CORRER COMO UN NEGRO PARA VIVIR COMO UN BLANCO

Hace unos años, el futbolista camerunés Eto´o pronunció esta frase que, de vez en cuando, recuerdan los medios de comunicación, para reflejar la controvertida personalidad del astro africano.

Me da pie esta sentencia para hacer una reflexión acerca del racismo, la xenofobia o el rechazo social que, en mi opinión, se utilizan como sinónimos cuando en realidad creo que no lo son.

Por las razones históricas que sean, se desprendía de las palabras de Eto´o una realidad, y es que una parte de nuestro planeta, donde precisamente viven personas de raza blanca, está más desarrollada económicamente que el resto del mundo; aunque es evidente que estamos presenciando un febril cambio en estos roles con la entrada brutal en los mercados de los gigantes China, India y Brasil. En cualquier caso, pensar que estas desigualdades históricas son fruto de la mayor o menor capacidad de las razas para explotar sus recursos y generar riqueza es, sin duda, una deducción mezquina y con tintes racistas, y no es infrecuente escuchar afirmaciones de este tipo.

Hace veinte o treinta años, en mi niñez o en mi juventud, no tenía la sensación de que la sociedad se planteara demasiado el papel de su propio color de piel. Es evidente que en este mundo cada vez más global y donde particularmente en España hemos asistido a una masiva inmigración de ciudadanos extranjeros, por cercanía, idioma o afinidades culturales y sociales; hemos ido observando como las diferentes sociedades nacionales se van radicalizando y se detectan no pocos problemas de relaciones entre individuos de diversas etnias.

Lo cierto es que analizando fríamente la raíz del racismo, la reflexión no puede ser más desalentadora. Por un lado, nos creemos superiores por tener tal o cual color de piel, eso es racismo y, a la par, nos repugna, nos asquea, nos provoca odio, aquellas personas que no comparten nuestra piel, eso es xenofobia. Vuelvo al principio, el pensar que una sociedad ha avanzado más que otra, porque los individuos de tal o cual color de piel están más capacitados o son más aptos para levantarla, superando todo tipo de adversidades, es poco menos que tomar un rábano por las hojas.

Como es obligación de los medios de comunicación, cada día nos despachan con noticias impactantes, con catástrofes, problemas, asesinatos, accidentes, generalmente la parte reservada a buenas noticias es muy reducida. Como no puede ser de otro modo, el fenómeno del racismo y la xenofobia están a la orden del día, y cada semana tenemos algo nuevo, la última noticia que recuerdo es la de los insultos a un jugador italiano de raza negra (Balotelli) en un partido internacional en Rumanía; igualmente este verano todos hemos podido ver la campaña promovida por el gobierno de Sarkozy para deportar a familias de gitanos rumanos a su país.

Esta sucesión inacabable de noticias, sólo he puesto un par de ejemplos al azar, me lleva a considerar si realmente nuestra sociedad, particularmente la española, es racista (se siente superior) y/o xenófoba (odia y le repugna lo diferente). Pues sinceramente pienso que quitando esos grupúsculos de tendencias neonazis o fascistas, hay una gran parte de la población que no tiene estos sentimientos.

Lamentablemente en los últimos años se ha tendido a confundir el racismo y la xenofobia con el rechazo social. Y llamo rechazo social a la reacción de la sociedad ante conductas antisociales o modos de vida que se salen de lo socialmente aceptado. No estoy diciendo que el hecho de ser diferente suponga rechazo, sino que determinadas personas, y ahí se incluyen muchas que viven en la marginalidad, no han querido o no han podido integrarse plenamente en la sociedad; el hecho de que no hayan podido me merece una cierta indulgencia, el que no hayan querido justifica, sin duda, ese rechazo social. ¿Qué ocurre? Que la sociedad está rechazando por esa falta deliberada de integración, pese a las posibilidades que se le ofrecen, a personas que pueden ser de otras razas y que no quieren integrarse; para mí eso es rechazo social, para otros puede ser racismo.

Lo que no se nos puede olvidar nunca es que es razonable que familias normales, no estoy diciendo perfectas, no estoy diciendo blancas o negras o verdes, sólo familias que intentan ganarse la vida honradamente, mandan a sus hijos al colegio y pagan sus impuestos religiosamente, tienen derecho a protestar y a quejarse, porque dificultades todos pasamos y más de uno se encoleriza cuando observa como otros viven al margen de cualquier ley y tienen más facilidades que tú y hasta tienen mejor televisión que tú, mejor coche que tú y mejor aire acondicionado que tú.

Mi buen amigo Pedro Pérez de Jaén, buen seguidor de esta bitácora, ha asistido en primera persona como al lado de su bloque normal de familias normales de clase media, se construyó hace unos años un monumental bloque para familias con pocos recursos; la dificultad en la elección de las familias es enorme, es complicado acertar siempre. Las familias trabajadoras del bloque de Pedro se quejaban de antemano porque sabían que podían tener problemas en el futuro. El bloque se construyó y los problemas surgieron, no todas las nuevas familias causaron ni causan problemas, probablemente la mayoría con problemas laborales y económicos tratan de apañarse y avanzar, pero basta con que haya unas pocas manzanas negras para que se genere un mal ambiente. El garaje subterráneo donde podían haber dejado su vehículo todas esas familias necesitadas tuvo que cerrarse por parte del Ayuntamiento de Jaén al poco tiempo porque se utilizaba de cualquier cosa menos de garaje, llámese depósito – taller para destripar coches robados, llámese estercolero, llámese trastero de bártulos inservibles.

No sé si está pareciendo algo radical esta reflexión que hoy hago, pero nunca me he sentido racista ni xenófobo y sí he asumido que tengo un cierto rechazo social a esas personas que viven al margen de nuestra sociedad porque quieren, y lo vuelvo a decir, me da lo mismo que sean blancos, negros, verdes, azules, gitanos, árabes, eslavos o chinos. Siempre he pensado que precisamente entre esas personas inadaptadas por convicción hay más xenófobos que en el resto de la sociedad, ahí existe un claro germen de xenofobia, no porque se sienten superiores, sino porque odian a esa sociedad que le está constantemente tendiendo la mano.

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