EL CAMINO DE SANTIAGO A TRAVÉS DE TRES SERIES

Cuando acabé mi tercer Camino de Santiago el pasado mes de noviembre, pensé como ya hice con el segundo, ilustrarme con lecturas o películas de este auténtico viaje iniciático para mucha gente y también para mí. En esta ocasión, también exploré esto, centrándome en tres series que me fueron recomendando o que yo las vi por ahí.

A veces uno peca de héroe porque se piensa que hacer el Camino es algo épico, inigualable, extraordinario, y como decía no hace mucho «el polémico» Juan del Val en El Hormiguero, de algún modo, somos muy pesados los que hacemos el Camino y le damos la brasa a nuestra gente con lo que nos ha ocurrido. Y es verdad, creemos que somos especiales y no es cierto, todo lo que has hecho tú lo ha hecho antes mucha más gente y en condiciones mucho más penosas que las tuyas, así que nada noticiable. Y, por supuesto, también te crees que te pasan hechos extraordinarios y en el Camino lo extraordinario es normalidad porque, lo más normal que te ocurra es que conozcas a gente sí o sí, con una historia que contarte, como la tuya, y hay magia, es más, como apenas la conoces no la juzgas, no te juzga, y eso es como una droga para tus sentidos, pero es rutina para el Camino, lo que pasa es que tú te crees que solo te está ocurriendo a ti. Tenemos sobrevalorada la lucha, mucha gente se proclama luchadora y la vida es lucha, o sea que nada noticiable, luchadores son los que afrontan la muerte cada día y no saben si llegarán a completar la jornada.

Y a todo esto ya me vale que yo exprese esto, porque me he entretenido en hacer en mis viajes pasados sendas reseñas en esta bitácora realmente largas. Que sí, lo reconozco, a mí también me dio por la vena de ensalzar mis logros, aunque ahora, con el tiempo, me he retraído un poco, y tampoco puedo eludir que, como en más de una ocasión he expresado aquí, mi blog funciona ya como una memoria externa de mi persona, así que a ella puedo acudir cuando mi disco duro comienza a olvidar o a fallar, sin pretender dar la brasa a nadie.

Pues nada, vamos al meollo, que el Camino exista se debe en buena parte a la historia y también a una serie de pioneros que en la época franquista quisieron rescatar del pasado esas leyendas de peregrinaje, que esas sí que eran épicas. En una época más moderna Galicia debe darle las gracias a Manuel Fraga, es algo reconocido por todos, que en el año Xacobeo de 1985 le dio el impulso definitivo con la protocolización de rutas y la apertura de un montón de albergues públicos. A partir de ahí el auge del Camino es exponencial, desde que lo hice por primera vez digo que es un producto turístico perfecto, de hecho de lo último que se habla es de la desestacionalización, o sea que cada vez es más frecuente que la gente lo haga en épocas que no son el verano o la primavera, con lo que la oferta hostelera y de servicios está viendo una redoblada oportunidad. Al margen de esto, hay innumerables aditivos que alimentan el Camino porque la publicidad infinita y el boca a boca son magníficos abastecedores de sucesivos peregrinos, y desde luego lo más directo es hacer series de televisión, más o menos subvencionadas en algunos casos.

En estos meses he estado visionando tres series de diverso pelaje, habrá más, no lo dudo, pero tal vez las dejaré para sucesivos viajes. Y es que sí, uno ve las series para identificarse en los lugares por donde ha pasado de forma anónima y solitaria, y yo sí que me siento orgulloso aun a riesgo de ser el pesado de turno de que yo estuve en lugares míticos del Camino que fueron durante un ratos solos para mí, en una suerte de exclusividad que a mí me evoca cierta mística.

Comenzaré de peor a mejor porque, a ver, tampoco me hice mucha idea de que quería ver algo de calidad, sino tantear un poco esta temática de series del Camino, para poder hablar de algo en el futuro, con gente del Camino o con personas que quieran hacerlo.

La primera serie que empecé a ver poco después de Navidad y que puedo calificar como decepcionante experiencia fue la que tuve con la serie «3 caminos» de 2021, un infumable bodrio que bajo el auspicio del subvencionismo, es a mi parecer la típica serie española que se podría calificar despectivamente como una «españolada». También me vale para expresar otra de mis mejores muletillas de los últimos tiempos, lo siento no puedo ser más original, y es que la serie es un «todo 100» recalcitrante. No me voy a parar mucho en ella porque no merece la pena verla, si acaso el primer capítulo para desencantarse. El Camino es una excusa para meter con un calzador a cinco «amigos», alguno de ellos nada ejemplar, que coinciden tres veces a lo largo de unos veinte años en el Camino de Santiago, pero con tramas muy forzadas, del todo inverosímiles y con un recorrido argumental que interesa de poco a nada. Para colmo, y se ha criticado no poco, tenemos a un guapete como es Álex González haciendo de mexicano, es el personaje más íntegro tal vez, pero qué necesidad de poner a un actor español imitando un acento mexicano. Que sea de 2021 no garantiza más entretenimiento. Esta serie es más que prescindible, una pérdida de tiempo que asumí ya metido en faena, con el fin postrero de despotricar de ella aquí.

Más enjundia tiene una serie más antigua que ha envejecido regular, se trata de un proyecto televisivo de 1999 del versátil Arturo Pérez-Reverte justo cuando se encontraba en la cresta de la ola de su, por aquel entonces, exultante carrera literaria, no es que ahora no tenga fama, pero lo primero que escribió fue tan impactante y de tanta proyección mundial que en la actualidad ya no consigue crear con esa etiqueta de sorpresa para el lector.

