LA INCREÍBLE HISTORIA DE JEAN-JOSEPH, EL PRIMER EXPULSADO POR DOPAJE DE UN MUNDIAL DE FÚTBOL, ¿AL QUE YO GAFÉ?

Aquella persona que lee habitualmente y por cortesía esta mi bitácora habrá observado que suelo hacer un preámbulo más o menos largo que introduce el asunto que voy a tratar. A veces me alargo tanto que casi el tema principal se convierte en residual, pero es que este blog no es más que una extensión de mi persona, de mis vivencias y veladamente de mi estado de ánimo, y ya casi también, al final, en una memoria virtual.

Como estoy en un momento de cambios en mi vida a causa de un acontecimiento doloroso, tengo una gran ebullición de pensamientos, mucha vida interior y quiero pensar que por eso me pasan por la cabeza reflexiones asombrosas.

Por otra parte como este blog es público pero observo que lo visita muy poca gente (al principio podría tener interés en que se difundiera, ahora me da igual), con lo que es casi privado, es tan privado que no me importa ni expresar lo que expreso, ni decir algunas cosas que podrían resultar friquis o hasta un pelín impertinentes.

Vamos a ver, una vez leí una rebuscada teoría sobre la existencia del mundo y particularmente de la vida inteligente en la Tierra, y es que alguien está jugando a un videojuego con nosotros, obviamente un ser superior, y todos somos piezas de su juego que ese ser «mueve» ordenada y racionalmente a su parecer, si es así, la historia misma nos dice que se le va bastante de las manos.

Pero claro, yo que le doy tantas vueltas a la olla, tal vez apremiado por un acontecimiento insólito y profundamente decepcionante en mi devenir, he fortalecido, tal vez muy a mi pesar, esa tumultuosa vida interior que llevo, y no sé por qué pero el caso es que comencé a madurar una idea que a lo largo de mi vida me la había planteado y que ahora ha cobrado mayor solidez.

Algo que me intriga profundamente es que uno tiene la conciencia del mundo que su propia mente recrea, pero cómo percibe el mundo otra persona, eso jamás lo sabremos, esa conciencia propia siempre me ha hecho preguntarme si la gente ve lo que yo veo de la misma manera, los colores, los sabores, la percepción del calor, del frío, cómo vive el miedo…, pero ¿y si yo fuera la única persona en el mundo y todo fuera una ilusión mía?, ¿o tal vez yo soy el único personaje del videojuego?

Y si esto único fuera así, es decir, que ese ser superior jugara solo conmigo y Vds. que me leen realmente no existieran, pues sería un privilegiado, o no. A decir verdad, y por ir retorciendo este pensamiento tan friqui, para ser el único habitante del mundo, o del juego, mi jugador me prepara unas escenas un poco aburridas, o yo, con mi propio albedrío que creo que tengo, intento hacer la vida lo más normal posible, aunque últimamente me prepara unos escenarios muy raros y muy dolorosos, que no los deseo, pero me vienen, es como si fuera protagonista de una película en la que yo no quiero ni estar o si acaso actor de reparto.

Y cómo le pillo al jugador, cómo le pillo que está jugando conmigo, pues porque mi mente ha creado otra ilusión, haciendo malabarismos con este pensamiento tan rocambolesco, de que si se despista yo lo pillo con serendipias, con casualidades, con coincidencias, ¿que por qué?, pues porque últimamente me ocurren muy a menudo. Que no, que no es que pienses en una persona y al rato te la encuentres por la calle, sino que eso y otras serendipias me pueden ocurrir varias a lo largo de la semana, así que ¡ay, pillín, que te has despistado y sé que existes porque las casualidades son fallos tuyos!

Ya está, ya he llegado adonde quería llegar, las casualidades en mi vida pueden haber sido una constante, con cierta irregularidad durante la mayor parte de ella y con mayor regularidad en los últimos dos años, y hasta ya casi he llegado a soñar con números con los que juego a la lotería (aún no me ha tocado, pero como lo consiga entonces ya sí que me habré pasado el juego y mi teoría se habrá verificado), pero hace unos cuatro meses o así me pasó una movida muy gorda que paso a relatar, porque implica mi pasado más infantil.

Siempre me ha gustado el fútbol, ahora menos (será porque ya hay que pagar para verlo casi todo), y desde mi más tierna infancia he seguido los acontecimientos futbolísticos. El primer Mundial de fútbol del que tengo conciencia es el del 74 en Alemania, en la antigua República Federal Alemana (la otra era la Democrática, que no era nada democrática), y para entonces ya tenía ilusión por coleccionar cromos de los jugadores que participaban, así que con toda seguridad aquellos cromos del Mundial 74 también fueron las primeras estampas que coleccioné en mi vida.

