THE RED ROAD, LA SERIE QUE RESCATA LOS PROBLEMAS SOCIALES EN EL SIGLO XXI DE LOS INDIOS DE EE. UU.

Tenía anclada esta serie en mi escritorio y no encontraba el momento de meterle mano, tal vez lo suyo era empezar a verla y engancharse, de eso se trataba y así ha funcionado. Es evidente que intento, a veces, no siempre lo consigo, buscar algo que se salga de lo comercial, algún buen argumento que te haga reflexionar más allá de temáticas manidas y casi gastadas. 

The Red Road, que no tiene una traducción como tal en las emisiones que se hicieran en España, trata de variados temas aunque hay uno latente o que sobresale entre los demás, como es la problemática de las relaciones entre los estadounidenses, generalmente de raza blanca, y las diversas colonias o reservas de tribus indígenas que tanto hemos visto reflejadas en películas de la corta pero machacona historia de los Estados Unidos.

Es raro que podamos estar ajenos a cualquier problemática social que acaece en Estados Unidos, las noticias de la tele tienen como eje lo nacional, lo europeo y, por supuestísimo, cualquier cosa que suceda en el país americano, sabemos cómo evoluciona su pandemia, los tiroteos que hay, los tornados, las nevadas, las manifestaciones, las persecuciones…, y todo esto también se da en otros sitios pero no nos interesa, o los medios de comunicación, verdaderamente es esto, no nos lo priorizan. Por eso algún conocimiento tengo, aunque sea liviano, de la problemática con los pobladores originarios del norte de América.

Creo que lo vi alguna vez en «Informe Semanal» que, como ocurre con muchos indígenas y minorías étnicas en el mundo, se les ha desplazado por la presión de las razas dominantes e «invasoras» hacia la marginalidad, o a veces han asumido ese rol de subvencionados para seguir eternamente no integrados en la sociedad civil. En el caso de los indios de Estados Unidos, y me refiero de una forma muy genérica, se dedican al comercio y curiosamente a la instalación de casinos en sus reservas, y un porcentaje de población superior a la media del país tiene adicciones.

En este caso, la tribu originaria que aparece en la serie es la «lenape» que se asienta en los estados de la costa este de Nueva Jersey (ahí se sitúa la serie), Pensilvania, Nueva York y Delaware. No conocía esta tribu pero es que por mucho que nos han metido con calzador los nombre de apaches, kiowas, sioux, cheyenes, arapahoes…, hay más de quinientas colonias o pueblos nativos en Estados Unidos cada uno con su nombre y es imposible conocer todos, algunas de esas colonias son muy pequeñitas, casi testimoniales.

Algunas de esas cuestiones y problemáticas sociales pone encima de la mesa esta serie, una serie que en un principio me sugería ciertas semejanzas con «Twin Peaks», una trama que se desarrolla en una zona rural, un joven desaparecido y posteriormente hallado muerto y una amalgama de personajes locales que se entrelazan con diferentes subtramas que avanzan sobre un nudo principal.

Tengo que decir antes de nada que escasamente conocía la trayectoria de Jason Momoa, uno de los personajes principales de esta serie, ni siquiera lo relacionaba con su participación en Juego de Tronos, como Khal Drogo. A este respecto debo afirmar que hace un papel muy convincente, más allá de su rotundo físico y sus rasgos exóticos, es hawaiano de nacimiento, podemos concluir en que es un magnífico actor.

Pues Jason Momoa encarna el personaje de Phillip Kopus, uno de esos nativos lenape, y que se nos presenta en la serie como el malote, un tipo un tanto desarraigado que ha tenido problemas con la justicia, que se maneja bien con las armas y que se dedica a los trapicheos con las drogas. En contraposición a él, es como su antagonista, está el teniente de la policía Harold Jensen (Martin Henderson), un tipo que lucha contra el mal y al que le cuesta mantener el equilibrio entre su deber, su familia y los nativos.

El título de la serie que, como digo, no se tradujo al español evoca varios significados a mi parecer. Por un lado aparece más o menos al principio de cada capítulo una carretera serpenteante jalonada de una extensa arboleda que en otoño ofrece un paisaje de color bermejo; también puede ser un símil con la supuesta piel roja de los nativos amerindios; y por supuesto, una carretera roja teñida de sangre, pues evoca los acontecimientos que se van a suceder en la serie.

Está presente en la serie las tensiones raciales existentes entre blancos y lenapes, desconozco si esta será una norma en el país. Y para empezar la presentación no puede ser más peliaguda, la hija del teniente sale con Junior, un lenape hermano de madre de Kopus, ambos van al instituto; la relación no es bien vista por ningún lado, pero sobre todo por la familia del teniente y especialmente de su madre Jean (Julianne Nicholson), que es esquizofrénica y que tiene alguna dificultad para diferenciar la realidad de la invención. Un punto de partida que ofrece un elemento distorsionador en el primer capítulo cuando Jean va a buscar a su hija, a la que cree en peligro, y atropella a un chico en el bosque; su marido se encargará de borrar las huellas del accidente haciendo un alarde de contradicción entre el deber y los sentimientos.

Phillip Kopus arrastra a su hermano a cometer alguna que otra fechoría y eso supondrá una mayor tensión entre los jóvenes pero también entre Kopus y la familia Jensen. Curiosamente Jean tuvo una relación de joven con Phillip y, de algún modo, no quiere que los viejos fantasmas del pasado rebroten.

Kopus continuará ejerciendo el papel de malote y sus escarceos con el mal le llevarán a ser el objetivo de bandas bien organizadas de la droga. En el último capítulo de la primera temporada habrá un final revelador en el que Harold Jensen le salvará la vida.

En la segunda temporada tendremos a Jensen ya de capitán tras haber conseguido averiguar dónde estaba el cuerpo del joven que abría la serie y otras intervenciones exitosas; en esta vuelta de tuerca a la trama de la primera temporada, se propondrá un giro discursivo en el que Kopus y Jensen son ahora casi mutuos colaboradores.

En esa nueva temporada a los lenapes se les ha cedido el control de la zona, de la reserva, instaurando su propia policial tribal con las competencias que le corresponden en su terreno; se avanzará en la trama de Kopus y sus tejemanejes, y hace aparición de una manera persistente la introducción por parte de otras tribus indígenas más potentes económicamente del factor «casino» en plena montaña para distorsionar la naturaleza y el entorno.

También se avanzará en la trama de la enfermedad de Jean Jensen y todo su pasado, en relación con sus padres que viven en el mismo pueblo y que van a tener mayor trascendencia a medida que avanzan los capítulos. El pueblo, por cierto, es Walpole, pero es ficticio, no existe en la realidad.

Esta segunda temporada es más sangrienta y rítmica que la primera, se ve fácil y nos descubre que los buenos dejan mucho que desear, a la par que pone de relieve algunas actuaciones ilegales del ayuntamiento años atrás y que serán un eje fundamental en esta entrega.

Una serie, en definitiva, ciertamente atípica, con varios argumentos que convergen en una unidad de acción, y si bien es cierto que alguno es menos estimulante que otros, hay que decir que es una serie que se deja ver, no aburre y si uno se lo propone se visiona en un fin de semana. Aun con algún fallo argumental las interpretaciones mejoran la serie, incluido el llamativo Momoa.

Se trata de una serie de 2014 creada por Aaron Guzikowski con las dos temporadas referidas y seis capítulos en cada una de unos 45 minutos de duración. Destaco la música de cabecera de Daniel Licht, que es absolutamente inquietante. Podría haberse dejado argumento para alguna temporada adicional pero tal y como quedó creo que es un buen y razonable punto final.

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