YO TAMBIÉN ESTOY DE ACUERDO CON IGNACIO BOSQUE

Se ha generado hace apenas una semana una agria polémica al hilo del informe que ha publicado el académico de la RAE Ignacio Bosque, a la sazón Catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid, titulado “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”; y de algún modo, es algo que yo esperaba que ocurriera tarde o temprano, es decir, que la RAE reaccionara hacia lo que yo entendía que era una intromisión de algunos organismos públicos en la lengua, intentando crear un lenguaje artificial, ajeno o dando la espalda a la gramática española que ha evolucionado a lo largo de los siglos.

O sea, seamos más precisos, no son pocas las ocasiones en las que uno puede enfrentarse a documentos, panfletos, discursos, carteles..., en los que se habla de “los trabajadores y las trabajadoras, o los compañeros y las compañeras, o los hombres y las mujeres”. A mí siempre me ha parecido muy forzado esto, básicamente porque yo en el colegio aprendí a que cuando se habla del genérico masculino plural se engloban los dos sexos, es decir, que cuando hablo de “mis padres” que es masculino plural, todo el mundo entiende que no tengo dos padres (hombres), sino un padre y una madre, es claro.

No resulta demasiado difícil buscarle las cosquillas a políticos, sindicalistas, feministas, etc., que utilizan este pseudo-lenguaje, cuando en alguna de sus plétoras comienzan con eso de “todos y todas” y semejantes giros lingüísticos, y acaban por cansarse de esa dualidad para terminar su alocución olvidándose de estos malabarismos y hablando llanamente como hablan en privado, porque estoy seguro de que los que propugnan este lenguaje artificioso no irán por ahí diciendo en el día a día “este domingo voy a comer con mi padre y mi madre”, o “tengo que recoger a mi hijo y mis dos hijas del colegio”, en vez de las expresiones naturales “este domingo voy a comer con mis padres”, y “tengo que recoger a mis hijos del colegio”.

Viene este informe a criticar y desmontar abiertamente la existencia de determinadas guías institucionales de lenguaje no sexista, que suponen un agravio hacia la lengua española y, en la mayoría de los casos, una auténtica barbaridad, porque como bien dice Ignacio Bosque, si tuviéramos que cumplir a rajatabla las directrices propuestas en estas guías, simplemente no se podría hablar.

El que más o menos me conoce sabe que me gusta mucho la lingüística, la lengua española, y que de haber nacido otra vez, seguramente habría estudiado Filología Hispánica, pero uno está preso de una sola vida y de sus circunstancias; no obstante, la realidad es que estos desdoblamientos forzados y forzosos del lenguaje me han parecido siempre una solemne soplapollez, igual que odio el lenguaje “sms”, y aquella práctica que se puso de moda hace unos años de juntar el género masculino y femenino con “@”, lo cual no dejaba de ser otra atrocidad a espaldas de nuestra gramática y que creo que, por fortuna, parece haber caído en desuso.

Es cierto que hay desigualdad en nuestra sociedad, es algo palpable e innegable, pero de eso a acusar a nuestro idioma de machista va un tramo. El esfuerzo que han de hacer las instituciones por visibilizar a las mujeres no debe enmarcarse en una lucha estéril por utilizar un lenguaje no sexista (como si el lenguaje entendiera de sexos), ha de tener actuaciones de mucho más calado social, por ejemplo, la necesaria equiparación de sueldos y la investigación taxativa de dónde se producen esos desequilibrios; también es una labor de mucho peso en las escuelas, donde como si de una asignatura transversal se tratase hay que propugnar que la igualdad entre hombres y mujeres sea efectiva y cierta.

