"EL GRAN TERREMOTO", DE SARIK ANDREASYAN

Pues nada, trato de ser fiel a mis costumbres y especialmente a esa que tengo arraigada para todo primer día de Año Nuevo, dotándole de la importancia o recuerdo que luego realmente no tiene, a falta de otros estímulos más gratificantes. En fin, que traigo como cada inicio de ciclo, que tampoco lo es tal, la película armenia de turno, aunque bien es verdad que me he demorado un poco en publicar esta entrada, circunstancias que atraviesa uno...

La película se titula «El gran terremoto» y está basada en el terremoto de Spitak de diciembre de 1988, que fue uno de los seísmos más terribles de la historia y que tuvo lugar en esa ciudad, aunque también es conocido por el terremoto de Gyumri o Leninakan, como era conocida la localidad en esa época, cuando Armenia formaba parte de la Unión Soviética y que afectó a la región de Lorri.

Pensaba que la película iba a ser un pestiño, sinceramente, y me ha conmovido más de lo que esperaba. Pero vayamos por partes o hagamos un paréntesis, no me tengo por inculto pero no tenía conciencia de este devastador terremoto, y es que cuanto más lejos o menos occidental es el lugar donde ocurre una tragedia de estas características menos recuerdo tenemos del hecho.

Ya lo he comentado en alguna ocasión en esta mi bitácora que las noticias sobre catástrofes naturales están sesgadas, como si solo supiéramos una parte minúscula de lo que ocurre en el mundo. Cada semana sabemos si ha habido un tornado en Miami, una ola destructiva en California o una nevada monstruosa en Nueva York, ¿por qué? Porque son más parecidos a nosotros, un país desarrollado donde podríamos vivir tú o yo. Para nada les interesa a los medios de comunicación si en Vietnam ha habido un huracán, en Uganda una inundación o en Fiji un incendio forestal.

Pues eso, mediado el recuerdo nulo que tenía sobre este terremoto me adentré en una película que inicialmente se me antojó anodina, sobre todo porque no acertaba muy bien a entender el planteamiento, ya que se iniciaba con un accidente de tráfico en un túnel que no sabes qué relación tiene con la película (te enteras mucho más tarde), y después se va narrando la vida apacible de distintas familias que viven en Spitak. En ese accidente mueren tres personas, al menos, y el que lo ha provocado consigue sacar con vida del vehículo siniestrado a un niño.

El director no se anda con demasiados preámbulos, sinceramente, y Sarik Andreasyan nos muestra a nada del inicio la catástrofe que da título a la producción. Tal vez los efectos especiales del propio seísmo no sean los mejores pero tampoco se recrea. Mucho mejor están, desde luego, los decorados y la atmósfera de desolación y destrucción que nos trae el verdadero drama que es el núcleo narrativo de este conmovedor largometraje.

Pronto descubriremos que en mitad del desastre surge la figura de Konstantin, un hombre que parece ser militar soviético pero con conocimientos de arquitectura, el cual regresa a su ciudad natal de Spitak para reunirse con su familia, pero la realidad le obliga a ayudar a los supervivientes del terremoto que se encuentran atrapados entre los escombros. En el epicentro de un espectáculo tan devastador conocerá al joven Robert colaborando en rescatar sin descanso a la mayor cantidad posible de supervivientes.

En un momento dado sabremos que, más allá del caos, hay una historia terrible que une a ambos protagonistas, Konstantin fue el autor y responsable del accidente de tráfico del inicio de la película, en ese accidente fallecieron los padres de Robert, que quedó huérfano desde bien pequeño.

En medio de esa atmósfera de lucha contra el tiempo que siempre juega en contra de los rescates, a lo que se unía que era diciembre y en aquellas latitudes hay unas temperaturas muy gélidas, se respira mucha solidaridad, empatía, valor, la mayor parte de la gente rema en el mismo sentido.

Se trata de una película que es dura pero me quedo más con la capacidad que tiene para conmovernos, tampoco el director ha querido mostrarnos la crudeza de la muerte y sí centrarse en las historias de superación. Hay un mensaje trascendente y es que muy probablemente en momentos críticos el ser humano maximiza sus virtudes y sus defectos, el que es bueno y solidario amplifica ese perfil y el que es malo se aprovecha del momento para medrar y nutrir su deriva delictiva.

En efecto, y es que en esas jornadas de zozobra vemos esos gestos solidarios, no ya de ciudadanos del lugar, sino de personas que se desplazan cientos de kilómetros, con una máquina, con un camión, una grúa, para tratar de ayudar en las tareas de búsqueda de supervivientes.

Y claro, también descubriremos a esos delincuentes que intentan robar y conseguir esas riquezas que la destrucción ha dejado a la vista.

También nos muestra microhistorias de familias con sus problemas, incluso de no llevarse bien, pero el momento crítico de una situación que los supera les hace dejar atrás sus rencillas para dar rienda suelta al amor, que es sin duda el motor de nuestras existencias.

El director Sarik Andreasyan hace un buen trabajo al crear una atmósfera de caos y destrucción. Las escenas del terremoto son impactantes y consiguen transmitir la magnitud de la tragedia. Además hace al final de la película, coincidiendo con los títulos de crédito, una comparación entre distintas fotografías de escenas y fotos reales de lo que sucedió, a modo de homenaje a las víctimas de aquel drama humano.

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