"CIUDAD DE DIOS", DE FERNANDO MEIRELLES Y KÁTIA LUND

Me habían hablado bien y había podido leer muy buenas críticas de esta película brasileña, pero he tenido el placer de experimentar que es mucho más que eso.

Pese a su relativa juventud, es de 2002, está considerada como la mejor película de la historia del país sudamericano. Es precisamente su procedencia la que separa a este trabajo de ser considerado como uno de los veinte mejores de toda la historia del cine, y creo que no exagero.

Una película que te deja sin aliento pese a sus dos horas de metraje, pues tiene tal ritmo y engancha de tal forma que ese frenético suceder de la acción, provoca lo que uno siempre espera del cine, que te entretenga tanto que el tiempo transcurrido te haya parecido un suspiro.

Ciudad de Dios es una barriada chabolista de Río de Janeiro donde niños y jóvenes compiten por ser los dueños del suburbio y en él se vive de manera cotidiana con armas, tiroteos indiscriminados, redadas, droga, corrupción y todos los estereotipos de la marginalidad.

Los niños desde bien pequeños crecen con la referencia de sus hermanos que tienen como único oficio el robo. Ese caldo de cultivo no puede ser más peligroso, porque cada vez el bautismo de fuego es más prematuro, y los infantes de apenas ocho años ya manejan pistolas sin discernir claramente la frontera entre el juego y la realidad, entre la vida y la muerte.

La historia, por tanto, se va tornando más y más beligerante, pues los niños van creciendo con naturalidad en un barrio donde tener un arma es como tener un juguete y, en este contexto, aparece la droga, un negocio menos dramático en apariencia que el robo y que reporta mayores beneficios.

El personaje central, Buscapé, narra en primera persona la historia de esta sórdida favela, y cómo Ciudad de Dios termina siendo el territorio en el que tras constantes luchas intestinas y la sucesión de cabecillas, se establecen dos clanes rivales, los de Ze Pequeño, por un lado, y los de Cenoura por otro, que rivalizan en el control estratégico del barrio: la droga, las armas, los comercios, la gente...

En esta historia de personas imperfectas, a Buscapé las circunstancias de la vida, le han hecho ser más reflexivo que sus semejantes y trata en este clima viciado de ser una persona de provecho, aunque eso no le sirva de principio para obtener beneficios, ni económicos ni sentimentales.

La suerte hace que la vida de Buscapé, en plena adolescencia, cambie definitivamente y por esas casualidades de la vida se encuentra con el regalo inesperado de lo que siempre fue su sueño, tener una cámara fotográfica. Ze Pequeño le proporciona la cámara para que le haga fotos con su cuadrilla y una de esas fotos termina apareciendo en la portada de uno de los diarios más importantes de Río.

A partir de ahí Buscapé descubre que ser habitante de Ciudad de Dios y tener una cámara fotográfica va a resultar el salvoconducto para su futuro. Ahora el diario en el que trabajaba de repartidor tiene el mejor corresponsal en un barrio hasta ese momento inaccesible.

Buscapé narra con su cámara la batalla final entre los clanes rivales y cómo después de la muerte de Ze Pequeño y el encarcelamiento de Cenoura; se instalará un nuevo clan compuesto de niños de corta edad que volverán a radicalizarse y a establecer su imperio de terror.

La película tiene tal fuerza que incluso lo que podría parecer un exceso de violencia, la cadena de ejecuciones a sangre fría con motivos o sin ellos, se engranan perfectamente en las secuencias para darle más sentido si cabe al guión.

Por otro lado, cuenta con una fotografía de enorme factura, y un montaje de la cinta hábil y moderno, donde las sorprendentes regresiones que aparecen están muy medidas; lo que al espectador le hará percibir que está ante un trabajo de muchísima elaboración.

Un mensaje secundario es que tiene también sentido el nombre del barrio ”Ciudad de Dios”, pues los brasileños viven una extraña comunión entre la transgresión y la religión y las creencias que no se dejan de lado.

Los directores Fernando y Kátia, hacen un magnífico trabajo, una película que ofrece una imagen fidelísima (de hecho, está basada en hechos reales) del submundo de las favelas brasileñas. Toda una aventura para aquellos que quieran experimentar lo que es la marginalidad en otras latitudes.

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