INAUGURANDO UNA NUEVA ETIQUETA EN MI BLOG Y HABLANDO DE UN DESCONOCIDO PAÍS: ESUATINI

Y cuando todo parecía que nada cambiaría, que todo era estático e inamovible en mi personal blog, el otro día me di cuenta de que había un hueco no cubierto, y precisamente en algo en lo que me desenvuelvo vocacionalmente muy bien. La vida es la que es pero si alguna vez me reencarnara estudiaría Geografía, que es una disciplina que me apasiona.

Era bien pequeño cuando recuerdo que mi hermano tenía un libro de la escuela de esta asignatura, él debía estar por 5º de EGB o así, y yo por 1º; el libro tenía una portada llamativa, colorida, de esas que te invitaban a abrirlo y descubrir qué había dentro. Y lo que había dentro era y es fiel reflejo de una faceta de mi vida que he cultivado sin saber si tiene algún fruto positivo, espero que sí, y no era otra que la de memorizar y acumular datos que apenas me han servido para nada, más allá de ejercitar el músculo del cerebro, que eso lo doy por bueno. Sí, porque en unas páginas estaban los países del mundo con sus capitales, y yo que me propuse aprendérmelas porque sí, porque entendí que era importante o porque tenía el velado anhelo de visitar esos lugares en algún momento de la vida; Bangkok, Ulan Bator, Asunción o Gaborone, lo primero que se me viene, burbujeaban en mi cabeza, entre otras muchas, para darle sentido a una curiosidad innata en mí.

Mi Atlas universal,
mi vida y mi mundo interior
Un tiempo después y como recuerdo más tangible de la primera inversión que hice con el dinero que ahorraba por la paga de los fines de semana y algún dinerillo que me daban mis abuelos maternos con no más de diez años me compré un magnífico atlas universal, que obviamente aún conservo (el de la foto, de Editorial Cantábrica y editado en 1973), y que hizo mis delicias otros cuantos años más. Con él conseguía, no solo localizar en los muchísimos mapas que contenía esas capitales de países que ya me había aprendido, sino que podía viajar con mi dedo y mi mente a remotos lugares en los que me aventuraba a inventarme la vida de, por ejemplo, un niño de mi edad en una remota localidad de la Unión Soviética, de Hungría o de Tailandia, qué sé yo, y me imaginaba incluso que había un niño como yo que también tuviera un atlas y que justo en ese momento estaba pensando en ese anónimo niño que vivía en un minúsculo lugar del mundo que era Linares y que obviamente era yo. El atlas tenía estadísticas y muchos datos que yo me apresuraba por aprehender.

Nunca abandoné esa pasión por la Geografía, la fui abonando debidamente con el paso del tiempo y seguí disfrutando con la mente, visitando lugares ignotos, ilustrados, ahora sí, con lecturas en revistas, programas de televisión y ya más modernamente con el Google Maps, donde en unos cuantos clics me daba una vuelta por las calles de esas capitales de países de las que jamás conocí su fisonomía y ahora podía «andar» por ellas.

Esa pasión ha ido ligada al conocimiento más profundo de todos los países, su situación en el mapa, su capital, su idioma, su moneda, su bandera y emblema, su orografía, sus religiones, sus razas, sus ríos, sus costas…, en una búsqueda tan interminable como apasionante. Y ya, con muchos datos adquiridos busco curiosidades, que las hay y que, desde luego, quiero que formen parte de la divulgación, muy limitada bien es cierto (porque apenas me leéis con habitualidad una treintena de personas), con la que afronto esta nueva etiqueta del blog.

También ha habido en esta búsqueda interior un componente muy sentimental y casi de justicia humana, y es que nunca quise pensar que yo era más que nadie y que en este mundo que habitamos no hay seres humanos de primera o de segunda, ni hay razas mejores que otras. Hace años conocí que en los Estados Unidos la gente, mucha gente, no sabía colocar en el mapa del mundo a Europa y su bagaje se ceñía a sus propios estados. Y eso pasa, nos pasa a nosotros, si le preguntas a alguien que sitúe en el mapa Burundi, dirá que está en África, poco o más o ni eso. De hecho, le pregunté a mi hijo el otro día (nacido en África) si podía situar algunos países de ese continente en el mapa y me dijo que apenas sabía de Etiopía y los países limítrofes.

