"JUZGADO DE GUARDIA", CUANDO IMPARTIR JUSTICIA ES DE RISA

Tal vez una de las series más divertidas y populares de finales de los 80 fuera “Juzgado de guardia”, una comedia de situación que a eso de las 23.00 h., en la primera cadena de TVE, hacía las delicias de jóvenes y mayores por su esquema simpático, ingenioso, original y no exento de una cierta carga de ética y sentido común.

Por aquel entonces yo me hallaba estudiando en Granada y la estética de la acción, que lógicamente se desarrollaba en un juzgado, tenía clara relación con la formación académica que perseguía y perseguíamos (los integrantes del “piso de estudiantes”). Había varios personajes en la serie con unas características muy marcadas, aunque teóricamente el principal era el juez Harold T. Stone (Harry Anderson), al que de forma velada todos nos queríamos parecer, por su juventud, su socarronería, su buen humor y por su forma de afrontar la vida, siempre de forma sarcástica y jocosa, lo cual no le impedía impartir justicia con bastante, con mucha equidad.

La comedia discurría en un juzgado neoyorquino, en el distrito de Manhattan, que trabajaba en un horario poco habitual de tarde – noche, comenzando a una hora indeterminada que podía ser sobre las seis o siete de la tarde y extendiéndose en muchas ocasiones hasta la medianoche. Con las consabidas diferencias culturales entre Estados Unidos y España, el hecho de que el juzgado trabajara a deshoras casi podría ser equivalente a plena madrugada en España, porque a eso de las seis de la tarde la gente cena en Estados Unidos y no sale de sus casas (lo sé por propia experiencia), con lo que en la calle sólo se ven noctámbulos, jóvenes marchosos o gente de vida licenciosa.

Muchos de estos colectivos integraban la abigarrada fauna que visitaba este juzgado para dilucidar asuntos penales de poca monta generalmente y que el juez sentenciaba sobre la marcha, y no sólo eso, al calor del festival diario, también acudía un público de forma cotidiana que conformaba un auténtico carnaval. Toda esa fauna permitía un tremendo juego a los guionistas, aderezado como he dicho antes, por los personajes fijos de la serie que con sus marcadas personalidades y sus cuitas sacaban un enorme partido a lo que se cocía en los escenarios centrales de la serie: la sala de audiencias, el despacho del juez y los pasillos.

Fue una serie de notable éxito de la que llegaron a hacerse nada menos que 197 episodios de unos veintidós minutos de duración a lo largo de nueve temporadas. Nueve años (de 1984 a 1992) sacando rendimiento a un juzgado caótico y desatado.

El extravagante juez Harold T. Stone representando a la justicia aparecía como un personaje bromista, amigo de los trucos de magia, especializado en llevar corbatas estampadas muy llamativas y sombreros. Este actor zurdo (Harry Anderson), a buen seguro que encarnaba en el personaje parte de su carácter, porque siempre se le veía muy metido en el papel. Tenía en su despacho, aparte de libros de leyes, toda una serie de artilugios y artefactos para alegrar la vida a los demás y, por supuesto, un retrato de su ídolo musical Mel Tormé y un curioso armadillo disecado. Lo paradójico del juez es que en medio de ese aparente estado de ánimo hilarante y desenfadado, siempre tenía tiempo y oportunidad para sacar su lado serio y resolver los problemas judiciales o no que se ponían ante sí, con mucho criterio, ética y con una fundamental presencia de valores humanos.

El fiscal Dan Fielding (John Larroquette) es el representante del Estado, y también personifica al payaso “malo” de la serie, un ser mujeriego, materialista y egoísta, y en cierto modo, el más despreciable de todos los integrantes de esta serie; objeto de todas las burlas del resto. No obstante, en momentos críticos siempre sale de él un lado bueno que le reconoce como un ser más edificante que lo que aparenta y que utiliza una máscara de libidinoso y superficial por propia inseguridad, porque se siente más cómodo yendo de la otra manera por la vida. Quizá los creadores de la serie quisieron ironizar con el papel del Estado ante la ciudadanía, excesivamente implacable y ajeno a sentimientos.

