HIJOS DEL TERCER REICH, UN SENSACIONAL RELATO DE LA 2ª GUERRA MUNDIAL PERO CONTADO POR LOS PERDEDORES

Sigo como titula mi blog en el estado de gravitar (con un pie libre y otro firme) a discreción en una de mis temáticas recurrentes en cuanto a cine, televisión y algo de literatura, la 2ª Guerra Mundial. Sin duda me quedan muchos recursos que acopiar pero dentro de la vasta oferta existente tenía la percepción de que había abarcado bastante poco lo producido o escrito por la parte perdedora; probablemente porque la historia de los vencidos no parece tan atractiva como la de los vencedores, o se ha silenciado durante mucho tiempo, aparte de que se dice que esa historia siempre la escriben los vencidos.

Ya han pasado muchos años desde el fin de aquella conflagración mundial y el otro día reflexionaba para mí mismo que apenas quedan ya supervivientes o coetáneos de aquellos años, los hay pero pocos y la mayoría eran jóvenes o niños y tienen una visión menos historicista que el relato que merece uno de los dos momentos más convulsos del mundo en el siglo XX.

Con la distancia ya intergeneracional, por eso huyo mucho de la memoria histórica, porque o lo es en todo su conjunto o de lo contrario no es memoria, es buen momento para ir produciendo registros distintos al manejado por los vencedores, porque ni estos fueron tan buenos ni los otros tan malos.

En esta serie «Hijos del Tercer Reich», la televisión pública alemana ZDF realizó en 2013 un esfuerzo ambicioso por contar un relato de la historia desde ese lado, del de los que sufrieron la derrota y la visión de un régimen que avergüenza, a toro pasado, a la mayoría de los germanos.

Cuenta la serie la historia de cinco jóvenes que viven apacible y alegremente en esa Alemania nazi que emerge en la década de los 30 del pasado siglo. Desde luego son conscientes de que el nazismo juega con fuego y su discurso es imparable tanto para seguidores como detractores. La guerra llega y paraliza más que ahora la pandemia cualquier proyecto de vida para la gente de sus edades.

Celebran una fiesta en un bar cerrado para ellos, es como un brindis hacia el futuro, cuando se es joven ni una guerra ni una pandemia son capaces de amilanar al libre espíritu juvenil. Tres chicos y dos chicas, dos de ellos son hermanos (Friedhelm y Wilhelm Winter), estos van al frente, uno más convencido que el otro; el tercer chico es judío, Viktor, trabaja en la sastrería de su padre y sus derroteros van a ser muy distintos al de sus amigos en una huida hacia adelante para escapar del exterminio, es novio de Greta; Greta es o quiere ser cantante y hará todo lo posible por salvar a su novio; y finalmente está Charlotte, enamorada anónima o veladamente de Wilhelm y que acudirá a la guerra como enfermera de la Cruz Roja.

Nada más empezar la guerra sus destinos vienen marcados por su origen o por el interés de sus familias, resumido así un tanto vagamente. Lo que sí que es cierto es que se hace un repaso no completo pero sí cronológico del despegue, auge y caída del nazismo en la 2ª Guerra Mundial, a través de cinco jóvenes que lo viven de distinta manera.

Los hermanos en el frente tienen un recorrido contradictorio, la guerra revela que una cosa es el afán de querer ir a la guerra y tener vocación y otra la realidad, la guerra con sangre y con muerte, con miedo, pondrá a cada uno en su sitio. Friedhelm no cree en la guerra, va obligado, no tiene motivaciones, le tachan de cobarde; mientras que su hermano Wilhelm es el vocacional, un mando medio que a medida que avanza la contienda se va volviendo más incrédulo y cobarde. No obstante la transformación del más pequeño, Friedhelm es radical, se vuelve frío, la guerra lo convierte en un indolente, en un hombre que mata por obediencia debida, que no le importa morir, pero no por defender unas ideas, sino porque la guerra lo ha llevado a ser insensible, inerme.

A la enfermera Charlotte su obediencia debida le viene impulsada desde sus tareas en la Cruz Roja, nada entre la inexperiencia que va dejando atrás a marchas forzadas, el amor que no alcanza y un exabrupto en su personalidad aparentemente dulce, pues es capaz de prender a una judía porque así se siente más patriota.

El binomio formado por Viktor y Greta está destinado al fracaso. Aunque Greta lucha para que le proporcionen papeles a su novio con objeto de que se marche a Estados Unidos, a costa de ser violada repetidamente por un alto cargo de las SS, al final es engañada, porque el que tenía la sartén por el mango era depredador y cruel a tiempo completo.

Greta vivirá en una burbuja de éxito como cantante y animadora en el frente, soñando con que volverá a ver a Viktor, despertando de ese idílico sueño en una cárcel donde su depredador dirigirá su vida hasta su últimos días.

Viktor vive su particular odisea de película, mandado a un campo de concentración consigue escapar del vagón de un tren y en la frontera entre Rusia y Polonia se unirá a los partisanos para luchar contra los alemanes. Volverá a Alemania al final de la guerra para descubrir que de todo lo que construyeron los judíos en Alemania durante siglos ya no queda nada y sobre todo lo que no queda es la conciencia de pertenencia a ese país, a esa patria, como si el recuerdo de la existencia de los judíos en ese país se hubiera esfumado, como si allí no hubieran vivido jamás. De hecho a los tres años del final de la Guerra millones de judíos, en un éxodo sin precedentes, se asentaron no sin dificultad, en Palestina, para formar el estado de Israel, porque ni en esa Alemania derrotada seguían siendo bien vistos.

En el final de la serie hay un reencuentro de los personajes en aquel bar del principio, ahora medio en ruinas. Ya saben ellos que nada será como antes, han sido derrotados y perciben que la guerra no ha servido más que para generar dolor y muerte.

Sensacional serie de tres capítulos de hora y media de duración cada uno, es decir, cuatro horas y media de un excepcional documento para observar cómo se ha contado la historia hoy de la parte perdedora de la gran conflagración bélica que fue la 2ª Guerra Mundial. Que héroes y sufridores hubo en todas partes, y los alemanes serían malos, pero fundamentalmente los ideólogos del nazismo y los mandos militares de alto rango, pero la mayoría fueron las simples marionetas de cualquier guerra en la que tienes que defender tu patria, por el simple hecho de haber nacido en un territorio, no porque tengas mayor o menor afección.

Es verdad que se acusa en la serie alguna falta de medios, los campos de batalla repletos de soldados se suplen hoy con programas de ordenador, pero eso también implica tener gente y tiempo, y obviamente eso es dinero, no se observa la magnificencia del montaje de otras series de factura estadounidense que ya reseñado aquí como «Hermanos de sangre» o «The Pacific».

La serie está dirigida con maestría por Philipp Kadelbach y la banda sonora es sensacional, de Fabian Römer, lástima que sea un producto poco comercial porque mucha gente se pierde esta joya, ya no solo por todo lo que comento, sino porque ayuda a reflexionar incluso mirando hacia el futuro.

Si no toda, parece ser que parte de la historia tiene un fondo real, los personajes existieron en verdad y es bueno reivindicar con historias reales ese relato de la parte perdedora que se me antoja que aún está por construir.

Y no me quiero olvidar de un último apunte, dicho está que es una serie sensacional, que además es de calidad y que contrasta, para que no nos llamemos a engaño, con esas series alemanas paniaguadas que nos meten desde hace ya más de un lustro determinadas televisiones generalistas en la sobremesa de los fines de semana, sosas, previsibles y repetidas hasta la saciedad, ¿cuándo van a cortar estos rollos macabeos?

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