"NADIE ES MÁS QUE NADIE", DE MIGUEL ÁNGEL REVILLA

No tenía una idea acertada de quién era Miguel Ángel Revilla, el que fuera presidente autonómico de Cantabria, más allá de sus intervenciones en el programa de Andreu Buenafuente y su estilo llano y jocoso, aderezado con su fama de ser un magnífico divulgador de su tierra, con latas de anchoas por estandarte.

Pero, en todo caso, tenía un buen concepto de este tipo, gracioso, un tanto singular y que me despertaba alguna sonrisa en esas noches “buenafuentescas”. De esa gente con la que te gustaría conversar durante tardes y fines de semana completos, porque tiene batallitas para dar y regalar, y para hacer amena cualquier tertulia.

Con esos ingredientes me dispuse a seleccionar una lectura para el pasado puente de la Constitución y me atrajo el libro de este personaje por quien era, por el título sugerente de “Nadie es más que nadie” y por la foto de portada que es la del propio Revilla calzando unas albarcas al rey Juan Carlos.

El libro empieza con una breve biografía de Miguel A. Revilla, para centrarse en su experiencia y vivencias políticas y su relación con las más altas esferas del poder en nuestro país, desde el Rey, Zapatero, Aznar…, hasta Botín, el presidente del Banco de Santander. La última parte del libro es una especie de ensayo acerca de la crisis económica, la corrupción y el rol de los políticos en España.

Ya digo que no sabía gran cosa de Revilla y lo que llama la atención es que tras esa apariencia de hombre llano, hay una persona que no es ni muchísimo menos cazurra. Vivió sus primeros años en una zona rural y se crió como un niño más con las dificultades y estrecheces de los años 40 y 50 del pasado siglo, entre otros detalles pastoreando ovejas a muy corta edad. A los once años sus padres se trasladan a vivir a Santander, y tras una educación básica normal y una enseñanza media mediocre, termina por convencer a sus padres (que trabajaban ambos, con sueldos discretos) para que lo envíen a Bilbao a estudiar Económicas. Allí será un estudiante brillante, e incluso se da la circunstancia de que el destino le deparase que entablara amistad por razones de estudio con el que fuera fundador de ETA Xabi Echevarrieta. Terminada su carrera con honor, el mercado laboral se le abre en canal y su ascensión es meteórica, llegando a ser alto cargo del Banco Atlántico y profesor universitario.

Posteriormente su reivindicación de autonomía para Cantabria, desgajándola de la tradicional organización territorial que la señalaba en Castilla la Vieja, supuso su encumbramiento a la política, donde encontró su verdadero sitio, pues el libro no para de hacer constantes guiños a su lealtad a la política y a su vocación por serlo desde la defensa de los intereses de su tierra.

Y a partir de ahí comienza la parte más simpática y graciosa del libro, pues construye la personalidad de gente influyente de nuestro país a través de sus vivencias, encuentros y conversaciones. Creo que es de las pocas veces en que he tenido la posibilidad de comprobar cómo son los políticos desde el plano personal, porque una cosa es lo que la televisión nos muestra y otra bien distinta cómo son en realidad. Su relación con Zapatero ofrece muchas luces sobre la intrahistoria de este controvertido presidente de nuestro país, pues para Revilla es una persona honrada (lo califica de bisoño honrado), profundo demócrata, perfecto encajador de las críticas y buena persona, que tuvo la mala fortuna de estar mal rodeado por subalternos mediocres. En este sentido, Revilla es particularmente duro con José Blanco, quien fuera ministro de Fomento, porque tras firmar un protocolo para la llegada del AVE a Cantabria, vía Palencia, este se quedó en agua de borrajas.

De Aznar no le quedó un grato recuerdo, primero porque es tremendamente crítico con su decisión de llevar a España como una de las banderas de la guerra de Irak y, en segundo lugar, porque en sus encuentros con el vallisoletano, este fue muy frío, ausente y casi estúpido.

Particularmente simpática es la relación que le une con don Juan Carlos, y que confirma lo que mucha gente conoce, que nuestro rey es una persona normal y corriente, como tú y como yo, que le gustaría en más de una ocasión quitarse la careta de monarca y disfrutar de la vida sin la presión de ser un personaje público y con altas responsabilidades. Sus anécdotas y episodios con nuestro rey son muy graciosos y reiteran lo que más o menos todo el mundo percibe.