Aunque la serie tuvo esas nueve temporadas comentadas, en la primera hubo personajes que desaparecieron en la temporada siguiente por diferentes circunstancias. Fue, en realidad, a partir de esa segunda temporada cuando se mantuvo el bloque de actores hasta el final. Así, la abogada defensora Christine Sullivan (Markie Post) es una dulce y atractiva mujer no exenta de ramalazos de carácter, que mantiene con el juez Harry a lo largo de las temporadas una tensión sexual no resuelta.

Otro de los que aparece a partir de la segunda temporada es el secretario del juzgado Mac (Charles Robinson), un cachondo funcionario de color (negro), bastante ordenado, con una indumentaria característica: coloridas camisas de cuadros de estilo leñador, con una rebeca de lana y corbata de este mismo tejido de la que tapa su final por debajo del cinturón. Uno de los personajes secundarios de la serie es su mujer Kwong Lee a la que conoció en la Guerra del Vietnam, y que también proporciona juego a lo largo de varios episodios (legalización, matrimonio, maternidad, negocios...).

Con diferencia el personaje más simpático y arrebatador de la serie es el alguacil Bull Shannon (Richard Moll), un tipo de más de dos metros, completamente rapado con cara de poco avispado y mentalidad infantil, es el auténtico niño de la serie en proporción inversa a sus monumentales dimensiones. Incapaz de entender los dobles sentidos es, sin embargo, muy lúcido y erudito en temáticas raras. Como no puede ser de otra manera, su corazón es enorme y noble, y suele ser el abogado de las causas perdidas.

Siempre se acompañó Bull en la serie por una alguacil que en las primeras dos temporadas tuvo a dos veteranas actrices protagonistas, una era Selma que estaría dos temporadas y otra Florence, en la tercera. Ambas fumadoras empedernidas morirían de cáncer de pulmón, con lo que se habló en los primeros años de Juzgado de guardia de la maldición que se ceñía sobre la serie y sobre este personaje de la alguacil. En la cuarta temporada se incorporaría Roz Russell (Marsha Warfield) una oronda negra, seca y ruda (mucho más joven que sus predecesoras para no tentar la suerte), antagonista en su percepción de la realidad de Bull, pero también con su lado tierno, sensible y melifluo.

Hubo muchos personajes secundarios a lo largo de las nueve temporadas, los que recuerdo sobre todo son a Art, el encargado de mantenimiento de los juzgados, un individuo rústico, algo relajado en la propuesta de soluciones a los problemas infraestructurales del juzgado pero que al final termina dando con la tecla aunque eso genere no pocos disgustos en los personajes principales. Igualmente también estaba por ahí Phil, un hombre de mediana edad algo desaliñado que idolatra a Dan Fielding y que está dispuesto a lo que sea para ganarse su amistad, aunque Dan no deje de aprovecharse de él.

Con toda esta plétora actoral salía un delicioso menú que cada semana nos agradaba por su frescura e ingenio. Al estilo de los sitcom siempre tenía una trama central y luego un par de subtramas, que unido a la corta duración de cada episodio, permitían un montaje ágil de las historias y un desenlace sencillo, desenvuelto y claro; en la mayoría de las ocasiones trascendía un mensaje moral al final.

Aunque recuerdo que a finales de los 80 vi muchos episodios, ha sido ahora cuando he visto la mayor parte vía Internet, gracias al trabajo de algún alma piadosa que los capturó tras la reposición que Cuatro hizo en la madrugada de los sábados hace cuatro o cinco año. Parece ser que las últimas dos temporadas no las emitió y me he quedado pendiente de verlas, por dilucidar cómo terminaban algunas cuestiones que quedaron siempre en el aire en la serie.

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