Y sí, voy a decirlo otra vez, un poquito de «todo 100» también tiene, para qué negarlo. Algo de drama, de intriga, pero algo de humor que no pegaba con cola (esto es lo que peor ha envejecido para mí), un pelín de arte, también música y danza (esto tampoco me encaja demasiado) otro de cultura y algunas dosis de argumento literario. Eso sí, la gran baza de esta serie, a la que pienso que no se le dio mucho bombo en su momento, se trata de una producción de Antena 3 y que actualmente diría que ha caído en el ostracismo, es que tiene un plantel actoral de relumbrón. Siendo una especie de coproducción multinacional y grabada originalmente en inglés y español (con doblajes manifiestamente mejorables) se la quiso dotar de unos actores míticos para enganchar a la audiencia, sin ser mala la serie, los nombres de los actores son mejores pues la producción casi no llegar a dignificarlos. El grandísimo Charlton Heston, sí, el mismo, aunque ya en una serena vejez, y un también fantástico Anthony Quinn, son el banderín de enganche de una serie que se complementa con buenos actores españoles y alguno que otro foráneo.

El hilo argumental se centra en una serie de asesinatos que se suceden a lo largo del Camino, en el que se suceden varias subtramas en paralelo que son demasiado inconexas: una excursión de peregrinos en autobús; un traficante de obras de arte al que persiguen unos mafiosos de medio pelo; otra excursión, está sí a pie, de jóvenes belgas procedentes de algún reformatorio que redimen cierta pena haciendo el Camino con un educador haciendo de padre y protector; peregrinos sueltos y místicos; una empresa de moda que hace vídeos en escenarios monumentales con sus estrellitas, su fotógrafa, su equipo y una jefa con cáncer terminal que se redime en el Camino; un profesor universitario (Charlton Heston) que ofrece el envolvente histórico-cultural a la serie... Y a todo esto la policía española, no diría que especialmente brillante, que trata de resolver esos asesinatos que tienen como común denominador a la oca, o más exactamente «el Juego de la oca», por aquella reiterada leyenda basada en la teoría templaria de que lo referente al juego en sí sería una guía simbólica o un mapa encriptado del Camino de Santiago Francés, donde se avanza y se retrocede, donde hay puentes, un pozo, una cárcel...

La serie es un poco batiburrillo pero el fin es lícito, la trama o resolución, sin ser brillante por lo menos cumple el cometido de ser entretenida; imagino que Pérez-Reverte estaría al tanto de lo que se hacía pero hoy podría ser una buena serie si se volviera a rodar aunque con algunas mejoras que la harían mucho más apetecible. Y a diferencia del bodrio anterior, aquí por lo menos hay también un cierto y acorde fin divulgativo del Camino, que nos ayuda a compenetrarnos mejor con él.

Y vamos con la última y ya lo adelanté, la mejor. Aunque es una serie no es una narración, no es una novela, no hay un guion como tal, hay en realidad un proyecto televisivo, una especie de ensayo televisado, una suerte de entrevistas profundas que tienen como fondo el Camino. La serie dirigida y producida por Miguel Ángel Tobías, el antes presentador de televisión y ahora metido en productor, y director de cine y documentales, es precisamente este último, a medio camino entre el documental y la entrevista. Lo del Camino es una excusa pero diría que es la mejor excusa, no hay tanto de divulgativo, no hay tanto de enseñar el Camino y los lugares, con sus innumerables leyendas, sino «El Camino Interior», así se llama la serie de RTVE, que muchos afrontamos sin mirar demasiado la espiritualidad sino más bien para juntarse con uno mismo y reflexionar sobre la existencia, lo que uno tiene detrás y lo que se le avecina por delante.

A lo largo de dieciséis programas y caminando por sendas etapas del Camino francés selecciona a una serie de personas relevantes de nuestro país que han llegado a la excelencia en cualquier ramo: deporte, ciencia, medicina, radio, música, psicología, empresa… Cuando alguien ha sacado la cabeza en su ámbito y ha alcanzado las cotas que ha conseguido es porque, normalmente, se trata de una persona fuera de lo normal que tiene mucho que contar y muchas enseñanzas por difundir. Ahí es donde Miguel Ángel llega a una especie de catarsis con sus invitados caminantes, donde hace que se desnuden no solo acerca de sus vidas cotidianas, sino también, y es lo más interesante, de sus vidas interiores, dándole también él su prisma personal. Además producida en 2021 al poco del fin de la pandemia con lo cual le otorga cierto cariz evocador, porque por aquella época los sentimientos y las incertidumbres estaban a flor de piel.

Cuestiones como la creencia en Dios, qué hay después de la muerte, los miedos, las zancadillas de la vida…, toda una suerte de cuestiones muy profundas, dotadas en muchos casos las respuestas con muchas dotes de sabiduría que a mí me han servido también para continuar haciendo mi peregrinaje interior en busca de respuestas a una vida en la que uno es lo que ha querido ser aunque tal vez no lo soñó de esta manera.

Así que como colofón a un viaje iniciático último a Santiago, del que me acuerdo bastante, porque eso cala hondo, estas series sirven para consolidar un propósito interior, para mantener la llama viva del volver a intentarlo y también del «me queda mucho por andar y por aprender». Y como resumen, una muy mala y prescindible, la otra pasable y visionable, y la última de Miguel Ángel Tobías absolutamente recomendable.

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