ISAO TOMITA, EL CONECTOR NATURAL ENTRE LA MÚSICA CLÁSICA Y LA MÚSICA DE VANGUARDIA

¿Se puede hacer pedagogía de la música clásica con la música electrónica? Pues a buen seguro que a Isao Tomita alguna vez se le pasaría por la cabeza esa misión, su manera de interpretar la música clásica, de versionarla, ha servido para que muchas generaciones conozcan a los clásicos, de tal manera que sin su música quizá jamás hubiéramos conocido a estos y sus composiciones.

Isao Tomita fue uno de los padres de la música electrónica, uno de esos pioneros que cuando escuchas su música que tiene ya casi medio siglo, percibes que muchos compositores que produjeron después de él, tienen en este japonés universal una gran inspiración.

Pero es que el acercamiento de Tomita a esos clásicos no lo hizo desde el aprovechamiento de algo bello, sinfónicamente homogéneo, de gran ortodoxia sonora, sino que embelleció las composiciones desde el respeto más absoluto. Si alguno de esos compositores hubiera escuchado esas versiones se hubiera sentido halagado, celebraría el trabajo preciso y bello en que se convirtió su melodía.

Mi desconocimiento de la música clásica es una de esas fallas de mi existencia que difícilmente podré corregir, sobre todo porque me abruma la cantidad de compositores buenos que existen y abordar su estudio y comprensión me llevaría mucho tiempo, del que no dispongo. Y confieso que en ese desconocimiento hasta hace no mucho pensé que Arabesque nº 1 de Claude Debussy en la versión de Isao Tomita era verdaderamente de Debussy, y en mí se ejemplifica que Tomita dignificó tanto a los compositores que versionaba que era más importante el legado musical de lo clásico que sus arreglos, todo un homenaje.

Y es que corría el año 1983 y en TVE, la única tele que teníamos los jóvenes de mi época, asistimos a un programa juvenil, de esos que ya son inexistentes e imposibles porque ya las cadenas generalistas se han plegado a lo comercial y a lo que les da audiencia sin mirar la calidad, que tenía el estimulante título de «El planeta imaginario» y la música de cabecera era ese Arabesque nº 1 de Claude Debussy en versión de Tomita. Aquel programa cabalgaba entre lo onírico y lo surrealista pero con un importante y casi sustancial componente pedagógico, se nos acercaba a la literatura, la música, las artes de una manera un tanto extravagante, casi extraterrestre, tratando de hacer ameno el conocimiento de grandes personajes en dichas disciplinas. Lamentablemente esos programas hoy no existen y sería impensable que pudieran tener cabida en las parrillas televisivas.

Aquel programa tenía una ambientación atemporal, no solo surrealista y onírica, sino más bien cósmica, ese planeta imaginario era cualquier planeta menos la Tierra, donde los personajes se sucedían de una forma desenfadada, alegre y nada convencional, separados conceptualmente de nuestro planeta, por lo que también podrían ser considerados personajes irreales y extraterrestres, en la consideración de que eran seres de otro mundo. Y claro, para semejante propuesta escénica y espiritual no podría pegar mejor una música electrónica, cósmica, también casi extraterrestre.

Y es que la música de Isao Tomita tenía ese perfil único en aquella época en la que él surgió, de ser extraterrenal, composiciones realizadas con sintetizadores que en su escucha evocaban estrellas, planetas, galaxias lejanas, donde su música aparecía de fondo para apenas inquietar el silencio más absoluto de esos confines que jamás visitaremos más que en nuestra imaginación y que Isao Tomita nos ayudó a comprender mentalmente.

Dentro de mi desconocimiento consabido de la música clásica siento cierta predilección por la música impresionista, en la que Debussy fue uno de sus mayores exponentes. La descubrí en 1º de BUP en esa asignatura «maría» que se llamaba Música, que era en realidad Historia de la Música, y que ya está visto que a mí sí que me sirvió. Debussy, Ravel, compositores rusos de finales del XIX y principios del XX anticipaban no sólo la lógica evolución de la música sino la venida de las vanguardias, una ruptura con lo clásico.

En cierta forma Isao Tomita también pensó que nada mejor para conectar lo clásico con la vanguardia que haciéndolo con compositores relativamente cercanos en el tiempo, y así cuenta con versiones, aparte de Debussy, de Ravel, de Rachmaninov, Stravinsky; también de Joaquín Rodrigo, que aunque no era impresionista sí que había cercanía en el tiempo, casi contemporaneidad.

Isao Tomita no se quedó solo en versionar, aunque tal vez sea su faceta más conocida, llegó a hacer casi una cincuentena de discos, su legado es impresionante, prácticamente para hacer una tesis doctoral, que a buen seguro que se ha hecho.

Nació en 1932 en Tokio y aunque vivió su niñez en China, toda su formación académica musical la hizo en su país natal. Se aficionó a profundizar en los sintetizadores después de escuchar composiciones de Wendy Carlos, de la que también hablé en su momento en este blog, porque todo el mundo siempre tiene una inspiración, unas fuentes de las que bebe. Aunque tuvo gran relevancia en el mundo occidental siempre vivió entre Japón y China, así que cobra aún más valor que superara esa barrera que a veces supone todo lo que viene de Asia, de África, ¿a cuántos grupos de música japoneses conocemos? ¿y chinos?, y esto contando con que son grandes países, imagínense proyectos musicales de las decenas de países restantes de Asia, cualquier buen grupo de Mongolia o de Camboya jamás tendremos el gusto de apreciarlo.

Al igual que Tomita le otorgó una dimensión celestial, por aquello de lo cósmico y las estrellas, a Debussy, no menos caché le prestó su música a la serie Cosmos de Carl Sagan. Esta serie casi debería tener un sitio especial en este blog tanto por el fenómeno televisivo como por la banda sonora. En la misma se nos acercaba ese mundo que está fuera de nuestras fronteras atmosféricas, y la dirección del programa acudió a músicas de vanguardia que venían al dedillo para ilustrar el contenido de lo narrado. En esa banda sonora Isao Tomita se presentó una vez más ante los que no lo conocían con su tema «The sea named Solaris», otra composición clásica, en este caso de Johan Sebastian Bach derivada de un preludio coral para órgano que a su vez fue adaptado por Eduard Artemiev en la película de ciencia ficción «Solaris» (1972) de Andrei Tarkovsky y de la que ya escribí en este blog hace unos años.

Es cierto que Cosmos se basa fundamentalmente en la música de Vangelis, ¡cuánto bueno hizo este compositor a la música de vanguardia!, y por cierto no he hablado de él en este blog y no sé si algún día lo haré, pero es nombre propio y punto gravitatorio de las nuevas músicas actuales.

Sería casi una ignominia poner enlaces acerca de las composiciones de Isao Tomita, es tan conocido que basta con escribir su nombre en un buscador y al lado un compositor de los referidos o de otros y nos acerca un tanto a su increíble ingenio. Probemos con «Concierto de Aranjuez» del genial Joaquín Rodrigo, «El bolero de Ravel» del autor que lleva su nombre y, aparte de la ya referida obra de Debussy también es destacable su «Clair de Lune».

Falleció Tomita en su Tokio natal en 2016 pero su música perdurará muchos años, probablemente muchos siglos, ofreciéndonos una banda sonora para el inaccesible espacio interestelar.

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