El dar el paso hacia adelante con estas guías de escaso rigor, probablemente no participadas o elaboradas por filólogos, no tiene más sentido, así lo entiende Ignacio Bosque, que transformar el lenguaje público y hacerlo más alejado de la sociedad, porque, como he comentado más arriba, no me imagino al político de turno que dice “compañeros y compañeras” en un mitin, que en privado le pregunte a su secretario o secretaria, “¿cómo están tu padre y tu madre?”, o “¿cómo están tus hijos y tu hija?”, seguramente no optarán por esto y simplemente hablarán de forma natural sin artificios semánticos, por tanto, ¿quién se aleja más de la sociedad?, porque puestos a ser estrictos no llamemos al Colegio de Médicos de Jaén como tal, titulémoslo Colegio de Médicos y Médicas de Jaén, por si alguna mujer o cualquier otra persona no se antoja suficientemente visible en el genérico “médico” en el que se engloban ambos sexos.

O dándole la vuelta a la tortilla, no han pensado esas sesudas cabezas que han engendrado estas guías que hay un montón de palabras que tienen terminación femenina y que cubren a los dos sexos, sin ir más lejos, un buen número de profesiones: electricista, dentista, pediatra, terapeuta, taxista, osteópata, artista, futbolista, perista, esteticista (y socialista y comunista)...; tal vez, podrían haber sugerido que esas profesiones tuvieran su terminación masculina para evitar ambigüedades o confusiones, si es que ese es el problema.

Por otro lado, no se si estas guías, en las que tenemos los andaluces el dudoso honor de haber protagonizado algunas de ellas, es decir, que las hemos pagado, pretenden distanciarse de la RAE o parecer más modernas, cuando nuestra RAE tiene muchísimos canales de información y sus valedores están al pie del cañón para limpiar, fijar y dar esplendor. Y han apagado fuegos cuando ha hecho falta, y han eliminado acepciones de palabras que eran claramente machistas o que denigraban o ridiculizaban a algún colectivo.

¿O es que no son escritores de nuestro tiempo Antonio Muñoz Molina o Arturo Pérez- Reverte, ambos académicos de número de la RAE? Es que no me imagino a nadie que piense que Pérez Reverte es un ratoncito de biblioteca que no sale de su fortaleza, un tío que lo hemos visto quemándose el culo en todas las guerras habidas y por haber. Un escritor de éxito que no tiene pelos en la lengua y que gustará más o menos, pero dice lo que piensa. Por cierto que ha incendiado en estos días su cuenta de twitter (otro rasgo más de su cercanía social), acusando de “feminazismo” a este movimiento institucional que intenta cambiar las desigualdades de hombre y mujer a través del lenguaje.

Por cierto que la RAE no es una institución sólo de hombres, y académicas de renombre y de reconocida solvencia han suscrito el informe porque el idioma español no entiende estas tramas oscuras, así están de acuerdo Soledad Puértolas, Carmen Iglesias o Margarita Salas entre otras.

Como dice Ignacio Bosque y reproduzco textualmente sus palabras “...hay acuerdo general entre los lingüistas en que el uso no marcado (o uso genérico) del masculino para designar los dos sexos está firmemente asentado en el sistema gramatical del español, como lo está en el de otras muchas lenguas románicas y no románicas, y también en que no hay razón para censurarlo.”

Dicho esto, hagamos lo que tengamos que hacer para seguir construyendo una sociedad que efectivamente no es igualitaria y hay muchísimo camino por andar, pero hagámoslo donde debemos, en las aulas, en los parlamentos, en los medios de comunicación, en las calles, en los parques, en los bares..., pero dejemos quieto a nuestro idioma que bastantes patadas le damos ya, porque el lenguaje es apolítico, no sabe de ideologías y mucho menos tiene la capacidad de cambiar el mundo, ojalá fuera así.

Bien harían los ideólogos de esas guías y los políticos que las sustentan en cuidar que los patones ortográficos que a diario vemos o escuchamos en los medios de comunicación se redujeran a la mínima expresión, porque alguna parte de esta crisis que sufrimos también lo es cultural y de valores, y un mínimo porcentaje se lo lleva la mala utilización de este nuestro maltrecho idioma español.

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