"EL CAZADOR DE ESTILEMAS", DE ÁLEX GRIJELMO

Si no existiera un Álex Grijelmo en nuestras vidas lo deberían inventar, así de rotundo y taxativo soy; al menos para los que amamos el lenguaje y procuramos tratar este con mimo, respeto y, a ser posible, sin errores, sin dañarlo, aunque es evidente que esto ya no es tan fácil, y en la complejidad del «español profundo» y en el que cada día aprendo algo nuevo, he decir que por fortuna, no estoy para nada exento de cometer algún error burdo y otros más rebuscados. Busquen por ahí en Internet algún test de ortografía extrema y ya observarán de lo que estoy hablando y de lo equivocados que estamos cuando suponemos que conocemos hasta los últimos entresijos de nuestro idioma.

Cuando era joven compraba y leía muchos textos de Fernando Lázaro Carreter, fue nuestra atalaya lingüística en época escolar, lo que para algunos supondría algún que otro quebradero de cabeza o un azote, y del que me empapé de sus icónicos ensayos «El dardo en la palabra» y«El nuevo dardo en la palabra»; tras su muerte me hice un poco de Álex Grijelmo, él se convirtió de algún modo en mi guía.

La aparición de Grijelmo en un programa de radio que yo seguía hace años «No es un día cualquiera» en RNE con Pepa Fernández supuso mi afección definitiva hacia su figura, amén de que fue el responsable del «Libro de Estilo» del diario El País, del cual yo bebí de su espíritu, así como impulsor de la FUNDEU (Fundación del Español Urgente), institución y página web de referencia, adonde acudo casi a diario. A este respecto es importante subrayar que Grijelmo no es filólogo sino periodista de carrera y desde su faceta profesional se ha convertido en un lingüista de referencia para el habla hispana; por cierto que no es miembro de la RAE y es obvio que está en el banquillo de reservas para cuando se vayan produciendo vacantes en los asientos de la que «limpia, fija y da esplendor», al tiempo.

Curiosamente he leído algunos de sus ensayos y, es más, tengo en casa uno de ellos que adquirí hace años y al que todavía no le he metido mano, «La gramática descomplicada», permaneciendo con su plastiquito precintado en mi mesita de noche esperando su momento, que lo tendrá.

Pero claro, uno es un oportunista y me enteré, como casi todo por casualidad, casualidad que afortunadamente se halla gracias a la lectura, de que Álex Grijelmo había saltado por primera vez en su carrera desde el ensayo hacia la novela, y además que esta última estaba relacionada con la lengua, qué menos, y qué atractivo podría resultar lo que nos podía ofrecer en su debut netamente literario y narrativo el pasado 2019.

Cabe plantearse, lo cual no es moco de pavo, que una cosa es saber escribir bien y otra muy distinta tener algo atractivo que contar. En esta encrucijada tenemos grandes escritores a los que le falla lo gramatical, no es normal si son grandes, y otros buenos lingüistas o ensayistas que se visualizan incapaces de salir de su ámbito porque no tienen la imaginación o la inventiva de plasmar una ficción llamativa. Y luego están el 99 % (o el 95 o el 90) de los libros, esos que quedan amontonados, cuando no vendidos al peso, en esas ferias del libro que no cuestan ni el papel y que conllevarán todas estas magnitudes, poco interesantes y con un lenguaje no idóneo o directamente erróneo, y esto ya es delito porque las editoriales (buenas) tratan de corregir internamente sus ediciones antes de que pase a imprenta, y también tenemos correctores en los ordenadores, aunque con todo de vez en cuando se cuela algún gazapo incomprensible.

Pues nada, aquí que se puso el bueno de Álex Grijelmo a dar rienda suelta a su inspiración que con toda seguridad, no fue tal, es decir, que no fue fruto de un impulso y sí de una idea más que meditada y madurada. No debe ser del todo sencillo convertirse en novelista de la noche a la mañana por más que uno tenga un montón de buenas herramientas en el zurrón, la teoría es una cosa y la práctica… Por eso creo que Grijelmo ha salido a asegurar, a no emplatar algo que distorsionara mucho con su trayectoria profesional.

Su ópera prima narrativa, como no podía ser de otro modo, trata sobre el lenguaje, las palabras, el estilo. Ante todo habría que plantearse qué es un estilema. Todos tenemos nuestras manías al hablar, nuestras coletillas, esas expresiones que utilizamos con asiduidad casi sin darnos cuenta; en la escritura nos ocurre lo mismo, trasladamos esos dejes involuntarios, ya sea por nuestra propia formación o deformación, ya sea por nuestro mayor o menor conocimiento del idioma, del léxico, semántica, ortografía…, todo eso va dejando rastros que son identificables, aun escribiendo en el ordenador, señas personales que son visibles tanto como nuestra caligrafía.

