"NO VOY A PEDIRLE A NADIE QUE ME CREA", DE JUAN PABLO VILLALOBOS

Me estoy dando cuenta de que cuando leo, de vez en vez, tengo que echar mano de la comedia en alguna de mis lecturas; el drama, la tragedia o la tensión son buenos soportes pero necesito sonreír, requiero lecturas desenfadadas e ingeniosas que observen el lado jocoso de la vida, que lo tiene y mucho, más de lo que nos imaginamos.

Leyendo «No voy a pedirle a nadie que me crea» del mexicano Juan Pablo Villalobos, novela que se ambienta en la Barcelona actual, no puedo negar que la amalgama de personajes absurdos me recordó a algún que otro personaje hilarante de las novelas que el genial Eduardo Mendoza radica en esta su ciudad natal y que con tantísimo ingenio perfila, de hecho tengo un gratísimo recuerdo de su última novela «Tres enigmas para la Organización» y que reseñé en esta bitácora.

La carta de presentación ya digo que no puede ser más surrealista si únicamente nos ceñimos a algún dato de esos personajes: el propio Juan Pablo (alter ego del escritor) que acude a Barcelona a hacer una tesis sobre literatura iberoamericana, su novia Valentina que afronta presionada un exilio no muy convincente a la Ciudad Condal, también hay un chino, un pakistaní homosexual, un italiano antisistema, una Laia que es mosso d’esquadra, otra Laia que se enrolla con Juan Pablo, y que es hija de un pez gordo que encima es del Opus, y una perra que está en celo aunque ya nos dice el protagonista que se llama proestro, esos personajes y otros muchos más igual o más delirantes. Ah, a todo esto, la novela va de espías, de chanchullos, de ajustes de cuentas y de corrupción, palabra muy en boga últimamente… o siempre, y quizá también de algo de literatura, mucha literatura porque está muy bien escrita.

Pero Juan Pablo, que es un tipo de perfil bajo, sin comerlo ni beberlo, tiene un primo que está metido en asuntos muy turbios, y quiere que él medie, no quiere, lo obliga, para que cuando viaje a Barcelona desde México, en esa estancia, que el primo asume que es una tapadera y que verdaderamente para Juan Pablo es su futuro, la tesis, trabaje en su favor. Lo que es cierto es que al primo lo liquidan en México, pareció un accidente, todo un tópico, pero antes de hacerlo ya habrá mandado una serie de cartas a Juan Pablo y a su novia, casi como si estuvieran escritas desde la tumba, en la que confiesa que si les han llegado es porque está muerto, y es verdad, pero aun así les sigue dando instrucciones.

Juan Pablo se tiene que meter en todo el meollo, porque es que si no va a ser imposible, no le van a poder dejar hacer la misión (estudiantil) para la que ha ido a Barcelona. Y se convierte a trompicones en mafioso, para lo cual ni vale ni está preparado, pero tiene que asumir el ejecutar a gente o el que le obliguen a estar en tal o cual sitio, o incluso que deje a Valentina y se líe con Laia, la hija del personaje del Opus que maneja tela. Y ahí por medio se han liquidado al tío de esta Laia, que también es un personaje de cuidado, que tenía una perra y que ahora se la ha quedado el pakistaní, un hacker y homosexual, todo junto es un cóctel sugerente, que no sabe que las perras también tienen el período.

No obstante, para Valentina, que es bastante más terciada que Juan Pablo, no le gusta el cariz de los acontecimientos y va haciendo la investigación por su cuenta, primero con la ayuda de un italiano antisistema un tanto peculiar, y luego ya más en serio cuando recibe una carta del primo (muerto) en el que amenaza con que algo malo le pasará a su familia en México, a la que ha visitado (antes de morir). Pero es más, Valentina, que vivía en un piso compartido con Juan Pablo, con un argentino con una niña muy viva a la que ella cuida a ratos, y unos brasileños, pues descubre que no solo lleva varios días desaparecido, el que era su novio, sino que encuentra una novela que lleva por título el de esta novela, en una especie de delirante autorreferencia, porque el título es una clara pista de lo que acontece en este relato, todo tan absurdo e increíble que es difícil que alguien pueda creer al que lo está escribiendo.

Y claro, el borrador de esa novela cuenta lo que ya hemos estado leyendo nosotros, así que está vez Valentina tiene que acudir, ahora sí, a los Mossos d’Esquadra, y da con una tal Laia, otra Laia, que no puede creer de primeras a la mexicana, pero va hilando cabos y todo va teniendo cada vez más sentido.

Y ya me dirán qué hace un joven como Juan Pablo metido en todo esto, pues porque no le dejan hacer otra cosa, es que le va la vida. Su cara se ve afectada, porque sufre una afección dermatológica a causa del estrés y no mejora, es evidente. Mientras, de vez en cuando, su madre, que se ve que es una estirada, le manda unas cartas muy jocosas casi jaleándole que se haya enrollado con la pija de Laia y haya dejado a Valentina, y que se deje de bobadas de tesis, y que con el bragetazo ya tiene bastante, vamos, que le va bien que su hijo sea un mafioso.

Así que vas avanzando en una historia donde los personajes podrían ser como la vida misma, porque no me negarán si lo que vivimos cada día cuando ponemos el telediario no es digno de una película con el guion más descabellado, solo que aquí no es real y te lo estás pasando muy bien a medida que vas pasando páginas, porque aparte de que es una novela no muy larga, se lee con notable soltura.

En medio de esta redacción asistimos a la belleza de un lenguaje con muchos giros mexicanos, con mucho vocabulario de aquel país, además puesto, en algún pasaje, en comparación con el español que se habla en Barcelona, que es como el de Madrid, siempre que no estén hablando en catalán, que algún personaje lo hace.

Avalado por haber sido la novela ganadora del cada vez más prestigioso Premio Herralde que concede la Editorial Anagrama, Juan Pablo Villalobos, que es el escritor y claramente el personaje, en una simpática fórmula de hacerse protagonista de su propia narración, nos regala unas cuantas horas de sonrisa y de recuerdo de unos personajes que separados no serían nada pero juntos dan lugar a este cómico enredo de enorme creatividad. Por cierto que tiene película, una mexicana de 2023, apuntada queda para verla con el encanto propio del que la leído y sabe lo que puede ocurrir y quiere comprobar qué tal fue la adaptación.

Como siempre barro para casa, y soy más de Bailén que un ladrillo, dice el novelista que «Esta novela no existiría sin una conversación que tuve con Jordi Soler en la esquina de las calles Bailén y Consell de Cent una tarde de otoño». Y es lo que tiene ser de una ciudad histórica, remedando a un viejo humorista del pasado «soy de Bailén y Vd. no lo es», con lo que es una maravilla que vayas por España y que algo tuyo sea el título de calles representativas de ciudades tan importantes como Barcelona en este caso.

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