¿DE QUÉ SE RÍEN LOS POLÍTICOS?

Hace unos días pudimos presenciar una esperpéntica intervención del Consejero de Transportes e Infraestructuras de la Comunidad de Madrid, señalando que un título de transportes denominado “metrobús” no existía. Ya sabemos todos que la cagó de plano y los palos le han caído por todos lados. No obstante, lo más surrealista del asunto es que por detrás de él, sentados en sus escaños, sus compañeros de filas le reían la gracieta, no sé si porque eran cómplices del desconocimiento del tal metrobús, o porque actúan como borregos aplaudiendo y jaleando todo lo que digan los de mi partido, aunque sean solemnes burradas.

No mucho tiempo atrás, el Vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, según palabras de Pilar Manjón, la Presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, le espetó que “cualquier día tendrían que hacer un monumento para las putas de Montera”, cuando esta Asociación le solicitó en una reunión un memorial en recuerdo de las víctimas del 11-M en la Estación del Pozo del Tío Raimundo.

Aproximadamente hace un año, aquí mismo en Bailén, la Senadora socialista por Jaén, Adoración Quesada, ponía en duda las cifras oficiales de desempleo, haciendo afirmaciones tales como “si el paro afectara de verdad a 20 de cada 100 españoles, habría estallado ya otra guerra civil” o perlas del tipo de “uno tiene que darse una vuelta por la calle, por los campos de fútbol, centros comerciales, romerías, bares, se ve a uno que está en el paro pero lleva un BMW”.

Y, bueno, podría continuar con declaraciones desafortunadas de políticos, tantas como para llenar muchos folios y esto sería inacabable. Como es fácilmente imaginable, nadie ha dimitido ni dimitirá por esto, porque no sé qué clase de imán tiene el sillón político que nadie quiere soltarlo bajo ninguna circunstancia. Y, ojo, estoy hablando de manifestaciones públicas indignas y fuera de lugar para un representante de sus ciudadanos, no me estoy refiriendo a aquellos políticos que están imputados en algún proceso penal. Será por mi bagaje profesional y formativo, pero ser imputado no es ser culpable de nada, aunque los medios de comunicación nos tengan acostumbrados a hacer un juicio paralelo (están a la orden del día), y darnos a entender que un imputado en una trama de corrupción ya es culpable de haber llevado unos milloncejos, y es que del dicho al hecho...

Por fortuna vivimos en un país donde la seguridad jurídica está bastante bien asentada y los imputados tienen posibilidades de defenderse, de presentar pruebas y de rebatir todo aquello que les pueda perjudicar. Nuestro ordenamiento jurídico no funciona como esa bazofia de los programas del corazón, en los que un personaje famosillo puede ser juzgado y sentenciado en una sola tarde como si de un juicio sumarísimo se tratara. Por tanto, cuando una sentencia declare que tal cargo público es culpable, entonces podremos afirmar con rotundidad que es corrupto, delincuente, ganapanes y amasafortunas, antes no.

Pero vamos al meollo de la cuestión, este fin de semana veía un telediario con mi familia y las declaraciones de políticos de uno y otro bando eran las mismas de siempre, las que podemos ver ayer, hoy y mañana de forma cotidiana; era como el chiste, uno decía “tú”, y el otro contestaba “pues anda que tú”. Últimamente ves a los políticos que están centrados más que en hablar de soluciones para el país, en criticar, menospreciar y derribar a sus contrarios, pero dándoselas de graciosos, y me da igual el signo político, esto se ha convertido en un “quítate tú que me ponga yo”.

Es más, observo cada vez con mayor frecuencia que nuestros políticos tienen una franca deriva hacia el sarcasmo, el chiste fácil, la parodia. No sé si es porque tienen un frustrado deseo de participar con un monólogo en “El club de la comedia”. Seguro que más de uno podría tener un hueco, pero eso sí, no para hablar de política, porque sus gracias y sus socarronerías a mí no me despiertan ni un atisbo de sonrisa e imagino que mucha gente está conmigo, porque no es un alarde y sí una realidad, el pensar que la política es un asco y que cada vez interesa menos y cabrea más.

Y lo peor de todo es que nadie le pone coto a esto. Recuerdo que a finales de los 80 vi un partido de la Copa de Europa de fútbol (ahora Liga de Campeones) y disputaban un partido el Galatasaray de Estambul contra el Steaua de Bucarest. El conjunto otomano era bastante limitado pero sobresalía un jugador en el centro del campo que manejaba el balón y a su equipo con mucho criterio, era un líder; por si había dudas el futbolista del que no recuerdo el nombre, llevaba una cinta en el pelo, y junto con los amigos con los que compartía la retransmisión del partido, nos reíamos bastante porque parecía que la consigna del entrenador turco era, “cuando tengas dudas, échale el balón al de la cinta”.

No, no llevan cinta en el pelo los líderes políticos, pero como si lo pareciera, porque los ves en mítines, en intervenciones en el Parlamento, en ruedas de prensa improvisadas, y los que están detrás actúan como un rebaño; si el líder levanta la voz ellos jalean: que el líder tiene una jocosa ocurrencia, todos con él; y si se le ocurre una chirigota del contrario, pues todos a carcajada limpia. Y, por supuesto, a ver lo que vota el líder, da lo mismo el fondo, si él levanta el brazo, todos a la par. Da lo mismo lo que diga el de la cinta en el pelo, aunque sea una chorrada, para más inri creo que muchos no oyen ni lo que dice, puede que hasta esté en contra de sus principios, pero yo río, abucheo o aliento, porque el que manda es el que manda, como si de una dictadura se tratara, que yo sí que me río de la disciplina de partido que es la excusa de los lideres para ningunear a sus esbirros.

En fin, retomando con el principio, sólo me queda cavilar si el tal Consejero madrileño, José Ignacio Echevarría y sus acólitos, esos que se reían, ya saben lo que es el metrobús, título de transporte que utiliza la gente común y sin clase, no como ellos que van en sus coches oficiales para no mancharse sus trajes o sus vestidos.

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