DE ÉXITOS Y FRACASOS DEL DEPORTE ESPAÑOL

Culminaba la pasada semana nuestra selección de fútbol sub-21 una excelente Eurocopa y levantaba el preciado trofeo, uno más para las vitrinas últimamente muy dinámicas de la Federación Española de Fútbol. Muchos medios de comunicación ya se atrevían a comparar este título con los dos anteriores (de Europa y del Mundo) logrados por la selección absoluta, Triple Corona decían.

Sinceramente un poco aventurados, por no decir pretenciosos. Para completar dicha triada, yo diría que el tercer título en discordia sería la medalla de oro olímpica, oportunidad que tendrá la base de esta selección sub-21 el verano del año que viene en Londres y que, de algún modo, demostrará que seguirá habiendo cantera para la absoluta.

En todo caso, buenas noticias para el fútbol español, o para casi todo, porque yo suelo mirar el cuadro en toda su inmensidad y no sólo me fijo en la escena central. Porque mucho hablamos de los hombres y poco o nada del fútbol femenino, que ya va haciendo falta que nuestras féminas eleven su nivel y aunque no se pongan a la altura de los de “la roja”, por lo menos que avancen; aunque para eso haga falta el dinero y la atención de los medios de comunicación, que ahora o no tienen o de forma escasa. Y, por supuesto, cuando hablamos del fútbol de regional o de preferente, las dificultades y malabarismos financieros a los que tienen que hacer frente los clubes, están a la orden del día.

El efecto multiplicador de estos triunfos sí que tiene una lectura perversa y malvada, y es que por si fuera poca publicidad, estos éxitos futbolísticos provocan más horas de radio, de televisión, más páginas de periódicos y más sitios web. Dicho de otro modo, ese mayor espacio o atención desplaza a los otros deportes, en algunos casos, hasta la omisión más absoluta. De hecho, basta ver ya cualquier telediario de la cadena que sea para comprobar que el apartado de deportes es cada vez más amplio, pero en realidad porque se habla más de fútbol. De esos espacios en las noticias, el 90 o 95% se dedica al fútbol, y el resto va de relleno, rápidas reseñas de algún éxito deportivo y, poco más, salvo que haya algún asunto controvertido, donde los medios de comunicación acuden a la carnaza, véase el caso Marta Domínguez o Alberto Contador.

Y hay que tener los pies en el suelo en cuanto al fútbol. España va bien en el balompié masculino, pero por desgracia no estaremos eternamente en esta nube. Ese es el principal error en el que podemos incurrir. Algún día caeremos contra una selección inferior y el batacazo será de órdago. Desde luego no hemos estado nunca también como ahora, pero aun teniendo buenas rachas en el pasado, los fracasos han sido sonados. Se me vienen a la memoria, sin contar los sucesivos y casi sempiternos, hasta ahora, fiascos en los Mundiales, una vez que perdimos en Islandia 2 – 0, en partido de la clasificación para la Eurocopa 92, que no jugamos, fue un momento crítico del fútbol español; o también recuerdo el primer partido de la clasificación de la Eurocopa 2000, cuando sucumbíamos trágicamente en Chipre por 3 a 2, ahí si tuvimos tiempo de rectificar y nos clasificaríamos para la fase final.

Para colmo de laureles y desencanto del resto de deportes, la hegemonía en el fútbol del Barça y Real Madrid, por este orden, se está convirtiendo cada vez más en una encrucijada norte – sur, donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres. Esa brecha es aprovechada por estos dos clubes para enriquecer sus arcas, favorecidos por la gratuita publicidad que le conceden los medios de comunicación. Así, pueden vender más camisetas, y los niños sólo son del Madrid o del Barcelona. Lamentablemente este virreinato ha cercenado la afición a otros clubes; en mi época escolar tenía compañeros de colegio que eran del Betis, de la Real Sociedad, del Valencia, del Valladolid y, por supuesto, del Linares, ahora ver a un niño que no lleve una camiseta blanca o azulgrana es casi un bicho raro.