Tengo una virtud bastante friqui, que no me sirve para nada, de memorizar datos irrelevantes y quedarme con nombres de deportistas que a nadie interesan, ni siquiera a mí. El caso es que en aquellas semanas previas al inicio del Mundial yo jugaba con mi hermano con esas estampas, por aquel entonces, con mis escasos seis años ya me llamaba la atención esos países exóticos que acudían por primera vez a un Mundial de fútbol, tales como Zaire (hoy República Democrática del Congo, que no ha vuelto a un Mundial aunque por potencial tarde o temprano lo hará) o Haití; aunque seguramente a mí lo que me parecía más exótico era que los jugadores de esos países eran negros, y yo posiblemente no había visto ni uno en mi vida, más allá de lo que alcanzara mi memoria recién estrenada de lo que hubiera visto en la tele o en los libros. Dicho esto, del mazo de estampas que tenía me desapareció durante varios días o semanas un jugador de Haití, me acuerdo perfectamente de su nombre, Jean Joseph, y a mí me gustaba ese, porque era de Haití, porque era negro, y porque desapareció inexplicablemente, ¿dónde se había metido Jean Joseph? Pues apareció, ahí en mi mazo, mazo al que le había dado cincuenta mil vueltas, y tan raro como se fue volvió, son de estas cosas aparentemente inocentes pero que a mí se me quedó alojado el recuerdo en mi mente.

Es asombroso cómo funciona la mente humana, cuántas veces a lo largo de mi vida rememoré aquel recuerdo de la carta perdida de Jean Joseph, ¿dos, tres?, o ¡ninguna! Una noche de esas que me desperté con pensamientos rumiantes, de esos que mi malvado jugador me ha proporcionado últimamente, y quise saber qué había sido de Jean Joseph, casi cincuenta años después, incluso si realmente existía el futbolista, o mi memoria me había jugado una mala pasada y había distorsionado el nombre, pero no, con esto de Internet es fácil de buscar y en nada obtuve la reseña de este jugador, y tan curiosa que es, lo que ha dado lugar a esta reseña.

A decir verdad, no sé por qué, repito, memorizo datos irrelevantes y de ese Mundial recordaba apenas tres cromos, aunque por la historia del Mundial sí que me sé muchos más datos y nombres de jugadores, y esos tres cromos eran el portero de Yugoslavia Maric, el de la Alemania Federal Sepp Maier, y este jugador haitiano, sin duda, este último el menos conocido y más exótico, Jean Joseph.

Jean Joseph es un desconocido y aunque tiene un poco edificante hito en la historia del fútbol, ni siquiera esta historia es muy conocida, y es que Jean Joseph fue el primer jugador de la historia en ser expulsado por dopaje de un Mundial.

Aunque ya sé que esto es muy rebuscado, lo primero que pensé es que si mi yo del pasado había perdido esa estampa durante un tiempo y tal como se esfumó reapareció inexplicablemente al poco, ¿me estaba mandando un mensaje a mi yo del futuro para que explorara sobre él?, o lejos de lo que pudiera ser una complicada serendipia, ¿podría ser que el jugador que me maneja que me estaba mandando un mensaje y le iba a dotar de una especie de maleficio a Jean Joseph para que yo escribiera esto en mi blog en 2024, medio siglo después?

Metiéndonos de lleno en la intrahistoria, lo de que Haití accediera al Mundial del 74, única vez que el humilde país caribeño llego a la fase final, tiene sus vericuetos políticos. Reconocido el país, desde que tengo conciencia, como el más pobre de América, vivía una dictadura, aunque he de decir que ha sido siempre un país muy convulso, hasta hoy incluso, donde se mezcla alguna que otra guerra civil y varios desastres naturales en forma de terremoto; cuando no ha vivido dictaduras las democracias han sido muy endebles. El caso es que durante varias décadas gobernó con mano de hierro la familia Duvalier, primero François, Papa Doc (por aquello de que era médico), y después su hijo Jean-Claude, llamado cariñosamente Baby Doc. En su regazo existieron los tristemente famosos Tonton Macoute (literalmente el hombre del saco) una especie de guardia pretoriana o policía política que defendían los intereses de los dictadores y, por supuesto, cortaban cabezas de manera despiadada a aquellos que osaban poner en riesgo el régimen.

