Esta es la pequeña historia de una novela que pude haber tardado seis días en leerla y tardé seis meses en acabarla, y por curioso que parezca y en contradicción con lo que expreso en este blog, tardé tanto no porque no me gustara sino por todo lo contrario, porque me daba pena terminarla.
También es la atípica historia del libro en el que extrañamente conocí antes al autor que a su obra. En un nuevo reseteo de mi vida, que por desgracia y espero que también por suerte no debe ser el último, hace medio año intenté dotar a mi tiempo libre del mayor número de estímulos posibles, saliendo de mi zona de confort y en esa reinterpretación de mi existencia intenté abordar un buen número de eventos culturales que estuvieran a mi alcance.
Fruto de esta iniciativa es como acudí a la presentación de este libro, que fue tanto como conocer al escritor en primer lugar. A bote pronto ya se me antojaba una propuesta interesante por la temática y porque, también lo he referido en esta bitácora, me he propuesto leer obras de autores de mi entorno, ciudad o provincia, como es el caso de este Juan María Luribe, que es en realidad su sobrenombre literario, un tipo nacido en Linares.
No es por chauvinismo porque no me caso con nadie ni mucho menos por el anónimo agradecimiento de haberlo podido conocer personalmente, pero puedo decir que esta es la novela que me ha gustado más en este último año cronológico.
Es más que posible que haya comentado en alguna ocasión de este minarete semanal que cuando leo un libro siempre me surge ese pensamiento un tanto pedante y egoísta de «¿por qué no se me ocurrió a mí?», y claro, yo que tengo el ego muy subido en según qué cosas, me creo con una imaginación ilimitada que a la vista está que no tengo. Pues bien, este es de los libros en los que me he dicho que no se me hubiera ocurrido jamás en la vida, ni la trama, ni los personajes, ni los escenarios…
No es baladí señalar que esta novela ha superado mis expectativas por mucho, ya desde las primeras páginas me di cuenta de que me acercaba a algo grandioso e insuperable; y que alguien como Luribe sea un autor casi desconocido es algo que no entiendo, pero son estas magnitudes de la literatura comercial tan intrincadas, donde no todo lo popular es bueno y donde te puedes encontrar joyas como esta que son auténticas obras maestras. El autor, de hecho, se sale de esos círculos comerciales y es él el que impulsa su propia edición, a través de Amazon, todo un horizonte de posibilidades en este ámbito para todo aquel que quiera eludir la dictadura de las editoriales con sus comisiones, imagino que muchas veces abusivas.
Y cómo calificar la novela, en qué género; pues ya adelantó Juan María Luribe en la presentación del libro, a la que reitero que asistí con interés, que tenía humor, terror, acción…, y sí lo tiene todo y muy bien conjugado, aunque para ser franco diré que es especialmente cómico, tanto que me he divertido muchísimo, me he sonreído y he reído, esto último es difícil en mí, y luego tenía una dinámica tan apabullante y delirante que no había descanso, siempre están pasando cosas y tu cabeza está entretenida devorando páginas con esa sensación de querer seguir avanzando para ver qué pasa.
Don Gregorio Márquez Laguna es sacerdote, pero casi diría, de sopetón, que lo único que tiene de su profesión es el título. Es un cura atípico en sus métodos, en su vestimenta, en sus amistades y en sus costumbres, y para colmo se ha especializado en exorcismos, exige agua mineral de marcas buenas para bendecirla, nada de marcas blancas. Y en ese negocio, en el de los exorcismos es donde él se siente cómodo, porque tiene una chulería que le da para sacar de sus casillas, en las casillas de los cuerpos donde se aposenta, al propio demonio.
Claro que todo a lo que se ha enfrentado hasta ahora ha sido un entrenamiento, un divertimento fácilmente resuelto, pero le va a llegar la hora de verse ante el propio Lucifer en una posesión que hace temblar los pilares de la Iglesia Católica Apostólica Romana y, por ende, del mundo entero.
Y es que resulta que al célebre empresario español Florencio Sánchez, más conocido por sus vínculos con la mafia y todo tipo de negocios poco pulcros ha sido poseído. Don Gregorio acudirá a este exorcismo que se le antoja complejo, no tanto por la dificultad que pueda tener en sí, sino porque se introduce en un oscuro mundo al que él teóricamente no está acostumbrado.
No obstante, cuando hace examen de la situación descubrirá horrorizado que el demonio en su manifestación más potente ha ocupado el puesto del citado empresario y que los trabajos y arreglos de andar por casa con los que se ha ido proveyendo hasta ahora, no sirven para esa amenaza demoníaca con unas consecuencias terribles para la humanidad.
Ahí es cuando Gregorio se despoja de su papel de sacerdote y se convertirá en un tipo todoterreno, en el Padre Tormenta, con una personalidad arrolladora y pondrá en marcha una maquinaria y un plan diabólico, como no podía ser de otra manera, para derrotar a Satanás en la batalla más dura a la que se ha tenido que enfrentar jamás.
Formará un equipo de personajes a cual más delirante pero con un cometido muy especial; Teresa, una monja amiga y experta en historia; Bandicoot, un joven inadaptado que es un hacker fabuloso; Plork y Mork, matones de don Floren reconvertidos ahora en los baluartes de Gregorio; y ya puestos a ser imaginativos y espléndidos, por sus páginas pasarán obispos, arzobispos, importantes inspectores de la policía, y hasta el mismísimo Papa.
Es una carrera contrarreloj en la que nuestro Gregorio tendrá que ir ganando pequeñas batallas y dotarse de material de peso para enfrentarse en una batalla última a Belcebú, y eso le obliga a dar una vuelta por media España para conseguir un armamento muy peculiar, y pasará por Jaén y también por Linares.
Y para esa batalla final ya se ha convencido de que él solo no puede, ya ha quemado unas cuantas naves, de hecho, Gregorio es tan recto aunque sea poco ortodoxo en su desempeño que ha utilizado (ha secuestrado) a curas pederastas para hacerle el trabajo sucio, total si mueren nada se ha perdido; pero eso no es suficiente y al final tendrá que secuestrar al propio Papa en persona que, por cierto, también es español y conocido del Padre Tormenta.
Después de pasar tantas páginas va a resultar que nuestro Gregorio no es tan mal cura, de hecho va a demostrar que es más sacerdote que otros muchos que se pegan palmetazos en el pecho y son apenas una fachada o sepulcros blanqueados, remedando a la Biblia.
El libro es largo y no me hubiera importado que lo hubiera sido más. Está muy bien escrito, la riqueza de vocabulario de Luribe es más que notable y no le voy a perder los pasos. Según tengo entendido esta ha sido su segunda novela, y la primera, «Hebdómada», en cuanto tenga un hueco la adquiero y disfruto.
Y ya está el libro se acaba y yo también cierro un capítulo de mi vida que termina como terminan las cosas que no acaban bien, con tristeza y dolor, por eso me resistía a leer la última página, era un simbólico elemento que permitía aferrarme a una tibia esperanza, en un horizonte de relectura con alguien con quien deseaba volver a divertirme con las andanzas de Gregorio, pero no fue y no será. Ya volverá a salir el sol, no me cabe duda.
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