SUMO, UN DEPORTE DE DIOSES (III)

Bienvenidos a mi entrega anual dedicada a uno de los deportes que sigo con más interés, el sumo. Un deporte que algunos desconocerán, otros de pasada y tal vez muchos pensarán que se trata de una disciplina un tanto friqui que practican unos japoneses gordinflones vestidos con un taparrabos. Ideas aparte de cada cual, tiene este deporte muchas más complejidades que el sucinto concepto que se tiene habitualmente.

El pasado año por estas fechas llegaba esta entradilla en un momento delicadísimo para este deporte, se había destapado una trama de combates amañados que hacía tambalear las estructuras del sumo profesional. Los japoneses son sumamente hábiles para superar las adversidades, ya se ha visto que en poco menos de un año han resuelto la crisis del fortísimo terremoto de marzo, y hasta su economía ha crecido por encima de las previsiones. En el sumo también se ha superado el tremendo bache en el que se había sumido, y lo han hecho al más puro estilo nipón, de forma ordenada, sin aspavientos, tratando de pasar página lo más pronto posible y con mínimas protestas de los damnificados.

Sí porque en unos dos meses se investigó, analizó y sentenció; el supuesto amaño de combates concluyó con la suspensión definitiva de una veintena de luchadores, la mayor parte de las dos categorías principales (como 1ª y 2ª división en el fútbol) y, por tanto, bastante populares. Pues ya está, los indemnizaron, los mandaron a su casa y prácticamente ninguno dijo esta boca es mía, y si lo han dicho la verdad es que se ha silenciado bastante.

Así que el torneo del mes de marzo de 2011 no se celebró (hay seis torneos al año de quince días de duración cada uno) y el de mayo fue denominado de examinación, no era oficial, aunque sí valedero para subir o bajar en el ranking (banzuke) de cara al siguiente torneo oficial el Nagoya Basho que se celebraría en julio.

Igualmente dejaba el pasado año la situación a nivel deportivo con el dominio abrumador del gran yokozuna mongol Hakuho que por su capacidad y juventud está haciendo méritos para ser el mayor luchador de sumo de los últimos cien años, y eso es mucho decir para un deporte ancestral como este donde compiten tantísimos luchadores.

Ya he repetido en alguna ocasión que a las fabulosas cualidades de Hakuho se une el declive de aficionados y practicantes en Japón. Existen buenos sumotoris, pero no una o varias grandes figuras nacionales, que son las que siempre han tirado del carro del público y este de ellos, porque no en vano compiten en casa.

No obstante, el tipo lo mantienen otros luchadores extranjeros que son los que comenzaron a llegar como una legión más o menos a inicios de la pasada década y han ido escalando rápidamente, superando con relativa facilidad las divisiones inferiores, repletas de mediocres aunque nobles luchadores japoneses, para auparse a las dos categorías profesionales, makuuchi y juryo. Hay varios mongoles, dos rusos, tres georgianos, dos búlgaros, un estonio, un checo, un medio surcoreano, un medio filipino y un brasileño..., casi un 40% de los luchadores de las dos grandes categorías no es oriundo de Japón, ahí es nada.

El año pasado la situación era clara, Hakuho arrasaba; aparte de un montón de victorias seguidas, casi estuvo a punto de batir el récord de imbatibilidad, llevaba un año ganando todos los torneos, seis consecutivos hasta que llegó la parada “técnica” para aclarar lo de los amaños. El de examinación lo ganó con menos contundencia que en las citas precedentes. De algún modo, esa podía ser una señal de que o el mongol había flojeado ligeramente o que sus rivales apretaban por detrás, yo creo que ambas cosas.

En el primer torneo oficial, el de julio, se llevaría el título Harumafuji, un liviano luchador mongol, muy técnico que fue judoka antes de entrar en este deporte. En los últimos dos torneos del año volvería a ejercer el control Hakuho.

Con el 2012 ha llegado una buena noticia, al tradicional imperio de luchadores mongoles que se extiende de forma más o menos persistente en la última década, por primera vez ha ganado un torneo el luchador estonio Baruto (y la segunda vez que lo gana un europeo, la primera fue el búlgaro Kotooshu hace casi tres años), un antiguo portero de discoteca en su país, del que se preveía que podía ser más pronto que tarde un serio aspirante a zarandear el trono de Hakuho. El europeo tiene muchos seguidores (y seguidoras) en Japón, por sus exóticos rasgos y porque es rubio, algo que a la hora de ingresar en el sumo generó algunos problemas, ya que no encajaba en los cánones de esta lucha tradicional japonesa un cabello tan distinto a los demás, porque se pretende que todos los luchadores tengan una apariencia que no se salga de unas normas básicas y evidentemente no escritas. Habrá que estar a la expectativa porque para ser yokozuna hay que vencer dos torneos consecutivos con el rango de ozeki, y Baruto (su verdadero nombre es Kaido Hoovelson) tendrá esa posibilidad en la mano en el próximo torneo de marzo, aunque el actual yokozuna se lo va a poner muy difícil.

Tampoco ha estado mal el balance de este año para los luchadores japoneses, aunque a mediados de 2011 llegó una noticia que aun siendo esperada, no dejaba de ser triste, y no era otra que la retirada del gran luchador Kaio a punto de cumplir los 39 años, que lo hizo en el torneo de julio en el rango de ozeki (el segundo en el escalafón); aunque nunca pudo alcanzar el máximo grado, se fue con unos fabulosos números, entre ellos el haber ganado más combates en la división principal y ser hasta ese momento, pese a su edad, el luchador nacional más alto en el ranking.

No obstante, y casi como si se hubiera obrado un efecto resorte, el hecho de que no hubiera ni un solo japonés en el segundo rango, provocó un reforzamiento de las posibilidades de un par de jóvenes sumotoris bastante pujantes. Para acceder al rango de ozeki normalmente hay que ganar treinta y tres combates de cuarenta y cinco en tres torneos seguidos. Kotoshogiku lo logró esa cifra y en noviembre fue ascendido a ozeki, se trata de un luchador muy batallador y resistente. También lo lograría un torneo más tarde Kisenosato, la eterna promesa del sumo japonés, un tanto irregular, pero que a base de tesón, fuerza y técnica parece que ha encontrado el camino para ser más sólido y constante. A mí me gusta más este último, creo que tiene más condiciones para ser yokozuna que el otro.

En medio de todo esto, el público japonés y los que amamos este deporte estamos atentos a otros jóvenes luchadores que ascienden con rapidez, o lo que es lo mismo que tienen un impresionante balance de victorias sobre derrotas. Así, habrá que estar atentos, entre otros, en los próximos meses a Miogryu, Chiyotairyu, Tatsu y, sobre todo, un sorprendente hasta ahora Sakumayama que sólo lleva cuatro torneos, en cada uno ha ido superando una categoría y hay seis, y sólo ha perdido un combate hasta ahora; en el próximo torneo previsiblemente accederá a la segunda categoría (juryo), donde empieza lo duro, los luchadores considerados profesionales. Estaremos al hilo asumiendo que también ha habido sumotoris que prometían todo y que cuando llegan arriba se deshacen como azucarillo en el café.

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