es de valorar que se haya mantenido esta estructura, aunque alrededor ya se hayan construido edificaciones modernas, al menos no se ha prescindido de esta construcción.

Al respecto de lo anterior no acierto a comprender cómo no se han hecho réplica de arcos en las ciudades o pueblos que los tuvieron y en el mismo lugar, qué es si no el neoclasicismo, quién ha dicho que no se pueda recuperar un monumento antiguo construido con materiales de hoy y manteniendo su esencia anterior, máxime cuando hoy muchos lugares que tuvieron su arco han pasado a ser zonas peatonales y no hay problema para el acceso de vehículos, especialmente camiones, que por altura entiendo que en muchos lugares se derribaran por esa razón.

El Museo de Osuna nos descubrió un escenario con exposiciones permanentes y otras temporales. En las permanentes se ofrece un entretenido recorrido por la historia de la ciudad que obviamente aprovecha para mostrar el rico legado histórico, y nos llamó especialmente la atención una parte de costumbrismo, la de salas que nos trasladaban a tiendas tradicionales de hace un siglo. Entre las temporales, quizá con vocación de perdurar, se encuentra una muy curiosa dedicada a la famosa serie «Juego de tronos», y es que Osuna fue tocada con la varita mágica de la localización de escenarios para un producto de tantísimo éxito.

Y es que la plaza de toros de la localidad fue la Fosa de Daznak de Meeren; la plaza no es muy diferente a cualquier otra, de principios del siglo XX, tal vez lo que llamó la atención de los productores es su atemporalidad, sus gradas de piedra que podrían ser las mismas que las de un anfiteatro romano, quizá su simetría, y en sus entrañas, a las que tuvimos acceso por fortuna, también parecía como si estuvieras en el Coliseo romano, que dicho sea de paso aún no he visitado y está pendiente. Obviamente, con esta configuración lo único que tuvieron que hacer los del montaje de la serie es modificar por ordenador esas gradas y que se convirtiera en un espacio mucho más grande y fastuoso.

Tal vez lo más surrealista del viaje y como mejor manera de mimetizarse con el entorno fue acudir a las fiestas de la aldea de Puente de la Encina, un periplo hacia el mundo de nunca jamás, donde aparecimos como extranjeros en tu propia tierra, fuera de sitio; nada ocurrió pero la estupefacción y la experiencia para contar se reparten sensaciones.

Cuando refería al principio que el futuro de Osuna es más que prometedor, porque su legado está ahí, a todo esto hay que sumar uno de los inventos turísticos andaluces más sensacionales de los últimos años. Tal vez alguien haya oído hablar desde no hace mucho tiempo acerca de la «Petra de Andalucía» y las fotos nos refieren una serie de construcciones que recrean o dan un cierto aire al icónico enclave arqueológico jordano.

Sin tener demasiada idea y valorando la impresionante factura de lo que vimos en el llamado Coto de las Canteras, se trata de una antigua cantera de arenisca, básicamente una explotación minera de la que hay referencias de su funcionamiento desde hace siglos. No obstante dejó de funcionar para ese cometido desde hace varias décadas siendo utilizado como almacén. El propietario de la finca, todo un visionario, Jesús Ramos, tuvo la feliz idea de poner en valor ese diamante en bruto, y nunca mejor dicho, porque encargó al escultor local, todo un genio dicho sea de paso, Francisco Valdivia Gómez, para que diera rienda suelta a su vis artística y esculpiera todo tipo de imágenes con alegorías al mundo antiguo. Es, no le demos más vueltas, una exposición al aire libre de un escultor actual, pero muy bien ejecutada. Además el espacio interior ha permitido contar también con otras esculturas y se ha habilitado una sala relativamente grande en la que se celebran conciertos y todo tipo de eventos.

En definitiva, una joya que va a impulsar Osuna en los próximos años, porque los viajeros somos así, a lo mejor no vamos a lo más bonito sino a lo que más se publicita, y el Coto de las Canteras es un producto turístico potentísimo, y mucha gente va a querer ir, y de paso Osuna, todo un regalo.

Y ahí quedó la localidad ursaonense, que dicho sea de paso, tal y como el nombre de la ciudad indica tiene el origen en un oso, así lo atestigua su escudo, aunque no queda claro que eso sea realmente cierto, si una errónea interpretación tardía de su primer nombre Urso, que le pusieron los turdetanos, y Oxona posteriormente con los musulmanes.

Osuna, anhelos, recuerdos e historias que no volverán, ¿o sí?

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