Por suerte, el fútbol es sólo una parte del mundo del deporte, es más, la consideración de este y el resto de los deportes colectivos en los Juegos Olímpicos equivale a una sola medalla para todo el equipo. O lo que es lo mismo, si en fútbol masculino y femenino en los Juegos se entregan seis medallas, en cualquier otro deporte minoritario se entregan muchas más: judo, lucha, boxeo, tenis de mesa... Por no hablar de deportes que son esencia de los juegos tales como natación (¿cuándo demonios vamos a pintar algo en la natación mundial?), gimnasia o atletismo, en este último se entregan cuarenta y siete medallas de oro que si multiplicamos por tres (contando las preseas menores) asciende a la nada despreciable cifra de ciento cuarenta y una medallas, o sea, ¡veintitrés veces más medallas que en el fútbol!

Y, ¿adónde voy a parar con esto? Pues que está muy bonito ser el mejor del mundo en el fútbol, gran deporte de masas por excelencia en buena parte de las naciones de la Tierra, pero luego llegan los Juegos Olímpicos y hay más de una decena de países que están por encima de nosotros, porque o bien trabajan los deportes de forma más genérica y planificada, pondría el ejemplo de China, o porque se centran en una serie de disciplinas minoritarias que les reportan muchas medallas, sería el caso de Cuba.

Podremos criticar el régimen político en Cuba, pero es innegable que su política deportiva tiene importantes virtudes y estrategias a clonar en otros países. Recordemos que es un país de apenas once millones de habitantes y que suele ganar más medallas que España en los Juegos. Sólo con el boxeo, el judo y la lucha hicieron en Pekín las mismas que nuestro país en todos los deportes.

El caso de China es más elocuente y claramente identificador de la planificación deportiva bestial y aceleradísima que pretendía llevar a la cumbre a este país en los Juegos que se celebraron en Pekín en 2008. Curiosamente hasta 1984 la presencia de la gran nación china en las Olimpíadas había sido prácticamente inédita, ni una sola medalla en casi noventa años de historia olímpica, y a partir de ahí comenzó una escalada que culminó hace tres años. Los chinos aparecieron con fuerza en disciplinas en las que hasta esa fecha prácticamente no tenían ninguna tradición. Crearon las mejores infraestructuras deportivas, hicieron una campaña intensísima de captación y forja de talentos, y ficharon a los mejores entrenadores mundiales de cada deporte. A la vista está que el resultado final otorgó crédito a quien o quienes realizaron tal planificación: China superó a Estados Unidos y Rusia en el medallero final, cambiando la hegemonía que hasta ese momento imperaba en los Juegos. Es más, se llegó a señalar que en términos económicos cada medalla conseguida por China había costado unos 4'5 millones de euros, ahí es nada.

Dicho esto, no queda más que reflexionar que el fútbol, siendo una brillante parte del deporte patrio, no es más que eso, una parte. Los Juegos Olímpicos nos suelen poner en nuestro lugar y lamentablemente no estamos tan bien como pensamos. Con los Juegos de Barcelona tuvimos un pico de superación, o lo que es lo mismo, inversiones deportivas a todos los niveles que a la vista está que no se mantuvieron en los mismos términos después. Sólo hay un camino para conseguir esos éxitos deportivos más allá de que los medios de comunicación nos digan que con la selección de fútbol, Pau Gasol, Fernando Alonso, Rafa Nadal, Alberto Contador o Jorge Lorenzo está todo conseguido. Yo prefiero inversión en deportes minoritarios, en esos es donde hacen falta y no poca la inversión, estoy hablando de dotar económicamente a los núcleos de esos deportes poco favorecidos. En Torredelcampo, sin ir más lejos, me consta que hay una buena escuela de lucha y que han salido, sobre todo, buenas luchadoras, por qué no incidir ahí, mejorando sus infraestructuras e incentivando a sus monitores. Mejor nos iría y es que no sólo del fútbol se vive.

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