EL OTRO RAPHAEL

Pues el tipo este de pinta un tanto friqui de la foto que se abraza a la rubia es “el otro Raphael”, es el Raphael dedicado a la música que me gusta a mí, todo lo contrario que me pasa con mi paisano de Linares Raphael (Miguel Rafael Martos Sánchez), por mucho que se empeñe un tío mío en decir que es familia lejana mía, porque remanece (verbo que le encanta utilizar a la gente mayor) de Begíjar.

Entiendo que el Raphael de Linares es todo un espectáculo y que juega con una variada gama de registros, y una carrera artística que para sí la quisieran muchas de las figuras consagradas de la actualidad o del pasado, porque mi paisano, “mi primo”, lleva cincuenta años en los escenarios y con un público que siente auténtica pasión por él, y conozco a verdaderos fanáticos de este cantante. Pero lo digo y lo diré, no es santo de mi devoción, jamás he ido a verlo actuar en directo y eso que de vez en cuando se deja caer por estas tierras para animar el cotarro.

El otro Raphael es menos conocido, o mejor, es nada conocido. Sólo se puede tener una referencia de él si se ha adentrado algo en el mundo de la música New Age, donde Raphael ya sí suena a algo. Sobre todo, porque si hablamos de las figuras clave de este tipo de música, él sin duda, figura con mayúsculas en esta selecta relación. De hecho, por su estilo y por el camino que abrió hay un antes y un después en las nuevas músicas y tiene el honor de que se le atribuya la acuñación del concepto New Age para la música de vanguardia en general.

Muy probablemente es posible que cada Raphael sepa de la existencia del otro, aunque dudo mucho que se conozcan personalmente; el porqué utilizar un nombre artístico tan poco original, al menos así lo entiendo yo, y además recurrente, imagino que habría que atribuírselo al Raphael de la New Age, sabiendo a ciencia cierta que los destinos de ambos estilos musicales no se iban a encontrar en la vida.

Pero hablemos del otro Raphael, en realidad, se trata de Fred Sharpe un estadounidense nacido en Tulsa (Oklahoma) en 1948 y, por tanto, sólo es cinco años más joven que Raphael de Linares. Habla su biografía de que se crió en una orden de monjas benedictinas y eso le permitió conocer muy de cerca la música trascendente, en especial el canto gregoriano y un elenco importante de música clásica.

Por tanto, a partir de ahí inicia su formación musical especializándose en piano, el instrumento polifónico por excelencia, con el conocimiento más científico de la música y su precedente de una infancia casi monástica, ahondó en las propiedades terapéuticas de la música, a la vez que se imbuía de las filosofías orientales, todo ello originó un modo de trabajar la música que hasta ahora estaba casi inexplorado.

La música New Age había adquirido su mayoría de edad, y Raphael en este panorama también era ya un nombre propio. Sus trabajos “Music to dissapear in” I y II, fuero unas geniales propuestas de esa música que tanto me gusta, esa música para desaparecer, para olvidarte del mundo por unos momentos; una música en la que parece hacer un guiño a lo que fue toda su vida y al legado que recibió.

Casi mejoró estos trabajos el disco “Angels of the deep”, una música armoniosa, sin aristas, que a la par de transporta a las profundidades marinas como te envuelve con cantos celestiales femeninos que parecen venir del anhelado paraíso.

Junto con su esposa Kutira, la rubia de la foto, que colabora en sus composiciones, ha creado el sello musical Kahua Records, que pretende ser una ofrenda de bondad a la humanidad, el resurgimiento del espíritu y el éxtasis del cuerpo a través de unas melodías que casi no son terrenas.

No estaría mal que pudiésemos conocer a este Raphael más anónimo.

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