En 1973, el año anterior al Mundial, Baby Doc movió los hilos para que el hexagonal final de la CONCACAF al que había accedido Haití se celebrara en su propio país, como un evidente intento de favorecer a los suyos jugando en casa y, de paso, para acongojar al resto de competidores y/o árbitros. Se trataba de un torneo de todos contra todos y las crónicas de la época hablan de que en el último partido de Haití contra Trinidad y Tobago, que a la sazón se había convertido en la auténtica final porque eran las dos selecciones que llegaban a esa cita como las dos primeras en la clasificación provisional, pues se ve que a los triniteños le anularon hasta cinco goles y le escamotearon dos penaltis, incluso he leído que el árbitro de la contienda, el salvadoreño Enríquez, sería sancionado con no volver a arbitrar jamás por su parcial arbitraje. Haití se impondría por 2 a 1 y obtendría el billete para Alemania.

El caso es que Haití se presentó a ese Mundial y no era fácil, porque antes solo participaban dieciséis países, ya era un premio llegar allí, y el grupo que le había tocado era, sinceramente, algo para disfrutar más que en pensar que Haití pudiera sorprender a Italia, Polonia o Argentina.

No obstante, si hay algo que suelen hacer muy bien los que son más débiles en cualquier deporte es que lo dan todo al principio y en su primer choque, que fue ante Italia, aguantaron muy bien llegando al descanso con empate a cero. Pero si alguien hubiera apostado a que Haití inauguraría el marcador seguro que se habría llevado una buena pasta, porque eso es lo que ocurrió, los caribeños se pusieron por delante en la segunda parte, gol de Sannon, aunque los italianos reaccionarían y se impondrían por 3 a 1.

Por cierto, no he dicho nada de Jean Joseph, y ya voy a matizar algo que no he dicho hasta ahora, mi mente me llevaba a ese nombre «Jean Joseph», y ya está, pero en realidad se llamaba Ernst Jean-Joseph, o sea, que lo de Jean-Joseph, ahora sí y oficialmente con guion era su apellido, y ya también tengo que decir que jugaba de defensa. Y, por cierto, que le llamaban «el mulato pelirrojo», y vete tú a saber si eso fue lo que más me llamó la atención en mi infancia.

Pues nada, al final del partido a mi amigo Jean-Joseph y al goleador Sannon les tocó hacer el control antidopaje, y el bueno de mi inesperado icono dio positivo por Phenylmetrazin (fenmetrazina, un sicotrópico que estimula el sistema nervioso central aumentando el ritmo cardíaco), él aludió que era un medicamento contra el asma crónica que sufría. Parece ser que las autoridades haitianas no se cortaron ni un pelo y al enterarse de la noticia sacaron a Jean-Joseph del hotel de concentración, afirmando su escasa inteligencia al haber cometido semejante ignominia y ya de camino al aeropuerto lo apalizaron a la vista de la gente. En Haití fue encarcelado y se cuenta que siguió siendo torturado, que allí no se andaban con chiquitas.

En estas que sus compañeros afrontaban el segundo partido con la incertidumbre del destino de su otrora compañero que había tenido que salir por pies de su provisional exilio germano y se ve que les afectó el no saber nada, o tal vez de saber demasiado, acerca del destino de su compañero, y los polacos le endosaron un inapelable 7 a 0.

Parece ser que resignadas las autoridades, al ver el depauperado estado de ánimo de sus chicos, hubo una llamada telefónica de Jean-Joseph a sus compañeros, asegurando que estaba bien, en la cárcel, y que lo estaban tratando adecuadamente. Eso insufló ánimos a la selección haitiana que perdería de manera algo más honrosa su último partido ante Argentina por 4 a 1.

¿Y qué pasó con Jean-Joseph después? Pues se ve que tampoco es que Haití fuera una inagotable cantera de futbolistas y mucho menos de cierto nivel, el caso es que seguiría jugando en su país, estuvo también seleccionado para disputar las clasificatorias para Argentina 78 y España 82, e incluso llegó a tener alguna experiencia en clubes de Canadá y Estados Unidos. Tras su retirada de los terrenos de juego recalaría en los banquillos, siendo incluso ayudante del seleccionador nacional allá por 1984.

Ernst Jean-Joseph falleció en 2020 y con él la triste y poco conocida historia del primer expulsado por dopaje de un Mundial de fútbol, y aquí acaba la historia de una increíble serendipia a la que yo le doy mucho, o a lo mejor soy muy friqui, con lo que habrá que concluir en que o estoy un poco «pallá» o tengo una pedrada bien gorda.

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