"EL LECTOR DE CADÁVERES", DE ANTONIO GARRIDO

Una de mis últimas cruzadas que he emprendido en mi movida afición lectora, alimentada por diversos estímulos en progresión casi geométrica, es leer libros de gente de aquí, de Linares, que es donde nací. Y es que cuando entré en el grupo de lectura al que pertenezco, a finales del pasado mes de febrero, todo fue un torbellino de información (también de emociones) acerca de libros que tenía que leer y, sobre todo, esos de escritores cercanos que, aunque fuera por una cuestión de puro chauvinismo, hay que defender para hace algo de patria y difundirlos un poquito desde este mi pequeño foro.

Jamás había oído hablar de Antonio Garrido y menos aún del libro con tan sugerente título que me recomendaban. Y me dije que por qué no; y lo cierto es que el proyecto era un tanto titánico, porque la novela se me presentaba como un tocho de considerables proporciones, algo que no me arredra pero sí que me supone muchas horas y días de lectura a encajar en mi siempre limitado tiempo libre, y ahora más, que bien es cierto que trato de aprovechar de la mejor manera posible.

Lo primero que sorprende tras la lectura de las primeras páginas del libro es que Garrido es sumamente ambicioso porque presenta un relato que se sitúa en la China del siglo XII; si se nos antoja tan lejano cultural y geográficamente ese inmenso país, aún lo es más si hay que remontarse a hace nada menos que ocho siglos y, sobre todo, centrándose en una materia que todavía es más apasionante y que denota un trabajo de campo impresionante, que como el mismo autor reconoce ha sido de varios años, con lo que el resultado final, nada más que por este detalle, merece la atención de cualquier lector que se precie y, especialmente, para los que somos de Linares y debemos sentirnos orgullosos de nuestras raíces.

La base de la novela es un personaje que realmente existió, Song Cí, y además la acción se sitúa en Li´nan (actual Hangzhou), que aunque sea un poco casual evoca a Linares por mera sonoridad. Cí es un joven que siguiendo el legado funcionarial de su padre, trabaja de ayudante con el juez Feng, jurista pero también una especie de médico patólogo o forense que se encarga de hacer autopsias y que, en su síntesis, trata de verificar cómo y por qué causas ha muerto una persona.

Ese empeño se verá frustrado por una serie de luctuosos acontecimientos que harán que pierda a toda su familia, a excepción de su hermana pequeña, que además acusa una terrible enfermedad. Además también ser verá metido en un lío con la justicia de manera que toca fondo y eso le obliga a huir de de su pueblo natal para acudir a una ciudad más grande (Li´nan), donde rehacer su vida, intentando buscarse su futuro en la profesión que más le gusta, tratando de ayudar a su hermana y también resarciendo el buen nombre de su familia que ha quedado manchada por mor de la corrupción.

Con no pocas vicisitudes y problemas, en una especie de montaña rusa, a Cí no le irá nada bien y sus primeros días en su nueva vida no son los que él esperaba. Sus ilusiones se topan con la realidad de una ciudad enormemente agresiva, donde los maleantes, los embaucadores y los ladrones campan a sus anchas. Ni siquiera la propia gente en la que puede confiar le permite dormir tranquilo. Para colmo su hermana, su referente vital, terminará muriendo de su enfermedad, y ese será el resorte para afrontar una nueva vida sin límites y sin cortapisas.

Dentro de todas esas dificultades su proyecto de vida seguirá adelante y logrará entrar en una academia, que es algo parecido a una balbuciente universidad, al parecer el sistema educativo que imperaba en aquel país hace tantos siglos. Aunque su estrato social es muy bajo es su pericia la que compensará ese detalle para poder acceder a la academia y codearse con jóvenes de clases sociales pudientes que se presupone que eran los que podían costear los estudios.

En la Academia Ming comenzará a obtener la confianza del maestro que daba nombre a este peculiar centro educativo, sucediéndose las colaboraciones mutuas y el paralelo aprendizaje de ambos personajes, cada cual con una experiencia adquirida en un caso por la teoría, y en el otro por la práctica.

Las excepcionales dotes de Cí llegarán a oídos del emperador Ningzong que le encomendará la investigación de una sucesión de extraños asesinatos en su corte que rezuman toda una serie de variables que exceden del ámbito puramente palaciego, con connotaciones incluso internacionales.

En el ámbito de esa investigación no exenta de dolorosas adversidades, entre otras, que su maestro Ming ha dado con los huesos en la cárcel por su culpa, Cí empezará a descubrir que tras esos asesinatos hay una trama más compleja que la de unos simples crímenes de un teórico asesino en serie, hay connotaciones políticas, sentimentales o bélicas, y sobre todo el poder por encima de todo.

Cí se nos revela como un personaje complejo, hecho a sí mismo, sufridor y que está constantemente, aun con sus errores, resurgiendo de sus cenizas. Y un ser que con cada una de esas dificultades aprenderá más sobre su profesión y tal vez, lo más sutil, profundizará en la conciencia de todos los que le rodean.

La novela me ha parecido algo excesiva en su extensión, en condiciones normales podrían haber sobrado varias decenas de páginas; no obstante, habría que darle a Antonio Garrido el beneficio de lo que yo denominaría el trabajo excelso. Y es que cuando te has tirado varios años documentándote con libros antiguos que, además, no están en tu idioma, siendo ayudado e ilustrado por un sinfín de amistades, cuando atesoras tantos datos y conocimientos, merece la pena aprovechar cada una de las páginas del libro para dar rienda suelta a ese trabajo ímprobo de investigación.

En todo caso, es una novela que tiene un componente sumamente imaginativo que es el de la investigación de los cadáveres, más que brillante, convirtiendo a Cí en una especie de antecedente de Sherlock Holmes, y casi por eso ya es válida su lectura por parte de un lector que pretenda encontrar una trama meramente detectivesca.

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