ROQUETAS DE MAR, CIUDAD MODERNA, BUENOS SERVICIOS, DELICIOSO TAPEO, PERO...

Pues estos últimos años llevo haciendo pequeñas incursiones en la costa almeriense, concretamente en Roquetas de Mar, o como todo el mundo suele llamar a un pueblo cuando su nombre es compuesto, simplemente Roquetas. Para ser sinceros, decir que es una ciudad bonita sería como quitarle el privilegio a centenares de localidades españolas que lo son por méritos propios y sobre todo por bagaje histórico. No obstante, tiene esta moderna Roquetas otras virtudes que la hacen ser una ciudad acogedora, dinámica y muy cómoda.

Para empezar el mayor atractivo que tiene, huelga decir que son sus playas, de otro modo para qué acudiríamos los del interior allí. Pero, además, se conjuga que el término de Roquetas no se sitúa en una línea de costa abrupta, por lo que tiene un surco de playa inmenso, de varios kilómetros, juntándose con su pedanía de Aguadulce.

No son precisamente las playas que están en las zonas urbanizadas las mejores, como en muchos otros lugares de nuestro país, la erosión y el clima han hecho que tengan que ser ayudadas con arenas “artificiales”, es decir, de canteras de interior. Por eso, mi recomendación es acudir, no sólo por la tranquilidad, sino para el mayor disfrute del contacto con un medio natural, como es la arena de la playa y el agua misma, tanto a la zona no explotada que hay aún entre Roquetas y Aguadulce, o en la zona de Punta Entinas – Sabinar, también para gozar de un bello lugar donde el hombre no ha metido demasiado la mano.

Pero lo dicho, no es, sería faltar a la verdad, una bonita ciudad Roquetas, su legado histórico casi se focaliza en el Castillo de Santa Ana, bien restaurado y con un cuidado entorno; pero más allá de eso y de algún detalle que me haya faltado por visitar o descubrir; Roquetas de Mar se ha convertido en una gran y moderna ciudad de servicios, y especialmente de servicios al turista.

Y cuando hablo de ciudad moderna, ahí sí que me puedo descubrir, porque la dotación de infraestructuras de que dispone es fabulosa. Las construcciones que se han erigido en este último cuarto de siglo son dignas de admiración y de sana envidia también. También es cierto, como le ocurre a muchas localidades de costa, que han tenido la suerte de su ubicación y una buena promoción turística a tiempo, lo que ha favorecido que un humilde pueblo de pescadores que a principios del siglo XX apenas contaba con 3.000 habitantes, ahora supera con amplitud los 80.000 habitantes, incluyendo sus populosas pedanías.

El esplendor urbanístico – turístico desde luego imprime unos ingresos extra a su Ayuntamiento y a su vecindad; esos 80.000 habitantes se pueden multiplicar perfectamente por tres y por cuatro en verano, con lo que dispones de un caudal dinerario bárbaro, y puedes dotar a tus ciudadanos de mayores y mejores servicios e infraestructuras que en una pobre e inhóspita localidad de interior, así es esta realidad. Por eso disfrutan de un teatro – auditorio precioso (con un diseño que me gusta), palacio de congresos, magníficas instalaciones deportivas, moderna plaza de toros – museo, parques y jardines bien cuidados, las rotondas bien decoradas…, en fin, imagino que en invierno puede que haya zonas de expansión en Roquetas que en invierno se vean algo fantasmales sin presencia humana, sería como pasear por una gran ciudad poco después de haber estallado una bomba de neutrones, de hecho digo esto porque una vez estuve en noviembre, entre semana, y tuve esa sensación, amplias avenidas sin nadie en la calle y uno parecía que era el último habitante del planeta.

La oferta de servicios comerciales es ideal, un bueno número de grandes superficies e hipermercados de diferentes sectores que pueden hacer temblar la tarjeta de cualquier contribuyente. A mí me gusta en contadas ocasiones, lo confieso, pero eso de ir de tiendas no va conmigo.

Y, por cierto, el programa cultural, al menos el veraniego, es excelente; esa es una magnífica manera de cuidar a uno de los valores más importantes del municipio como es el turismo.

Para rematar una buena faena, no podría olvidar otro atractivo que para un hombre de interior y de Jaén, representa el maravilloso mundo de las tapas. En este sentido, la provincia de Almería es un poco como la mía, saben cuidar lo que me gusta denominar la “gastronomía de miniatura”. Eso de salir a tapear y que te vayas comido o cenado a tu casa y contento, es un lujo y un disfrute al alcance de los españoles y de todo aquel que se quiera impregnar de nuestro espíritu. El mundo está hecho de casualidades y a mí me tocó conocer “Er Pancho”, cerca del Puerto, es el que yo recomiendo, quizás haya otros mejores, muy buen tapeo, abundante y variadísimo, los dueños muy amables, aunque tal vez los días gordos el personal le venga chico, ya sea porque son pocos o porque alguno es despistado/a y/o poco simpático/a.

Sí, todo muy bien, pero… Pero este año coincidió que en los días que estuve se celebraban las Fiestas de Santa Ana y la Virgen del Carmen. Todo comenzó un lunes, el lunes 23 de julio, cuando sonó el cohete que anunciaba el inminente inicio de las fiestas, hasta ahí todo bien, luego vino otro y otro y otro, y no sé cuantos cientos y no exagero. Cada poco, un señor al que localicé y que no tendrá culpa del caprichoso trabajo que le habían encargado, se disponía para tirar un nuevo cohetito. Y fue in crescendo, al siguiente día comenzó a las 9 de la mañana, que los miles de turistas que vivimos en la zona del Puerto, y que acostumbramos a trasnochar, nos tuvimos que despertar, y para que no fuera un aviso sin más, a los pocos minutos otro, y así sucesivamente. ¡Vaya!, descansó el señor a mediodía, buen momento para echar la siesta, pero a las cuatro volvió a tirar otro, y a las cinco otro, y así sin parar. Un día, otro y otro, tres días seguidos de cohetes, repito, de cientos de cohetes.

No sé sinceramente qué gana el Ayuntamiento de Roquetas (si es que es el artífice) con generar una molestia tan grande a los turistas, que hablábamos con la vecindad y todos coincidíamos, aparte de que bien vale un cohetito, pero dudo que haya una sola persona en Roquetas o en el cualquier confín de este mundo, más allá que el que los tira, y lo dudo, que le agrade, apetezca o disfrute, oyendo una sinfonía de cohetes a todas horas en plan barriobajero, o mejor en plan niños malos de barrio marginal. Para el o los autores de esta genial idea de molestar y mosquear a la gente, he de decir que en mi vida he visto un alarde explosivo tal, y que me parece de catetos, de incultos, de bobos y de pueblerinos, pero no de pueblerinos del siglo XXI, no, es al más puro estilo de la España de charanga y pandereta de hace más de medio siglo. Y que más de uno de los que ingresa en Roquetas se puede plantear no ir esos días por allí o simplemente no ir nunca.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Amigo Pedro me alegro que pasaras esas merecidas vacaciones aunque ruidosas yo tambien conozco esa maravillosa ciudad aun que desconocia de sus sonoras propiedades

PAKO MORON