El caso es que no sé si el detonante de este nuevo debut de etiqueta en el blog fue una noticia que trascendió hace unos días en los medios de comunicación. Se ve que como estamos en época estival las noticias escasean y se acude a curiosidades y chorradas que en invierno no tendrían cabida. Con ocasión de la cumbre de la ONU en Sevilla a finales del mes de junio, entre los participantes estaba el rey del desconocido (no para mí) país de Esuatini y los contertulios de un programa de televisión de tarde se mofaban de las llamativas vestimentas del monarca, de que hubiera acudido a la cumbre con no sé cuántas mujeres o de que hubiera exigido que le llevaran al hotel donde se alojaba su trono propio. La mofa incluía datos erróneos, como que el país se llamaba Suazilandia, incierto puesto que cambió ese nombre en 2018, cualquiera puede verlo simplemente con acudir a Wikipedia y también se equivocaron al pronunciar el nombre del mandatario, que es Mswati III.

Mswati III
Detecto en estas mofas, por más que sean serpientes de verano, un cierto microrracismo, ese de los europeos caucásicos que ven guay todo lo occidental, que sitúan bien en el mapa a los países de su entorno pero no saben nada de países africanos o de países pobres, y sí yo noto hay cierto supremacismo blanco. Somos animales de costumbres y vemos normal lo que retenemos en la retina desde que éramos chicos, nos puede espantar la vestimenta extravagante de Mswati III cuando a lo mejor ellos, los suazis (etnia dominante en Esuatini), observan que nuestras corbatas son, por ejemplo, un hortera lazo que cuelga de nuestro cuello y que llega hasta la cintura.

Y esto, quizá, me dio pie a iniciar esta etiqueta, tal vez no de la forma que me gustaría, ni por los derroteros que debe adoptar, que son los de la curiosidad geográfica que me embarga en este planeta cambiante y sujeto a todo tipo de sorpresas, pero hoy toca hablar de Esuatini para inaugurar esta nueva vuelta de tuerca de mi bitácora.

Pues vaya por delante que si hubieran sido nada más que un poco curiosos y hubieran visto algún dato de este país se habrían dado cuenta de que más allá de las extravagancias que observamos los europeos sobre Mswati III, lo que sí que sería criticable es que gobierna con mano de hierro su país, en lo que es una monarquía absoluta o una dictadura encubierta. Hay partidos sí, pero son meros títeres, hay dos cámaras de representantes pero administran la morralla.

Aunque el país obtuvo la independencia del Reino Unido en 1968 allí gobernó, en el que puede ser el récord mundial de longevidad en un reinado el monarca Sobhuza II, pues accedió al trono con la edad de cuatro meses, en 1899, y se mantuvo hasta su muerte en 1982, aunque los primeros años tuvo regentes. Mswati es su hijo que llegó al reinado en 1986, con 18 años, por lo que tampoco es muy mayor, y tiene visos de que morirá siendo rey. Uno podría decir que no estaría mal la monarquía absoluta si administrara con equidad, pero como suele ocurrir con estos sátrapas, ellos viven como reyes (risas) mientras la gente se muere de hambre; Esuatini no es de los países más pobres de África por renta per cápita, pero está de la media hacia abajo, y desde luego en algo contribuiría un monarca que amara su país si se dejara de lujos y contribuyera con su merma a invertir y generar riqueza entre los suyos.

El país, fruto de las divisiones coloniales, se homogeneiza, como ya he referido a través de su etnia mayoritaria, la suazi. Y ahí viene una de las más relevantes curiosidades del país ya que su situación queda constreñida a una pequeña «región» fronteriza entre Sudáfrica y Mozambique, sin salida al mar y con el tamaño aproximado de la provincia de Jaén, aunque eso sí, viven algo más de un millón de habitantes, el doble que en nuestra provincia.

Aun siendo un país tan pequeño, en habitantes, en superficie y en relevancia, se permiten disponer de dos capitales, Mbabane (que es la que yo siempre conocía) que es la capital administrativa, y Lobamba que es la real y legislativa. Por influjo de Sudáfrica de la que depende bastante, su moneda propia es el lilangeni pero también se utiliza la divisa sudafricana, el rand.

Su economía es evidentemente primaria (agricultura y ganadería) y su sector secundario se centra precisamente en la transformación de esos productos primarios.

Esuatini ha sufrido como pocas naciones la lacra del VIH y es uno de los países del mundo con un porcentaje de habitantes más afectado por esta enfermedad, porque ya se sabe que en África descuidan mucho la protección de la salud.

Volveré y la siguiente será una curiosidad geográfica.

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