En mi caso yo reconozco que mi humilde «legado» en este blog refleja esos estilemas, algunos muy evidentes y otros menos, incluso que puede que esos menos vistosos tal vez ni siquiera yo sea consciente de ellos y solo puedan ser localizados por alguien desde fuera. Como pequeña confesión y de manera consciente sé que me gusta utilizar los adverbios terminados en «mente» y que abuso, de forma obstinada, en acompañar los sustantivos con dos adjetivos.

Es curioso porque tengo un compañero de trabajo que tiene un singular estilema, y no se lo he visto a nadie jamás, y es que cuando escribe en un procesador de texto, entre palabra y palabra le da dos espacios. Alguna vez le he dicho a Paco, que es como se llama mi compañero, la pérdida de tiempo acumulado a lo largo de su vida, de tener que dar dos espacios entre palabra y palabra. Así que si alguna vez examino un anónimo hecho en ordenador y veo que deja dos espacios entre palabra y palabra ya sabré quién es su autor.

Álex Grijelmo construye una historia sencilla, entendible, desde un esquema donde las palabras y el estilo van a tener un peso importante en la trama. También ha sido muy inteligente al no enfrascarse en esta su puesta de largo novelística en un relato complejo, tiene pocos personajes y con un perfil muy bien definido, es una historia de investigación policíaca sin acción, pero con un recorrido muy entretenido, que a mí me ha gustado bastante.

Tenemos tres personajes principales, casi diría únicos, en cada capítulo habla cada uno de ellos en primera persona, cada uno le cuenta la misma historia desde su visión a un periodista, que es el que se encargará de sacar a la luz lo noticiable de lo que le cuentan estos.

Es una historia única contada por los tres protagonistas que entre ellos forman una especie de triángulo de intereses. Eulogio Pulido es un inteligente profesor universitario de lengua y literatura en paro, un poco perdedor y que acaba de salir de una relación sentimental tormentosa en la que ha sido engañado, casi arruinado y necesita rehacer su vida y, en especial, su economía. El periodista que escribirá el hipotético libro de esta trama lo pondrá en contacto con el veterano comisario de policía Julio Contreras, un tipo curtido en mil batallas, que tiene una particular manera de realizar sus investigaciones y pesquisas, lo que se ve y lo que no se ve. Por último tenemos a Esther Jiménez, una chica de mediana edad, hija de Anastasio Jiménez, presidente y principal accionista de La General Minera.

El punto de partida de la trama es la muerte (natural) de Anastasio Jiménez, pero su testamento no deja en una buena posición a la hija. El documento que sirvió de base a la notaría para elaborar ese testamento se ha escrito en un ordenador, y comienza la colaboración entre Pulido y Contreras, en pos de una resolución del problema. Pulido detectará un estilema, un rastro, que analizando los escritos y archivos del personal directivo de la empresa, conseguirán dar con el autor de una modificación perniciosa para los intereses de Esther.

Ese inicio será uno de los hitos en esa colaboración mutua, que devendrá en fructífera, y Contreras le seguirá dando trabajo a su nuevo amigo en un horizonte de investigación que se le abre con cierta sorpresa por su parte al bregado comisario.

No obstante, la trama del testamento de Anastasio Jiménez no quedará ahí, ni todo es como parece al principio, los buenos no son tan buenos ni los aparentemente malos lo son tanto; esto va a generar otra serie de consecuencias en cascada que harán discurrir el nudo por unos derroteros distintos a los que nos podríamos imaginar al principio, y donde los estilemas siguen estando presentes, dándole mucho juego y vidilla a la acción.

El texto es muy elegante, sin errores lógicamente, y dentro de esa elegancia narrativa sin tacha alguna, se destila una subtrama sentimental entre los tres personajes que, finalmente, deriva en una relación concreta.

Sí que me gustaría despejar una duda señor Grijelmo, y es que dado que Vd. es un impulsor de la FUNDEU, observo que el símbolo de tanto por ciento lo pone sin espacio a continuación del número y, sin embargo, leo en dicha FUNDEU «Cuando se escribe una cifra seguida de un símbolo, como el del porcentaje (%), lo recomendable es dejar un espacio de separación entre ambos», ¿debo entender, por tanto, que Vd. no sigue esa recomendación?

No sé cuál será el recorrido futuro de Grijelmo, si querrá continuar con esta trama lingüístico-policíaca, sacando partido a lo que esconden los estilemas, si es así, desearé encontrar nuevas aventuras hacia las que nos llevan las palabras aunque lo desconozcamos.

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