Mención especial merece su singular modo de hacer política, la de la defensa, entiendo que más que honrada, de su tierra, por encima de los condicionantes de los dos grandes partidos nacionales, cuyos representantes son capaces de darle la espalda a su provincia o a su pueblo antes que quebrar la disciplina de partido. Todo un gesto que tiene más impacto que el propio detalle, es el hecho de que siempre lleve de viaje unas bolsas con productos cántabros, lo cual no sólo da publicidad sino que impresiona agradablemente que un presidente de una comunidad autónoma sea el principal emisario de las virtudes de su tierra, no todos lo hacen así y debieran reflexionar.

Igualmente es necesario detenerse un ratito, al hilo de su filosofía de afrontar la política, en su idilio con los taxistas, pues también con honradez y buen criterio ha entendido siempre que lo más barato y rápido para acudir a sus citas fuera de Cantabria, es coger el avión y luego desplazarse en taxi como un ciudadano más, es decir, eludiendo el cómodo y más costoso uso del coche oficial. Eso de llegar, por ejemplo, a La Moncloa en taxi le ha proporcionado numerosas anécdotas, y los taxistas madrileños especialmente, están encantados con él, hasta el punto de que ha llegado a ser homenajeado por estos, y han tenido que hacerse sorteos para ver quién era el afortunado que hacía el servicio a Revilla. ¡Cuánto tendrían que aprender muchos políticos, sobre todo los que no son nadie, de gente honesta como Miguel A. Revilla!

Al igual que esa declaración de intenciones que es la de pasar del coche oficial, no menos potente es su decisión de no llevar escolta nunca, aun cuando ha sido una persona en el punto de mira de ETA. Se considera cántabro y español, y aun con algún disgusto que otro, eso le ha hecho enfrentarse abiertamente con los abertzales. Aprovecha para ser crítico con la justicia, pues tuvo que enfrentarse a un chorizo de esos por insultos, y cuando fue el juicio el delito había prescrito y los proetarras se rieron literalmente en su cara.

Revilla no se esconde en el libro y también entona el mea culpa, pues su verbo rápido y su naturaleza extrovertida, le han llevado en algunas ocasiones a meter la pata, ya sea por la oportunidad que ha tenido de relacionarse con gente de alto rango, o porque a veces ha filtrado detalles privados de eventos sociales donde esa gente se baja a la arena. Sin duda, episodios en los que solté alguna que otra carcajada que hacen que este tío sea muy grande, de verdad.

La última parte es una especie de ensayo, sesudo y bien madurado, en el que explica las razones de la crisis y cómo se moja dando soluciones para salir de la misma; no olvidemos que es una persona con sobrada experiencia y cualificada en la materia, vamos, que no es un mindundi.

Del mismo modo, a través de sus andanzas se destila que estamos ante un político atípico, pero porque hace las cosas que un ciudadano vería correctas y justas en cualquiera que tiene la responsabilidad de representarnos. Entiende que la corrupción y la falta de perspectiva u honradez de algunos políticos (cree que son los menos, pero hacen mucho ruido), que han olvidado que están ahí gracias a la confianza del pueblo, hace que todos estemos en contra de la clase política, especialmente en esta época de depresión, en la que la mayoría nos ajustamos el cinturón, sobre todo la amplia clase media española entre la que me encuentro, y los políticos parece que son una élite inaccesible y algo ajena a lo que sucede.

Pues de ahí el título de su libro “Nadie es más que nadie”, porque pese a la condición social o el lugar notable en el que se pueda encontrar una persona, no debiera haber privilegios o distinciones, y sin embargo, las hay..., y parecía que la dictadura había muerto hace cuarenta años.

De lectura ágil y apasionante, lo devoré en apenas unas horas y confieso que los amigos a los que se lo pasé tuvieron semejante necesidad que yo de pasar hojas con inusitada avidez.

Muchas gracias señor Revilla por ser como es, por su honradez y por habernos permitido conocer algo más de su vida y de sus experiencias. Gente como Vd. es la que necesita España.

Comentarios

Carla ha dicho que…
Gracias por la reseña! La verdad es que tiene muy buena pinta. Pensaba pasar a comprármelo en Casa del Libro, pero he visto que hay un descuento para comprar online, así que voy a hacer el pedido para comprobarlo por mí misma. http://bit.ly/casadellibromar Un saludo.